jueves, 4 de julio de 2019

CARLOS BLANCO: NICOLÁS, LA MUERTE ES TU ÚNICA Y ÚLTIMA ALIADA

Escribo estas líneas en homenaje a un militar patriota, asesinado mediante torturas atroces por la pandilla criminal en el poder, el capitán de corbeta Rafael Acosta Arévalo.

¿Por qué un proyecto político como el de Chávez y Maduro derivó hacia el crimen como forma de sostenerse? Pero, sobre todo, ¿por qué una vez perdido el apoyo social, en vez de dar un paso al costado para rehacerse, se empeñó en seguir? ¿Por qué esos personajes del poder devinieron en desenvueltos criminales?

Hay explicaciones variadas sobre cómo unos supuestos “luchadores sociales” se transforman en desnudos criminales: unas ligadas a la “banalidad del mal”; otras, a las ansias de poder; algunas, a la ceguera de los poderosos. Sin embargo, hay una explicación más política y –creo– más horrible.
En Venezuela hay una confederación criminal que asumió el poder. Chávez y Maduro sumaron al bichaje de las FARC, ELN, cubanos, Hezbolá, rusos, narcotraficantes y tratantes mineros, representantes del bandidaje nacional e internacional. Comparten territorio, recursos, protección militar y narrativa “patriótica", con los restos exangües del Estado como vaca lechera y tapadera de las mafias.

Una vez perdido el apoyo popular y el apoyo internacional más relevante, a Maduro no le quedaban sino dos opciones: rehacer su movimiento mediante redefiniciones y depuraciones, lo cual implicaba el riesgo de perder el poder, o concentrarse en mantenerlo a toda costa. Adoptó este último camino, entre otras razones, porque los socios de su corporación criminal no están dispuestos a la derrota bajo ningún concepto. Los implicados en narcotráfico, terrorismo, corrupción y violaciones sistemáticas de los derechos humanos saben que no tienen salvación en este mundo globalizado. El perdón de los poderes internacionales puede ocurrir; pero el de los venezolanos… muy difícil.

Sin apoyo populary sin recursos, con las FAN descompuestas y muchos militares jóvenes en abierta rebelión, lo único que le ha quedado a Maduro, con su corte criminal, es la represión, la tortura, la ilegalidad, las ejecuciones extrajudiciales; en fin, la muerte.

Maduro no va a negociar nada porque ni quiere ni puede. No quiere porque es el legado ideológico y político de Chávez; no puede porque la corporación criminal no perdona un momento de locura. Así se entiende mejor la payasada de Oslo que emplea como tenteallá cuando tiene el agua al cuello y después desecha con la apariencia de seguir interesado.

Torturar, matar y perseguir sustituyeron cualquier idea de política pública. El tinglado de Padrino, Hernández Dala, el Maikel, es para encubrir el crimen. Esta operación del crimen globalizado no saldrá sino por una acción de las fuerzas democráticas también globalizadas.

Carlos Blanco
@carlosblancog

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