Desde que el hombre comprendió la necesidad de proveerse una alimentación que advirtiera la relación entre los recursos culinarios que dispone, el entorno del cual los obtiene y los aspectos socioculturales que le confieren sentido a dicha relación, surgió la gastronomía. Es así que se estima como el arte de la preparación de una buena comida.
Y según el ámbito geográfico en la que dicha relación adquiere forma, difiere la Gastronomía. Por supuesto, siempre apegada a las técnicas, recetas e ingredientes que la evolución histórica de cada sociedad, determina.
Hablar de gastronomía, no es sólo referir la relación entre el ser humano y su alimentación. Es también reseñar las tendencias que cada sociedad establece a objeto de exaltar sus tradiciones y de disfrutarlas. Siempre, exhortando su historia. Aunque las mismas se hayan visto vapuleadas por las realidades políticas, económicas y sociales que han comprometido situaciones propias de la vida del hombre.
En su devenir, el desarrollo de la sociedad luce de por medio. Además no es exagerado afirmar que cada proceso de desarrollo presenta su cuota de obstinación. Por haber vivido algo así como el naufragio de su propia identidad. Y estas sacudidas generan cambios en el entorno de toda realidad.
Así como la política o la economía han sido objeto de consecutivos reacomodos conceptuales y prácticos, el resto de las realidades también. Por ejemplo, la Gastronomía ha adquirido distintas manifestaciones. Así es propio hablar de cómo la Química, u otras ciencias, ha incidido en su avance. De forma tal que si bien se habla de Gastronomía “molecular”, es posible hablar de Gastronomía “política”. No sólo para explicar cómo los gobiernos son capaces de incidir en la alimentación de una población. Tanto como para motivar buenos hábitos alimenticios. E igualmente, para manipular el respaldo necesario al proyecto político en boga. O para idiotizar el discurrir de la sociedad. Sólo así, podría explicarse la paradoja del “sándwich social”.
Todos saben que un sándwich es una reunión de pan, queso y jamón. O sea el sándwich habitual cuya demanda invade hogares y cafés de medio mundo. Es de consumo casi fijo en desayunos y cenas. En casi todas las mesas. Ese sándwich, bien portar el calificativo de “social” dado que su consumo le merece tan fiel adjetivo.
Justamente, la presente disertación busca comparar su esencia y consistencia, con lo que las características del “sándwich usual” permite interpretar. De ahí que se acude a prescribir la paradoja del “sándwich social” para así desnudar el concepto de “mediocracia” desde sus acepciones más significativas.
La primera, tiene el sentido que proviene de la mediocridad (primera mitad del pan del sándwich). De la mediocridad entendida como recurso engañador sirviéndose de argumentos falaces para alcanzar sus propósitos.
La segunda acepción, surge de la injerencia y manipulación de los medios de comunicación y las redes sociales sobre asuntos que se corresponden con sus funciones. Así buscan enmarañar la información y sesgarla, según los intereses que convienen a juicio de los medios y redes sociales (segunda mitad del pan del sándwich).
Mientras que el papel del queso y del jamón, lo asume la población maltratada. Siempre, a consecuencia de la locuacidad proferida desde la perversidad de la “mediocracia”. Indistintamente del juego político en que incursiona.
Cualquiera de las acepciones de “mediocracia”, dejan ver la fragilidad democrática que se padece. Ya sea de este lado del globo o en cualquier otro lado. Más, toda vez que, como recurrentes crisis, son el resultado de la acumulación de problemas políticos. Casi siempre causados por la desnaturalización de mecanismos políticos relacionados por la excesiva concentración de poder. Así como por la desconfianza entre poderes públicos y la reducción de capacidades del sistema político.
Desde cualquier banda o borde que corresponda en alguna de las mitades del “sándwich social”, siempre será la ciudadanía la aporreada. No sólo por estar en la mitad. Sino también, por ser el objeto de ataque de la “mediocracia”. Además que sobre la sociedad recaen los efectos que los discursos, informaciones, decisiones elaboradas o políticas mal formuladas por los apremios de la “mediocracia”, generan.
Y es la razón por la que se habla de “paradoja”. Toda vez que por ella se entiende “una idea de aparente contradicción lógica”. Y aunque encarna algún sentido y cierta coherencia, implica una forma de verdad que tiene lugar en una parte de la realidad.
Lo que refiere el titular de esta disertación, quizás pudiera sonar extraño. Pero en lógica política, las circunstancias adquieren el sentido que resulta propio de cuando las realidades demuestran que en “política”, todo vale. Por eso las paradojas son habituales. Particularmente, cuando las realidades se implican entre sí. De manera que la existencia de una, bien evidencia e involucra la coexistencia del resto. Es una situación propia del zarandeo que produce el discurrir de la política. Especialmente, cuando se tienen realidades que pueden contener diferentes acepciones. Como la “mediocracia”. Y es porque sus interpretaciones se prestan para jugar a las oportunidades aprovechándose de coyunturas y argucias posibles.
Es así como la política se convierte en un acto de equilibrio entre conjeturas, inferencias o conceptos análogos o solapados. He ahí la razón para hablar del efecto producido al superponerse o sobreponerse a acepciones distintas de una misma palabra. Típico caso de “polisemia”, según la gramática castellana . Y en el ámbito de la política, adquiere sentido la paradoja del “sándwich social”.
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Venezuela
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