viernes, 29 de enero de 2021

JOISE MORILLO, LA HORA MENGUADA VS. EL MAL ENTENDIDO

Nacer y hacerse lo que un espécimen del individuo humano es y representa en la vida, tiene en su haber, inmanencia e inherencia respectivamente. En este sentido es probable asegurar la potencialidad del individuo y su vocación. En el caso de que esta vocación sea de filósofo se debería observar que el fundamento o etimológica de filosofía se contempla en el amor al saber. Ese saber, debe considerarse, para bien, no absoluto como Dios en Spinoza o la única verdad de la patrística agustiniana o tomista; sino como objeto de la verdad comprobable e irrevocable -posiblemente- contingente y atrevida como la voluntad del ignorante. 

En esto último radican las dos posturas de las obras analizadas que dan por título este artículo.

En La hora menguada, Rómulo Gallegos, 1880-1846, Venezuela; la época en que sucede  la muerte de Adolfo en Venezuela,  -tomemos un intervalo-  entre 1800-1950, son ciento cincuenta años de miseria política y cultural de nuestro pueblo, rebosado de la sangre de soldados y oficiales -de la gesta emancipadora- al principio  y luego de la saga caudillista y de la persecución política de opositores y disidentes de las dictaduras de los años tempranos del SXX; no es muy alentadora en lo ético como en lo moral. Una moral si se quiere fundada en falsos orgullos, prejuicios, sobre todo discriminación y un obcecado pundonor. El honor está sujeto a la vergüenza o desvergüenza, en esto la infidelidad y la falta de pudor es además de “pecado” deshonra. 

Aquí no vale la prudencia ni ha prevalecido la ética Nicomaquea y o postmoderna, sino una conducta basada en la mentira, ocultar al mundo la verdad para evitar el escarnio y la crítica. Enriqueta y Amelia le han ocultado a Gustavo Adolfo la verdad de su origen. Verdad que descubre por algo todavía más futil -si se quiere endémico- de la conducta humana, el apego a lo material, algo que brilla por lo superfluo, la rotura de una copa desata una discusión entre hermanas que, Gustavo, furtivo capta desde su escondite con el oído en la puerta del Zaguán, oye el producto de la infidelidad de Amelia con el esposo de Enriqueta:  

“(...) Y si no hubiera sido por mí, qué sería de ti? Ni tu hijo te querría, porque Gustavo Adolfo no te hubiera perdonado el que lo hayas hecho hijo de una culpa. Me traicionaste, me quitaste el amor de mi marido. -Pero te di mi hijo. qué más quieres? Te he dado lo que tú no supiste tener. Me debes la mayor alegría de una mujer: oír que la llamen madre. Y te la he dado a costa mía. -¡Traidora!... Mala mujer. -¡Estéril!. 

Gustavo Adolfo, malcriado, engreído, dueño de esa falsa ética y desbordada moral de falso orgullo, huye y no vuelva más a su hogar en vez de apaciguar los ánimos y hacer ver a ambas mujeres que lo que ha valido para él, es el amor que le prodigaron y no el producto de sus errores, propios de la naturaleza humana. 

En “El mal entendido” la cosa va peor, pues, ya era bastante el fragor de los años tempranos del siglo XX, en Europa acontece la 2da. Guerra mundial -digamos así-. Para Albert Camus, 1913-1960, Argel (Dominio de Francia) el autor, Europa era un mundo abandonado, desprovisto de fe y de moral; el destino y la muerte de la especie humana la decide el “hambre” de espíritu y el desconocimiento real del valor de sí mismo y de cosas.  

“los hombres deciden su destino y provocan la muerte por inanición del espíritu.” (Camus). 

Europa convulsa, vivía en la devastación; una de las mayores tragedias en la historia. En la obra se refleja el sinsentido de la conducta humana, como Solución Final. Sea, un extrañamiento absoluto de moral en el tejido podrido de la naturaleza humana. La escena dos hombres y dos mujeres, principalmente. Uno de los hombres hijo de una de las mujeres abandona su hogar fruto de desavenencias familiares y consecuencia de los avatares de la época siniestra en que vivía. El otro, sirviente casi un robot, solo hace caso a las órdenes, las cuales cumple incondicional y complacientemente. Las mujeres son una madre (Maria) y una hija (Marta), hermana del primer hombre. Viven solas en un lugar desolado, en una posada en la que asesinan a los huéspedes para robarles el dinero. 

El hijo (Jean) y hermano de las mujeres, respectivamente, regresa a su casa, luego de 20 años de ausencia y silencio. Quiere compartir con ellas su riqueza, hacerlas felices, pero no se decide a revelar su identidad, así que se presenta como un huésped más. El dilema de Jean es no haber acertado en decir de una sola vez “yo soy Jean”, su ingenuidad, acoplada a la ignorancia de la miseria humana, le ha llevado por un túnel sin salida, por lo cual se hace víctima de un filicidio, Marta, es víctima de su propia ausencia, hambre de espíritu y carencia de moral aunado al desconocimiento total del valor de la vida humana, se entrega con anuencia de la madre a los hombres, para asesinarlos. Maria no reconoce su propia maldad, la sufre por la vida que le ha tocado padecer, es casi una Zombie, triste y vacia. El sirviente cómplice se encarga del trabajo aleatorio, la desaparición de evidencias. Luego de enterarse del fatal error  -las mujeres-  sucumben a la desesperación claman la gracia -que ellas mismas no esperan- de Dios. 

La diatriba contempla la devastación -postulada por los autores- que producen además de todas las causas externas a la conciencia propia del individuo y los avatares cotidianos e históricos, la ignorancia, el desconocimiento de casos y cosas causante de hechos de miseria y dolor. Acerca de esto anterior analizado como miseria humana, Bolívar decía de nuestra miseria política y civil, que hasta el S.XXI nos sigue maltratando, más aún actualmente, como producto de la falta de espíritu crítico y conciencia política, lo siguiente: 

“Uncido el pueblo americano al triple yugo de la ignorancia, de la tiranía y del vicio, no hemos podido adquirir, ni saber, ni poder, ni virtud. Discípulos de tan perniciosos maestros las lecciones que hemos recibido, y los ejemplos que hemos estudiado, son los más destructores. Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza; y por el vicio se nos ha degradado más bien que por la superstición. (...) un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción; la ambición, la intriga, abusan de la credulidad y de la inexperiencia, de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico o civil; adoptan como realidades las que son puras ilusiones; toman la licencia por la libertad; la traición por el patriotismo; la venganza por la justicia. (...) la felicidad consiste en la práctica de la virtud; que el imperio de las leyes es más poderoso que el de los tiranos, porque son más inflexibles, y todo debe someterse a su benéfico rigor; que las buenas costumbres, y no la fuerza, son las columnas de las leyes; que el ejercicio de la justicia es el ejercicio de la libertad.” 

Joise Morillo 
kaojoise@gmail.com 
morillo51@yahoo.com 
@kao_joi_lin 
Venezuela-EEUU

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