Aunque
parecieran tiempos sin precedentes los que se aproximan, igual pueden verse
como tiempos propios para configurar oportunidades dirigidas a desafiar los
problemas que acompañarían dichos momentos. En esos casos, la economía debería
prestarse a actuar como agente de reto ante situaciones imbuidas por oscuras
incertidumbres. Sobre todo, cuando son vivencias propias de caros enredos. Pero
así no acontece. Ni allá, ni acá.
La
recesión económica inducida por la crisis de salud provocada por el Covid-19,
es expresión de tiempos de “oscuros” que han causado y acusado estragos de toda
índole. Más aún, sin la más mínima compasión de las golpeadas realidades.
Además, realidades abruptamente asechadas por múltiples problemas que vinieron
acumulándose.
Asimismo,
los embates de obstinadas presunciones políticas, hacen fila para emprender una
lista de cometidos. Supuestamente dirigidos a resolver gruesos entuertos. Pero
que en el fondo, apuntan a complicar más aún las presentes realidades. Sobre
todo, luego de haber reivindicado importantes derechos humanos y libertades
políticas. Todo ello, a fin de favorecer el desarrollo económico y social,
entendido como palanca que promueve cambios inminentes de todo tenor y alcance.
Pero las cosas siguieron fracturándose.
Sin
embargo, las realidades no dejaron de mostrar su crudeza. Se convirtieron en
escenarios de duros enfrentamientos entre modelos económicos y políticos de
opuestos fundamentos ideológicos. De hecho, estos desencuentros comenzaron a
vaciar esfuerzos que habían liderado la cimentación de importantes propuestas
socioeconómicas y sociopolíticas. Propuestas que, como la globalización, el
liberalismo social o la democracia representativa, establecieron significativos
paradigmas o válidos referentes que intentaron promover valores desde y para la
“sociedad del conocimiento”.
Y
aunque puede asegurarse que tan cuestionados reacomodos o trastornos políticos
y desarreglos económicos vinieron procurándose desde tiempo atrás, sus efectos
se han acelerado inexorablemente. Incluso, sin medida ni previsión de sus
consecuencias. Quizás, ha sucedido todo muy de prisa como resultado de la
irrupción del Covid-19. O tal vez, adrede. Así pudo haber sido, a objeto de
provocar las mayores confusiones posibles. Necesarias, para azuzar un claro
desorden en cuyos terrenos se sembraron y cultivaron actitudes sociales,
culturales y políticas contrapuestas al orden civilizatorio regular.
Es
ahí cuando los caníbales de la política hacen abiertas demostraciones de sus
pérfidas cualidades y sórdidas experiencias. De esa manera, soportan sus planes
en vastos capitales con los que podrían comprar dignidades. Algunas, a cambio
de temerarias e inmorales prebendas.
Así,
logran vaciar de valores a muchos sedientos de poder. Tanto como extinguir
honestidades. Incluso, lo hacen con avaros, timadores y expoliadores. Por
tanto, completan su tarea de ajustar y condicionar actitudes a instancia de
oscuros y perversos planes. Es el camino (ojalá no se alcance ni permita) que
podría llevar al planeta a vivir entre torpezas, miedos y amenazas.
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