En el neoliberalismo no existe compatibilidad entre política nacional y economía liberalizada. Todo intento de construir un Estado inserto en el liberalismo (dominación) es inversamente proporcional a una política social y económica soberana, nacionalista.
En Alemania (1983), para salir de este dilema se inventa la fórmula del ordoliberalismo: arte de gobernar lo social (gobernanza) e imponer la legitimidad de la libre competencia artificialmente diseñada, reduciendo el Estado a su mínima expresión.
Plantean abstenernos de modificar la competencia e intervenir frente a las desigualdades iniciales. La intervención de los poderes públicos distorsiona la economía, favorece a unos discriminando a otros actores económicos.
Abandonar políticas sociales, controles y distribución equitativa en el acceso a bienes de consumo. Según estos dogmáticos el subconsumo generado por desventajas o incertidumbres compartidas garantizarían un mínimo vital a quienes no puedan asegurar su existencia: la administración de las migajas del Estado artefacto. La economía garantiza a cada quien autoasegurar su propia reserva privada contra fatalidades de la vida: cero pensiones, sistema de salud, educación y vivienda. Capitalismo popular en todo su apogeo.
El inconveniente de aplicar políticas ordoliberales en Venezuela es nuestra Constitución: el Estado es la expresión del pueblo, la economía de mercado no regula la sociedad, las políticas sociales no son de asistencia mínima vital sino de producción social, felicidad y bien común.
Nuestro modelo de Estado democrático social de derecho y de justicia removió obstáculos para garantizarnos una vida digna, utilizando como palanca el dominio público de los recursos naturales y el ideario bolivariano humanista emancipador.
Cualquier política contraria, destinada a abandonar el papel de Estado al servicio de la ciudadanía, renunciando a intervenir en la economía, a la larga será rechazada por todos los venezolanos.
Venezuela, con el conjunto de restricciones que sufre no debe proponerse el ordoliberalismo, necesita una política proteccionista nacional y familiar que nos haga ser mejores, nos dé coherencia en el tiempo, perdurando, sin deshacernos en el entorno hostil. Constituyente
María Alejandra Díaz Marín
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