martes, 19 de noviembre de 2019

JURATE ROSALES: ¿QUO VADIS, ESPAÑA?

Los españoles llevan tres elecciones generales en fila, casi una por año, sin ponerse de acuerdo para formar un gobierno unitario.  Con cada nueva elección aparecen más divididos y cada vez surge menos posibilidad para que los dos grandes y tradicionales partidos, los socialistas y los populares, se pongan de acuerdo para concertar una gobernabilidad estable.  Lo que ya es evidente es que ninguno de las dos cuenta con la mayoría necesaria para ser gobierno, y cualquiera de los dos dependerá de una eventual alianza con otros partidos para alcanzar el número necesario de diputados requeridos para formar el gobierno.

Los votantes intentan en vano remediar la situación optando  por alguna tercera fuerza que permita destrancar la rigidez de los dos grandes partidos. En las elecciones anteriores lo hicieron por el joven partido Ciudadanos sin lograr el objetivo. Esta vez favorecieron a otro nuevo partido, como lo es el ultra derechista Vox. En vez de mejorar la situación, lo que lograron fue disgregar el voto. Apareció un hormiguero de veleidades independentistas, partiditos locales con uno o dos escaños, que adquieren el inesperado chance de hacerse con el voto  decisivo,  transformándose  en necesarios a cualquiera de los dos grandes para formar una  mayoría. Lo cual, en vez de crear la muy necesaria desde hace cuatro años estabilidad política, al contrario, la fragiliza cada vez más.

A todo esto, como guinda de la torta, al interino  premier Pedro Sánchez del partido socialista, no se le ocurrió nada más nefasto, que organizar una visita oficial de los reyes a Cuba. Ahora sí, no solamente han fragilizado cualquier posible mayoría duradera en las Cortes, sino que separan a España de la corriente mayoritaria en la Unión Europea. Cada vez más la política española, que debería ser un ancla para los países de América Latina de lengua española, adquiere el aspecto de una improvisación tirando flechas. Si se trataba de proteger las inversiones españolas en Cuba, cualquier otro alto funcionario hubiese sido suficiente. Embarrar al rey en esta visita oficial a una isla famosa por el número de sus presos políticos, no tiene excusa posible.

El insólito empeño español de favorecer lo que ya una vez en su Historia les costó una cruenta guerra civil seguida de una dictadura que duró décadas y produjo un atraso económico en relación al resto de Europa, no sólo previsiblemente repercutirá en los intereses españoles en América a mediano y largo plazo, sino que ya produce graves consecuencias en los países hispano hablantes de América, que deben lidiar con millones de refugiados provenientes de Venezuela.  La negativa española en la UE de una intervención conjunta en Venezuela viene cargada de consecuencias nacidas de una asombrosa ausencia de visión política. La visita de la realeza a Cuba confirma la ceguera.

El inusual empeño del gobierno de España de frenar, en nombre de la UE, los esfuerzos mundiales para restablecer la democracia en América Latina está creando problemas para todos los países involucrados. La protección que brinda España a los millonarios chavistas que encontraron en Madrid un segundo El Dorado, sorprende y desconcierta. La idea que se cree inteligente al proteger los llamados “negocios”  bancarios y navieros de España en Venezuela es, en realidad, una ilusión cargada de malos augurios. Y el abrir una puerta grande a los becados españoles de Hugo Chávez y de Maduro, como lo es Podemos, no presagia sino sinsabores a todos los españoles. ¡No lo sabremos nosotros, en Venezuela, que todavía padecemos de ese mal, pues nos resultó de dificilísima finalización!

Es natural que, en el futuro, la actual actitud del gobierno español tenga también sus consecuencias; posiblemente en materia de sus intercambios económicos, porque al no comprender  a América Latina en un momento de inédita y dramática crisis en todo ese subcontinente, Madrid se aleja de la realidad americana y perderá parte de sus históricos nexos con su más antiguo y provechoso socio en todos los campos: económico, cultural, político y sobre todo en materia de una continua movilidad de intercambios poblacionales.

El caso de la petrolera española Repsol, que en la actualidad cierra lo principal de sus actividades en Venezuela, sólo será una muestra entre otras, como ya se redujeron las inversiones de Telefónica, Repsol, Acciona, Meliá y BBVA. Apostar a un futuro comunista –destructor de las más firmes economías– no parece tener sentido, sobre todo en un momento en que se ha formado un amplio frente de 40 países con economías occidentales, decididas a rescatar a Venezuela. Cosa que inevitablemente ya se vislumbra en un poco lejano horizonte y del que España desde ya, parece desligarse.

De allí que la imprevisión española y su freno –claramente impuesto en Madrid y en su rol a través de la Unión Europea– para no propiciar, por cualquier vía, el rescate de Venezuela, suene a asombrosa improvisación. ¡Cuánta falta hace la clara visión política de Felipe González en su propio partido socialista!

Jurate Rosales
@RevistaZeta
@enpaiszeta
Directora de la Revista Zeta, columnista en El Nuevo País con la sección Ventana al Mundo. Miembro del Grupo Editorial Poleo.

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