Estamos frente una lucha maniquea, es decir, sin matices; o se está o no se está con el régimen. Asimismo, a la inversa. Por más filigranas que nos pinten los sórdidos conversos para hacernos creer que ellos no forman parte sustancial de la comandita que fustiga y mata con tal de mantenerse en el poder, pero nadie les cree. O negar su sociedad en los lagos de los recursos y vida licenciosa que muestran con desparpajo, por mar, aire y tierra. En pocas palabras, eso es lo que hay; usted escogerá. En diciembre estaremos frente a una encrucijada, es decir, entre dos caminos. Por lo tanto, es una extravagancia, por ejemplo, abstenerse de participar en la Consulta Popular (CP) programada con grandes sacrificios, con grandes limitaciones económicas, persecuciones de la policía represiva del régimen; ¡pero la CP va! Es un hecho demencial pensar que, porque la oposición haya incurrido en algunos errores —y como consecuencia usted se encuentra desesperanzado— entonces le da igual que gane cualquiera de los dos grupos políticos en contienda. De ser así, resígnese a pasar el resto de su vida en la en la tenebrosa desventura de la amargura.
Por otra parte, con razón, en algunos casos, le reclaman a los sectores democráticos: falta de coherencia, de unidad monolítica, unidad tramada; mientras lo que se logra y le ofrecen es una unidad poliédrica de cuatro o veinte caras o más; sencillamente, esos no son elementos que tengan tanto valor como para claudicar en la lucha que debe ser sin tiempo restringido. Mientras tanto, omite, quizá adrede, que la oposición asiste a esta consulta decembrina con treinta organizaciones partidistas, unas más numerosas que otras, al mismo tiempo, con el apoyo masivo de la sociedad civil venezolana. En algunos balances mezquinos se excluyen los nombres de cientos de compatriotas: asesinados, presos, torturados, exiliados, perseguidos, en situaciones económicas precarias; y todo por el objetivo de encontrar la manera de salir de este gobierno aterrador, extremadamente corrompido. Aferrado al poder hasta tragarse la última gota de petróleo, y escarbar hasta el confín de la tierra para extraerle de sus entrañas el último metal noble para transformarlo en grandes bodegones, y el resto llevarlo a las arcas de algunos bancos “solícitos” que todavía se encuentran en la topografía socialista. De manera, que debemos dejar por fuera esas operaciones de flagelación, exámenes traspapelados y deseos frustrados de almas desesperanzadas. Locuras, ingratitudes abombadas, como decir que Guaidó merece condena perpetua o algo por el estilo. Sí, llevarlo hasta el cadalso de ser posible. Hasta estas irracionalidades extremas pudieran llegarse a pensar.
En conclusión, es un derecho irrenunciable sumarse a la mayoría. Mayoría de compatriotas que al fin y al cabo logren disponer de recursos para adquirir los productos que se les antoje, o darles un puntapié a las infamantes cajas Clap. Mandar a freír espárragos a los delincuentes que le robaron su país. Ese es el verdadero reto, lo demás son pamplinas…
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