La oposición de la Asamblea Nacional (AN), cuyo jefe y único vocero es el diputado Juan Guaidó, ha convocado a una manifestación para el próximo primero de mayo, a la que muchos le han venido asignando un carácter definitorio en relación con la terminación del régimen dictatorial de Nicolás Maduro. Se la ha descrito como “la marcha más grande del mundo” y el propio Guaidó la ha señalado como la continuación de la vía para el “cese de la usurpación”. El ambiente alrededor de esta movilización se caldea en la medida que se acerca la fecha, situación perfectamente lógica en el escenario de lucha política beligerante existente actualmente en el país. Recordemos que la política no es otra cosa que el arte de la lucha por la toma del poder, y en Venezuela este proceso ha excedido las formas democráticas socialmente creadas, para soluciones pacíficas entre grupos y sectores aspirantes.
El ambiente establecido y los discursos beligerantes alrededor de la marcha convocada pueden ser, simplemente, un paso más en la lucha de la AN por sustituir al gobierno existente, en ese proceso lógico de acumulación de fuerzas necesario en todo enfrentamiento político. No tendría la movilización en este sentido nada de extraño, pues sería la continuidad de esta nueva fase de la lucha iniciada a partir del 10 de enero, con una hoja de ruta de tres puntos u objetivos: cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. Se trataría de una presión social multitudinaria y de gran fortaleza para lograr el “cese de la usurpación”. La beligerancia puede también ser una
simple actividad propagandística, para reforzar el carácter combativo y consecuente de la dirigencia política opositora y enfrentar la desesperanza que parece estar creciendo en dicho campo, al no cumplirse las expectativas creadas en estos casi cuatro meses de instrumentación de la hoja de ruta señalada.
Existe sin embargo una tercera posibilidad, y es la de instrumentar con los manifestantes ya en la calle, si estos son muy numerosos y muy combativos y si se ha obtenido un apoyo militar importante, algo similar a lo que se hizo con la gigantesca manifestación del 11-4-2002: dirigir la marcha hacia Miraflores, generar un número importante de víctimas, para dar paso a un pronunciamiento militar que termine con la Presidencia de Nicolás Maduro. Ya hay experiencia con esta práctica, la cual resultó inicialmente exitosa hace 17 años, aunque a un costo de vidas humanas, de heridos y detenidos muy grande. Es, sin embargo, una práctica política entendible y posible, sin que sepamos su grado de probabilidad. Las últimas declaraciones de Abrams no parecen ir en la dirección de una intervención militar extranjera, pero no descartan el pronunciamiento de la FANB deponiendo a Maduro, lo que significa que se podría presentar el caso referido.
A diferencia de abril de 2002, el gobierno está preparado y pendiente de este tipo de desenlace, por lo que hará todo lo que esté en su favor para prevenirlo, enfrentarlo y yugularlo. Esta conducta tampoco es de extrañar. Recordemos que se está luchando por el poder, por lo que las consideraciones distintas de las políticas no tienen cabida en el razonamiento de los sectores enfrentados.
Podríamos estar entonces ante una situación decisiva para el gobierno y para la oposición liderada por la AN. Pero también, una acción como la descrita, si no produce los resultados deseados pero tampoco derrota las intenciones opositoras, podría dar paso a un diálogo y una negociación que le dé por fin salida a la crisis política actual. Eso fue lo que terminó ocurriendo en 2002, cuando se estableció un proceso de negociaciones que finalizó con un nuevo CNE y la organización del referendo revocatorio presidencial de 2004.
Luis Fuenmayor Toro
@LFuenmayorToro
No hay comentarios:
Publicar un comentario