sábado, 23 de mayo de 2020

ROMÁN IBARRA, AUTODESTRUCCIÓN (II)

En la entrega anterior de esta serie, por razones de espacio, hicimos apretadísima síntesis de los primeros cinco (5) gobiernos de la democracia civil, sistema construido como dijimos, a pesar del asedio permanente de las fuerzas desleales. Advertimos que esa construcción fue posible, gracias a la firmeza del liderazgo, los factores comprometidos con su desarrollo, y por supuesto las instituciones que de ella derivaban, aunque con el tiempo –hay que admitir- se fueron deteriorando, producto de importantes vicios.

Queremos resaltar que el saldo exhibido hasta ese entonces por el desempeño del joven experimento democrático, es francamente positivo, sin negar como advertimos, los errores, e injusticias cometidos.

En las elecciones de 1983, se produce el triunfo arrollador de Jaime Lusinchi, médico pediatra, y dirigente político de mucha significación en su partido AD, y en su condición de veterano parlamentario. Jefe de la fracción parlamentaria en el congreso, y Secretario General de su partido, lo cual, le abrió camino hacia la candidatura presidencial.

Continuaba el desarrollo de la democracia como sistema, y se profundizaban también los casos de presunta corrupción administrativa, con los cuales, se ponía en evidencia el abuso de poder de algunos de sus funcionarios; no así del Presidente Lusinchi, cuyo decencia no tuvo discusión en lo personal. Sin embargo, episodios como el refinanciamiento de la deuda pública externa hicieron mella en su desempeño.

Hay que destacar, para ser justos, el extraordinario desempeño del Presidente Lusinchi frente al episodio del Caldas, con la incursión de esa fragata colombiana en aguas territoriales venezolanas. El Presidente Lusinchi, hizo de ello un manejo ejemplar; no solo por la firmeza de su advertencia a Colombia para que retiraran en el plazo dado por él para su retiro, sino porque además, mostró liderazgo responsable y serio convocando a todos los partidos sin excepción para participarles su decisión, y en ello obtuvo el más amplio respaldo afortunadamente, preservando así la soberanía de nuestro territorio.

Otro aspecto destacable de la figura del Presidente Lusinchi, era su simpatía personal, demostrada ampliamente con todos los sectores, incluso con quienes para la época fungíamos de dirigentes estudiantiles en las distintas universidades.

Al final de su gestión, y a pesar de que salió de la presidencia con gran popularidad por un manejo publicitario eficaz de su gobierno, luego se descubrió que el país había quedado ampliamente endeudado, lo cual, manchó sin duda su trayectoria como Presidente.

No obstante, el saldo de la democracia como sistema seguía siendo positivo, en virtud de que seguía habiendo paz social, y libertades fundamentales bajo el imperio de la constitución.

En las elecciones de 1988, se presentan a la contienda dos candidatos de mucho peso político: el ex presidente Carlos Andrés Pérez, y el Secretario General de Copei, Eduardo Fernández. Dos figuras claves de la política venezolana, víctimas probablemente de las mismas mezquindades.

En el caso de Eduardo Fernández, y gracias a su triunfo en las elecciones internas derrotando a Caldera, produjo en éste último una reacción impensable para una figura de su jerarquía, y liderazgo. Declaró que pasaba a la reserva, es decir, se inhibía de participar en la campaña; dicho en cristiano, no movió un dedo a favor de la candidatura de su antiguo y fiel aliado.

En el caso del Presidente Pérez, algunas viejas y también nuevas antipatías intrapartidistas, dieron pie a conspiraciones que se juntaron con las viejas aspiraciones de los desleales a la democracia para hacerle gran daño a su gobierno, y a la democracia como sistema.

La excesiva confianza en su propio liderazgo, llevaron al Presidente Pérez a cometer –a nuestro juicio- algunos errores importantes que seguiremos desarrollando en próximas entregas. Se nos acabó el espacio. 

Continuará.

Román Ibarra:  
romanibarra@gmail.com
@romanibarra

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