Si hoy todas las encuestas sostienen que el 75% está
en contra del gobierno, me temo que quedan muy pocos que atraer.
Hace poco un reconocido influencer me hizo una
acotación: “no hay que olvidar que el chavismo fue la mayoría”, mientras que
otro, el mismo día, hablando sobre el Frente Amplio, me indicó la necesidad de:
“captar al liderazgo chavista”.
Ambas frases me parecieron importantes, porque dominan
en el pensamiento mayoritario incluido el liderazgo opositor, es decir que al
repetirse continuamente terminan siendo de aceptación masiva y las masas como
los niños, crean monstruos a la medida de sus angustias y esos monstruos
terminan por parecer más peligrosos debajo de las camas, de lo que en realidad
son.
Dos aspectos me parecen relevantes, el primero es que
Chávez en los primeros siete años (1998-2004) no fue jamás un “fenómeno de
masas”. En sus primeras dos elecciones no fue capaz de atraer a un tercio de
los votantes y su partido es decir “el chavismo” a un 25%. Chávez llegó a ser
presidente en esas dos primeras elecciones con menos votos que aquel a quien le
dio el golpe -Carlos Andrés Pérez- diez años antes y el chavismo se llevó todas
las gobernaciones y alcaldías en 2004 con menos votos que los que obtuvo Jaime
Lusinchi.
Y es que hay que decirle muy alto y claro a algunos
líderes que tratan de vender la “Cuarta República”, que Hugo Chávez y en
especial el “chavismo” fueron su nefasta consecuencia. Porque a la “Quinta
República” si hubiera que ponerle verdadera fecha de nacimiento sería la de
diciembre de 1974, con el advenimiento de lo que fue el peor y más
irresponsable gobierno que hubiera tenido el país –antes que esto- porque la
“Gran Venezuela” fue un acto de chavismo salvaje, puro y duro, al igual que la
forma en la que se manejó todo el esquema de nacionalización. A partir de allí
y una vez terminado el acto más suicida de nuestra historia, antes del
chavismo, Venezuela quedó pasmada para siempre. Desde 1979 hasta el Caracazo el
país creció cero por ciento (Banco Mundial) y la economía fue arrasada por la
improvisación de estos líderes cuyo mayor drama es que siguen sin tener un
proyecto propio para el país, es decir que su único plan es esperar un golpe de
suerte o el colapso total para volver.
Por eso es que llegadas las elecciones de 1998 el país
no había crecido económicamente y tenía más de diez millones de bocas nuevas
que alimentar, la guinda en la torta había sido una crisis bancaria,
perfectamente evitable, que arrasó con un tercio de los ahorristas es decir a
más de la mitad de lo poco que quedaba de la clase media.
Chávez ganó su primera elección porque ese mismo
liderazgo opositor, como lo explico en mi libro, destruyó primero a Irene Sáez
y después a Salas Römer ya que todos los recursos de las campañas fueron usados
para demoler sus imágenes y beneficiaron a Chávez quien no hizo siquiera
campaña. El asunto es tan increíble que en la segunda elección Chávez fue solo,
pues competía con los suyos. Así que hablar de ese primer Chávez como “fenómeno
de masas” es algo que no es cierto, porque el hecho de que usted acuda al
hipódromo a competir con un burro, no hace del ganador un buen caballo.
Por todo eso es necesario comprender que Chávez, lejos
de cautivar a las masas, no tenía un contendor real. AD se atomizaba en
pequeños partidos regionales, Copei desaparecería y frente a él lo único que
estaba era el viejo y desprestigiado aparato político, odiado por la inmensa
mayoría, que había construido una Coordinadora. Un aparato lleno de líderes que
a la vista de todos eran responsabilizados del descalabro económico,
responsabilizado por las bases opositoras por haber sido quienes trajeron a
Chávez y responsabilizado también por sus propios militantes por haber
destruido internamente a los partidos.
Dos aspectos son relevantes a la hora de entender la
“magia” posterior del chavismo. Cuando ocurrió el intento de golpe a Lusinchi
en 1988, el país exportaba poco más de 1,3 millones de barriles (V mensaje a la
nación), cuando se lo dieron a Carlos Andrés exportaba poco más de 1,8 millones
de barriles (II mensaje a la nación). Por eso es que la segunda acotación
importante es que desde 1986 hasta la primera elección de Chávez el barril
había promediado menos de veinte dólares y el día de la elección el barril WTI
cotizaba en 11,07 dólares (EIEA).
Chávez recibió un barril a ocho dólares, pero una
producción de 3,3 millones de barriles. En un país desbastado después de veinte
años de destrucción económica, de pronto ocurrió la “magia chavista”, para las
elecciones regionales de 2004 vendía más de dos millones de barriles a 53
dólares, el día de las elecciones presidenciales del 2006 el petróleo cotizaba
a 73 y a partir de allí la locura a cien dólares, cuando se convirtió en el
comandante galáctico ultraterrestre y supra yacente mientras casi toda la clase
media abordaba rumbo a Disney con cinco mil dólares de regalo en sus bolsillos
por persona, con la clase media “popular” subvencionada a precios
escandalosamente bajos y con los millones de pobres en listados de gratuidades
nunca antes vistas, por eso fue que el chavismo se convirtió en un “fenómeno de
masas” capaz de atraer al 41% de los electores.
El tercer punto a considerar es quizás el más
necesario. Chávez jamás explicó cual era su revolución, ni de que se trataba el
socialismo del siglo XXI. Y por más que se declaró marxista, su mensaje era
completamente contradictorio pues un día hablaba de los males del capitalismo y
otro paseaba por la alfombra roja de Hollywood del brazo de una modelo. Hablaba
de socialismo mientras en la práctica basó su gobierno en un estímulo salvaje
al consumo y a sus “educandos” prometía socialismo pero siempre con el “mejor
sueldo del mundo” y una vida de comodidades gratuitas jamás antes vistas. Por
eso siempre pregunto ¿A cuál chavismo es exactamente al que hacen referencia?
¿Y a cuál de lo que poco que queda, es al que tenemos que “capitalizar”?
Porque los trillones de dólares y Hugo Chávez dieron
pie a que al chavismo acudiera desde la izquierda trasnochada, hasta la
“derecha endógena”, pasando por los “neoliberales escondidos” pero sobre todo a
las mismas masas que se abalanzaron con los adecos hasta que se acabó el
dinero. Dicho esto, es necesario preguntarle ¿Cuánto del chavismo está
conformado por las masas que acudieron alucinadas por el derroche de dos
trillones de dólares?, ¿Cuánto se puede cuantificar como de aquellos que
creyeron que era un modelo político válido y que funcionaba?, ¿Cuántos son los
beneficiarios directos del petróleo, cuya vida transcurre pensando que lo que
viven es una crisis temporal?, ¿Cuántos llegaron porque el despelote les
permitió hacerse de algo de poder y dinero en cualquiera de los niveles de
gobierno? Y finalmente ¿A qué porcentaje – asignaría usted- se trata de
personas que creen que la vía del comunismo cubano es la mejor para Venezuela?
La respuesta a ¿Quién asesinó al chavismo? Es fácil.
Porque si algo ha demostrado la historia de Venezuela hasta el cansancio, es
que la seducción del guzmancismo: “sobre las masas ignorantes para extraviarlas
y conducirlas a su ruina, con ruina general” terminó con las mismas pobladas de
ignorantes destruyendo sus estatuas o más recientemente aprendimos que: “adeco
es adeco, hasta que se acaba el billete” y miren que esos proyectos si fueron
de “masas”. Por eso cuando hablamos del chavismo y de la “magia del chavismo”
es necesario entender que este pueblo siempre se va con el mejor postor. Pero
solo cuando tiene dinero en las cuentas.
Lo que nos lleva precisamente a la retórica de:
“atraer al liderazgo chavista”. ¿Exactamente de cual liderazgo hablamos? Porque
si usted contestó que la mayoría fue atraída por el despilfarro y el populismo,
entonces no hay liderazgo allí. Si habla de quienes fueron atraídos por poder y
dinero, olvídense de ellos porque saben que solo lo tendrán si siguen allí y si
usted quiere atraer a los líderes que creen en el comunismo, pues pásese de
bando de una vez.
Si hoy todas las encuestas sostienen que el 75% está
en contra del gobierno, me temo que quedan muy pocos que atraer y además sirvan
para algún fin. Y allí es donde vamos no a la cantidad, sino a la calidad
–medida ésta por a cuántos seguidores reales puede atraer-. Y no me refiero a
seguidores de twitter, sino a apoyos reales. Y esto no es una tontería. Por eso
hay varias preguntas que parecen tener una misma respuesta. ¿Por qué la
oposición no es capaz de capitalizar, nada menos que al 70% de los votantes que
hoy no son chavistas?, ¿Cuánto le cuesta en imagen a la oposición tener a
chavistas sin poder alguno entre sus cuadros?, ¿Qué ganan captando al 10% de
los apoyos de lo que queda en pie, si pierden el apoyo de un número igual o
mayor de aquellos que han sido sus víctimas políticas, además de sacrificados y
leales?. ¿Acaso no recuerdan que cuando se creó el primer frente amplio
(Coordinadora) y captaron a los primeros chavistas, el impacto en la imagen los
llevó al desprecio del 70% de los votantes?
¿Quieren captar a “otro poder” con fines de una
transición y hacerse digeribles? Pues el proyecto para una alternativa de
gobierno, comienza por una definición seria y responsable de cómo llegarle al
70% que no los quiere.
Thays Peñalver
@thayspenalver
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