La política siempre encuentra el mejor pretexto para encubrir razones cuyas tramoyas resultan inconvenientes a la luz de la verdad. De ahí se dice que la política subsiste en la hipocresía, pues en su fondo cabe la mentira disfrazada de verdad. Por eso, el disimulo es para la política como la maldad a la crueldad. Una sin la otra, no funcionan ya que ninguna consigue asidero alguno para arraigarse a suelo firme. Esto llevó a que la política se valiera de las circunstancias que pululan a su alrededor, para torcer las realidades a instancia de lo que ordenan sus amañados intereses. De ahí se deduce que lo que trastorna la moral, se desentiende de la política. Entonces cuesta entender a la moral y a la política compartiendo un mismo espacio.
Frente a este exordio, valdrá preguntarse: ¿acaso existe un modo de impedir que el desbocamiento de los necios anule el esfuerzo de los sensatos? Debe reconocerse que el ejercicio de la política coincide muchas veces con la actitud de cuanto loco pueda poner en práctica su desvarío. La historia es fiel exponente de capítulos que ilustran tan contradictorios episodios.
Es ahí cuando por doquier, surgen teorías de conspiración. O hipótesis que buscan explicar dilemas que se suscitan al interior de cada acontecimiento. Aunque cabe dudar de la congruencia de sus hechos. O de la incoherencia del evento en cuestión. Justamente, es la situación que invita a revisar qué puede ocultar la “cuarentena” a la que se ha obligado padecer por causa de la irrupción del Convid-19. Sobre todo, luego de estar llegando a 70 días de confinamiento. De una reclusión, cuyas consecuencias no son del todo coincidentes con lo que en teoría ha pretendido determinar la correspondiente normativa.
Habrá que iniciar el presente recorrido dialéctico, asintiendo que el mundo está transitando por momentos de profunda crisis. Quizás los más inseguros que contempla la historia universal. Y hasta contradictorios, pues son tiempos en que las tecnologías manifiestan haber avanzado tanto que casi todo puede ser controlado bajo su hegemonía. Sin embargo según las realidades que azotan al mundo, las circunstancias la atraparon. Todo el revuelo suscitado por la acción de una microscópica entidad libre, resistente e inteligente, lo ha demostrado. Más, al observar que la indolencia del virus no se compadece de nadie.
A todas estas, muchas conjeturas se han establecido. Particularmente buscando una explicación que convenza acerca de las razones que han determinado el impacto de esta crisis médica y sanitaria que tiene sometido al planeta. Desde las planteadas con base en argumentos políticos, hasta las que han sido concebidas al amparo de la economía. Todas, con ínfulas de prepotencia y desmesurado salvajismo. Aunque también, otras presunciones que devienen de interpretaciones sociológicas dada la gruesa crisis social que antecede la emergencia del virus coronado 19.
En fin, es factible pensar que la “cuarentena” en curso pueda esconder razones que inciten su incidencia. Sin que las mismas sean capaces de disuadir sospechas de que no son del todo cándidas. Tal como muchos buscan hacer verlas para entonces hacerlas creíbles. Incluso, convertidas en causas susceptibles de legalizarse.
En eso, la geopolítica juega un tanto como presunto cómplice del “obligatorio” aislamiento. Particularmente, cuando es acusado el orden económico mundial de estar avivando un proceso de cambio inducido por la naturaleza de problemas que padece la administración y planificación financiera que movilizan al planeta.
Se sabe de empresas que, a consecuencia de la globalización del mercado e internacionalización del capital, no sólo han ganado terreno económico y financiero. También, lo han perdido. Y en el contexto de estos avatares, se ha producido una competitividad tan letal que la consabida rivalidad azuzó conflictos de los cuales no pudieron escapar muchas de ellas. Es lo que refieren distintos señalamientos asentados en esa onda de preocupaciones.
Esta situación, propia de una economía azarosamente imperfecta, acentuó el desequilibrio económico lo cual urdió a que, en el plano de la pandemia, millares de trabajadores se vieran despedidos. Producto directo de la quiebra de miles de empresa a nivel mundial. De manera que, en primera instancia, vale inferir que lo de la “cuarentena” ha sido una jugada maestra, peligrosa en demasía. Pero que devino de la necesidad de corregir fracturas que han venido afectando el orden económico sobre el cual se movilizan las finanzas generadas por los principales agentes de la economía a nivel mundial. Desde luego, tan dura jugada implicó el encerramiento social. Pues sólo así, ha sido posible sujetar la respectiva dinámica a cálculos más cercanos y depurados de lo que las realidades en proceso de conciliación, han exigido.
La crisis del actual Corona Virus, hizo transparente el cuadro de las finanzas mundiales. Y que según la Ley del Caos, activar apenas una fracción en un lugar cualquiera del planeta, por recóndito que sea, causa una importante sacudida financiera sobre el resto. Así que tan aguda conmoción, debía ser analizada en términos de los equilibrios que cimentan el terreno de la economía. Por consiguiente, había que reflotar la crisis administrativa que venía desestabilizando no sólo bastiones industriales y reductos económicos. Igualmente, afectando gobiernos confiscados por impresionantes deudas externas casi a punto de asfixiar economías regionales. Especialmente, aquellas de delicada salud financiera.
El único flanco que se suponía iba a desmoronarse, era el formado por las clases sociales más desposeídas. Incluso, por la clase media dado el momento en que la crisis comenzara a repuntar en términos sanitarios. Por supuesto, todas aquellas concentraciones de personas que caldeaban ánimos en contra de tan drástica jugada de la economía internacional, había que reducirla. Para ello, debían que ser inhabilitadas atendiendo su capacidad de protesta. Igualmente, evitando que se congregara. Más, cuando no había garantía alguna de minimizar los efectos del virus. Por eso, quedaron suspendidas las Olimpíadas en Japón. Así como se ordenó el cierre de las escuelas en todo el mundo. El zarandeo generado por la emergencia del virus, fue de grado superlativo.
Aunque irrumpió otra crisis de largo alcance. Fue la crisis de la salud o sanitaria. Desde el mismo momento en que la incidencia del virus comenzó a hacer estragos poniendo en aprieto la capacidad de los establecimientos hospitalarios ante la avalancha de contagiados. Por tanto, muchos gobiernos suspendieron algunas garantías y libertades que sirvieran de razones para protestar la falta de mesura de las medidas groseramente implantadas.
Es atroz advertir la cantidad de gobiernos que se han aprovechado de la situación engendrada por la pandemia para abusar de un poder político que cada día pareciera volverse más efímero. Sobre todo, en medio de realidades políticas con herencias de democracia. Esos regímenes han visto en la situación, oportunidades para acentuar la represión, la persecución, el hostigamiento y la intimidación. Del fragor de este conjunto de perversidades, han recrudecido el hambre, la violencia y la inseguridad. Fundamentalmente, al lado de valores morales y políticos que se han visto mermados por la misma causa. Es el caso de la confianza, la tolerancia, la solidaridad, la hospitalidad, el pluralismo y la ética. Incluso, la verdad.
El mundo en poco tiempo, habrá variado su esquema para conducirse entre los desmanes que se conocían. Y que la economía y la política convirtieron en terrenos de libre albedrío desde los cuales se hizo fácil operar en ventaja con la impudicia e impunidad que les permitió la corrupción, la inmoralidad y el poder. Es posible que algo de esto siga estando entre los criterios para imponer la fuerza de quien la posea ante cualquier coyuntura posible. De manera que no es difícil advertir nuevos problemas que buscarán disfrazarse con mascarillas de material quirúrgico. No es tan complicado dar cuenta que, en verdad, hay razones encubiertas en el zanjón de la pandemia. Aunque haya disimulo en el ámbito de esos problemas, en el fondo de las razones es posible dar con la incidencia de la pandemia. Sabiendo que delante de todo, se encubría una mentira evidente. Y detrás, una verdad incomprensible. Pero aún así, será posible saber ¿qué esconde la “cuarentena”?
Antonio José
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
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