Con su inesperado y en gran medida improvisado encuentro con el dictador norcoreano, el vilipendiado novato Donald Trump se ha convertido en maestro de un ajedrez político que nunca han entendido los fracasados estadistas del pantano de Washington.
La semana pasada se dieron cita en Tokio los dignatarios de los veinte países con las más prósperas economías del mundo. El presidente de la primera aprovechó la oportunidad para continuar negociaciones comerciales con el jefe de la segunda. Fue así como el Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, se reunió con el dictador vitalicio de China Comunista, Xi Jinping. Dos hombres diametralmente diferentes, el primero locuaz y el segundo enigmático, el primero transparente y el segundo inescrutable.
Si algo tienen en común es que ambos son hábiles negociadores que no hacen concesiones sin recibir algo a cambio. Trump, sin embargo, tiene las de ganar porque la economía norteamericana supera con creces a la de China. En tal sentido, Trump declaró que había logrado progresos considerables en su agenda encaminada a lograr un intercambio justo y equilibrado entre ambos países.
Cualquier otro hombre habría cantado victoria y regresado a sus ocupaciones diarias. Pero no el incansable, competitivo y perfeccionista Donald Trump. Aprovechó que andaba por el barrio asiático y le disparó un tweet al gordito del "cohetico" de Corea del Norte. Le propuso un encuentro amistoso en la Zona Desmilitariza entre ambas Coreas, la del norte y la del sur. Kim Jong-un aceptó de inmediato y Donald Trump se convirtió en el primer presidente norteamericano en funciones desde el final de la Guerra de Corea que pisa el territorio norcoreano.
Tal como ocurre siempre con este hombre, la iniciativa de Trump fue criticada por políticos de ambos partidos, sobre todo por los candidatos a la presidencia por el Partido Demócrata. Lo acusaron de violar protocolos, de reducir la categoría de los Estados Unidos y de dar legitimidad a Kim Jong-un. La campaña de Joe Biden emitió una declaración acusando a Trump de encumbrar a dictadores a expensas de la seguridad nacional y de los intereses de los Estados Unidos. Algo insólito en el vicepresidente de un Obama que encumbró y dio oxígeno al asesino Raúl Castro. Por su parte, la senadora Elizabeth (Pocahontas) Warren declaró: " Nuestro presidente no debe de estar dilapidando la influencia norteamericana con fotos oportunistas y cartas de amor a dictadores despiadados".
La realidad es totalmente diferente. Para un artista como Donald Trump esta ha sido la actuación más grande de toda su presidencia. Con su inesperado y en gran medida improvisado encuentro con el dictador norcoreano, el vilipendiado novato Donald Trump se ha convertido en maestro de un ajedrez político que nunca han entendido los fracasados estadistas del pantano de Washington. Les está dando clases a los profesionales de la diplomacia fracasada de los últimos 25 años durante los gobiernos de Bill Clinton, George W. Bush y Barack Obama.
Una diplomacia que, según un informe del Servicio Investigador del Congreso, fechado en 2014, entregó 1,300 millones de dólares a la dinastía asesina y corrupta de los Kim a cambio de que desistiera de su programa nuclear. Los dictadores utilizaron el dinero para seguir fabricando bombas atómicas. El abuelo Kim Il-sung, el hijo Kim Jong-il y el nieto Kim Jong-un han hecho carrera y se han mantenido en el poder chantajeando a los Estados Unidos.
Donald Trump ha jurado ponerle fin a ese chantaje, pero lo está haciendo con medios que no son los convencionales. Su estrategia es la de un negociador pragmático que utiliza con destreza "la zanahoria y el palo". Por un lado mantiene buenas relaciones personales y, por el otro, lo mismo castiga con medidas económicas que amenaza con un devastador poderío militar. Por eso dice en todo momento que respeta y admira a Xi Jinping y a Kim Jong-un. El presidente sabe muy bien que el chino Xi Jinping puede descarrilar el tren de las negociaciones con el cerdito norcoreano.
Por otra parte, Donald Trump debe ponerle freno a cualquier optimismo desenfrenado. Tiene que andar con pies de plomo porque está lidiando con una dinastía de asesinos y tramposos. Una cosa es posar en fotografías, formular declaraciones políticas y hacer promesas retóricas mientras que otra muy distinta es hacer lo que se dice y cumplir lo que se promete.
Además, un hombre como Kim Jong-un, que llegó a matar a su hermano y a su tío cuando fueron una amenaza a su régimen, no es alguien que renunciará con facilidad a sus armas nucleares. Él sabe que ellas son la garantía de su supervivencia y la razón por la cual Donald Trump le dedica tiempo. Como su abuelo y como su padre quiere seguir chantajeando a Washington sin cumplir sus promesas ni ofrecer nada concreto a cambio.
Y prueba al canto de que la estrategia norcoreana sigue siendo la misma del último medio siglo. Corea del Norte ha efectuado recientemente seis pruebas nucleares, una en 2006, 2009, 2013, dos en 2016 y una en 2017. Al mismo tiempo, realizó 17 pruebas con misiles en 2017. Aunque estas pruebas tuvieron un éxito relativo incluyeron un misil de largo alcance como el Hwasong-12. Esta podría ser la carta escondida en la manga Kim Jong-un.
Por eso Donald Trump tiene que mantener la presión e incluso aumentar las sanciones contra Corea del Norte. Poner en práctica una política similar a la adoptada contra Irán. Para ello, utilizar la influencia de los Estados Unidos con sus aliados para que no compren los productos metalúrgicos, minerales, textiles y agrícolas que exporta Corea del Norte. Y más importante aún, insistir con China Comunista para que no le venda carbón y petróleo a Corea del Norte. De hecho, más del 90 por ciento de las importaciones norcoreanas vienen de China. Este último punto, el más importante dentro de esta estrategia, podría ser parte de las condiciones de Trump para reducir o eliminar las tarifas impuestas contra Pekín.
Y el más importante elemento de todo este entramado es un eficiente proceso de verificación de los acuerdos. Poner en práctica la política de Ronald Reagan en sus negociaciones con Mikhail Gorbachov. Cuando en el curso de negociaciones en Islandia el líder soviético le preguntó a Reagan si desconfiaba de su palabra, el gran comunicador le contestó: "Yo confío pero verifico". Estas medidas podrían conducir a la solución de un conflicto que ha preocupado por años no sólo a los Estados Unidos sino a sus aliados en Asia. Y si no lo solucionan, por lo menos impedirían otro vergonzoso chantaje de una tiranía anacrónica a la primera potencia del mundo.
Alfredo M. Cepero
Director de www.lanuevanacion.com
@AlfredoCepero
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