domingo, 22 de septiembre de 2019

AMÉRICO MARTÍN: UNANIMIDAD

Ha sido impresionante el arco, rizo o bucle trazado imaginariamente en el aire por Maduro y Guaidó a propósito del diálogo iniciado y cerrado en Barbados y de lo ocurrido en la venerable Casa Amarilla. Todo fue una jugada política, oficio que por desgracia nunca ha tenido buena prensa. Ojalá la tensión entre el mayoritario y mundialmente reconocido eje opositor AN-Guaidó y el militarizado bloque social en el poder encabezado por Maduro, discurriera siempre por los caminos de la Política.

Puede ser una ilusión, por supuesto, pero responde al sentimiento mayoritario del país y al de la comunidad internacional, que presionan una merecida solución pacífica, electoral y democrática.

Porque el asunto no consiste solo en impulsar un profundo cambio democrático, sino en lograrlo sin añadir torrentes de sangre a la masiva devastación de Venezuela

La secuencia de lo ocurrido habla por sí sola. La delegación oficialista se retiró sorpresivamente de Barbados en protesta por nuevas sanciones anunciadas por EEUU, de acuerdo con su ordenamiento jurídico. Las acusaciones se refieren a presuntos delitos de narcotráfico y violación de DDHH y emanan de autoridades norteamericanas, no venezolanas. La decisión de retirarse de Barbados acusando a la oposición de dictar actos respecto de los cuales es manifiestamente incompetente, podría ser un pretexto para no responder a sus propuestas. Esa presunción se hubiera desvanecido de no ser porque el oficialismo selló sus labios. En debates medianamente serios tal conducta ilumina por mampuesto trasfondos no claros.

Tiempo tuvieron de enmendarla, pues la delegación de Guaidó esperó ¡40 días! antes de declarar agotado el “diálogo de Barbados”. Lo cual no significa que se agotara también el de Oslo, como con aguda inteligencia declaró el diputado Ángel Medina. La negociación sigue planteada, como lo pide el mundo y ratifica el eje Guaidó-AN.

Me llueven las preguntas:

¿Qué opinas del acuerdo?

Por oficio –respondo– debo analizarlo con serenidad y temple, es decir: sin sucumbir a sordideces analíticas.

Me comunico incluso con Claudio, antiguo amigo, para conocer pormenores que pueda extraer de una conversación cordial pero franca. Quiero formarme un juicio, no un prejuicio, a fin de ayudar a enriquecer la respuesta opositora. Pero la sucesión de hechos significativos y de declaraciones pertinentes, me proporcionan bastantes elementos de reflexión.

Lo sucedido en la Casa Amarilla es una jugada política del poder. Mejor le iría si se aficionara a “las armas de la política” en lugar de a “la política de las armas”. Porque son las de fuego las que lo han conducido “preso con lazos de acero al potro de su destino”, dicho sea con la venia de Andrés Eloy Blanco.

También es una jugada política de grupos opositores minoritarios que esperan ampliar su espacio, cosa en modo alguno criticable, salvo que conviertan en blanco de su estrategia al liderazgo mayoritario de la disidencia.

No se puede perder la brújula y ponerse a cambiar el curso de la historia. No por azar la AN y Guaidó encabezan el cambio democrático

Verdad es que el sectarismo puede alterar pronósticos. De ahí que sumar, siempre sumar, incluso a gente adversaria, vale más que hostigar a quienes no sean “cristianos viejos”.

Si la tragedia que abruma al país explica la rabia en el corazón de los venezolanos, no tendría explicación alguna que el odio determine la conducta del liderazgo mayoritario. Se explica la rabia del país pero es imprescindible que los conductores sean templados para contener pasiones y serenamente firmes para enfrentar retos.

Por reconocer cualidades como esas en el vilipendiado Guaidó, la plenaria –votando, no incendiando– lo reeligió por unanimidad. ¡Hombre:unanimidad!

¡Ruidoso silencio!

Américo Martín  
@AmericoMartin

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