Tres vectores de fuerzas presionan sobre el régimen: déficit financiero, aumentado por las sanciones internacionales; ausencia de apoyo popular, nueve de cada diez venezolanos lo rechaza; falta de reconocimiento, decenas de gobiernos desconocen su legitimidad.
Tanto más importantes porque apuntan a los factores con los que usualmente se explicaba la vigencia del chavismo: la llamada petrochequera, el supuesto carisma popular de Chávez y una pretendida legitimidad de origen justificada en elección tras elección.
Visto así el régimen debería haber caído hace tiempo; no obstante, es evidente que sigue ahí sin aparentes señales de que pretenda moverse en ningún sentido, lo cual lleva a pensar que deben estar interviniendo otros vectores de fuerzas que lo sostienen.
La maquinaria de represión e intimidación comunista cubana se sustenta en un andamiaje de complicidad internacional. Cada vez resulta más claro que este régimen es sólo un engranaje de un dispositivo mucho mayor cuyo eje gira en un primer nivel en La Habana y en otro más alto en Moscú; pero sus redes de apoyo se extienden por todo el globo.
Desde su concepción teórica hasta su fundación práctica el socialismo siempre fue concebido como un movimiento internacional que sólo podría fructificar a plenitud una vez que se hubiera realizado universalmente, nunca ocultó su pretensión de dominio mundial.
De hecho, el incumplimiento de sus promesas redentoras para las masas oprimidas, donde quiera que se han impuesto, siempre lo justifican diciendo que es consecuencia de las conspiraciones y el cerco de las potencias capitalistas imperialistas; pero una vez que éstas sean derrotadas, entonces si se apreciará la realización del socialismo en todo su esplendor.
El derrumbamiento de la Unión Soviética y el desmantelamiento del bloque oriental no se han traducido en la desaparición del socialismo como promesa y alternativa política sino todo lo contrario, los grandes partidos políticos comunistas de occidente han mutado en otras organizaciones autodenominadas democráticas, con banderas que van desde el ecologismo, el feminismo hasta la llamada ideología de género.
En verdad, cualquier discurso es propicio para llevar adelante una agenda anticapitalista y antiliberal, que es el mínimo común denominador del aquelarre de la nueva izquierda que acapara el espacio público con mucha más agresividad que durante la era soviética.
Este comunismo subterráneo ha aprendido a moverse en la arena internacional y aprovecha las experiencias de las antiguas potencias comunistas para tomar el control de la burocracia de las instituciones internacionales, de medios de comunicación e instituciones culturales, incluyendo las universidades.
La alianza rojiverde, de comunistas y fundamentalistas islámicos, controlan la aplastante mayoría de los países agrupados en la ONU, además de contar con sus organizaciones propias, como el Movimiento de Países No Alineados, la Organización de la Conferencia Islámica, la Liga Árabe, la Internacional Socialista y el Foro de Sao Paulo, que es una organización con más de un centenar de partidos y organizaciones de extrema izquierda, algunas de ellas armadas.
El Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, es miembro del Partido Socialista de Portugal desde 1974 y lo preside en 1992; primero Vicepresidente hasta el 99 y luego Presidente hasta el 2005 de la Internacional Socialista.
La Presidente de la Asamblea General, María Fernanda Espinosa, fue canciller de Rafael Correa en 2007 y Ministro de Defensa de 2012 al 2014, de allí Representante Permanente del Ecuador en la ONU, en su perfil aparece como credencial su defensa del caso de Julian Assange en 2016 en el debate sobre detención arbitraria. Nuevamente canciller de Lenín Moreno, desde el 5 de julio de 2018 es electa en su cargo actual, visita oficialmente a Cuba para agradecer su gran contribución a un mundo multipolar y condenar el “injusto bloqueo” de los EEUU. El partido gobernante en Ecuador, Alianza País, es del Foro de Sao Paulo.
Los casos de Federica Mogherini, en la UE, Michelle Bachelet, en la Comisión de DDHH de la ONU y de Fatou Bensouda en la CPI, son tan conocidos que ya resulta aburrido citarlos, salvo que ésta última fue sancionada por EEUU por sus actividades antiamericanas mientras todavía se espera que mueva un dedo en vista de las miles de causas que reposan en su Fiscalía contra el régimen de Venezuela.
Nicolás Maduro sigue ocupando la presidencia pro tempore del Movimiento de Países No Alineados y hasta ahora no existe la menor señal de que vaya a dejar de hacerlo, como tampoco la condición por la que lo hace, esto es, para ellos, presidente de Venezuela.
Estados Unidos y algunos de sus aliados, dentro de los que no se puede contar a la Unión Europea, que más bien actúa como su rival en varios escenarios, son la mayor potencia económica y militar del mundo, pero no hace mayoría en ninguna institución internacional, al punto de que se ha visto obligado a retirarse de la UNESCO y litigarse con la Corte Penal Internacional de la que no forma parte y cuya jurisdicción no reconoce.
Los partidos y movimientos de izquierda causan disturbios donde no son gobierno para ejercer presión a favor de Cuba y su estrategia de expandir el comunismo en todo el mundo, en particular en Latinoamérica pero también en los EEUU, donde el partido demócrata ha sido completamente colonizado por la alianza rojiverde, de comunistas y musulmanes.
Esta madeja es la que sostiene a los regímenes de Castro, Ortega, Maduro y Evo Morales; es la red que se entrevera con el crimen organizado internacional, corrupción, lavado de dinero, terrorismo, narco y otros tráficos, en una alianza de negocios compartidos.
En Venezuela la mayoría de los partidos de la oposición oficial son miembros de la Internacional Socialista y cubren todo el espectro, de la ultraizquierda al socialcristianismo.
Este es el tamaño del desafío que enfrentamos los venezolanos. Solos, no podemos; pero menos en tan malas compañías.
Luis Marín.
@lumarinre
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