viernes, 26 de marzo de 2021

EGILDO LUJÁN, LA SOCIEDAD CIVIL NO PUEDE SEGUIR INVERNANDO

Es lamentable que sea así. Pero se ha convertido en un hecho común y predominante en el juicio. Se trata de que lo característico sea que los países calificados con varios epítetos, como: en desarrollo, subdesarrollados, bananeros, del tercer mundo o cualquier otro término, indiquen, además, que son un reflejo de retardo en su desarrollo tecnológico y social; también que posean altos niveles de pobreza, pero, además, en donde también existe una pequeña porción de la población que disfruta de alta solvencia y con seria capacidad de controlar la economía del país.

Es una realidad que describe situaciones, en las que el promedio cultural del país es deficiente y los niveles de ingresos son bajos. También que el grueso de la población tan sólo pueda preocuparse y ocuparse primordialmente de cubrir sus necesidades alimenticias básicas, si acaso.  Mientras que, adicionalmente, los hechos terminan obligando a la juventud y a las nuevas generaciones, desde muy temprana edad, y sin ninguna formación, a dedicarse a formar parte del sector obrero del país, ganando salarios mínimos, como a verse obligados a  limitar sus posibilidades de crecimiento económico, como de desarrollo social. 

Esta real situación, obviamente, no permite que los pueblos y países colmados de pobreza y necesidades puedan preocuparse ni ocuparse de ideologías, de  partidos políticos y mucho menos del desarrollo económico y social de los lugares donde residen, mucho menos de las naciones en donde nacieron. A la vez que su principal y casi única preocupación es “matar el hambre” y rebuscarse un ingreso de la mejor manera que sea, o se pueda. Eso, lamentablemente,  los convierte en un recurso pasivo e indefenso como seguidores del político o candidato de gobierno que más les ofrezca, dándole nacimiento a la perversa politiquería en la que se combinan los siameses históricos del “paternalismo  y populismo”, siempre abundante en nuestro Continente. 

Es en esa combinación, precisamente, en la que  el politiquero líder o burócrata ofrece dádivas y el pueblo se acostumbra a votar por el que más le regale. Hace creer a ese líder que es dueño del país y que puede disponer de los bienes de la Nación  a su discreción, prácticamente como poseedor de un latifundio personal. Si se quiere, es un vicio histórico que termina convirtiéndose -o prolongando- el nacimiento y perdurabilidad de "Caudillismos" y "Dictaduras". Y olvidándose de que su deber, obligación y hasta subordinación se le debe es al merecidamente calificado pueblo soberano que lo elige.   

Interesante decirlo, una y otra vez: es que ese pueblo que lo elige, es la Sociedad Civil, la cual,  ya cansada,  ha comenzado a unirse y a reclamar sus derechos. De hecho, hoy en Venezuela se estima que un 90% de la población está exigiendo un cambio, mientras convierte su hambre y demás necesidades en el más visible instrumento de lucha. 

En el caso venezolano, donde esta realidad histórica ha prevalecido durante toda la  trayectoria republicana de la Nación, ha condenado  al país a permanecer rezagado en su legítima demanda alrededor de su derecho al desarrollo; también a vivir sometido  a la voluntad, por pasividad e ignorancia, de un caudillo o de un dictador disfrazado de Presidente, y, en el peor de los casos,  a un “cachuchazo” militar, convirtiendo a la nación en un cuartel, a la vez que se le da paso a cualquier falso izquierdista o resentido social de ocasión, dedicado a justificar comienzos y desarrollos de supuestas luchas de clases, mientras inventan a sus útiles Judas que pasan a ser convertidos  en los culpables de sus malas gestiones, corrupción y errores. 

Hay que recordar que la consulta realizada por la Sociedad Civil venezolana el pasado 12 de diciembre de 2020, fue un campanazo de alerta. Y lo hizo dejando constancia de que, con ello, estaba anunciando su despertar como pueblo Soberano. De igual manera, que estaba dando una orden como mandato constitucional, con la que exigía el cese de la usurpación, a la vez que demandaba la realización de unas elecciones libres, promovidas por  un Consejo Electoral imparcial, apoyado en un nuevo y legítimo registro electoral, como de  un control transparente, y de una supervisión nacional e internacional calificados. 

Definitivamente, a los venezolanos les llegó el momento de NO permitir imposiciones de ideologías o intereses de ningún tipo, atendiendo a finalidades ajenas a las de su nación. El país está en la ruina más extrema. Ningún servicio público funciona medianamente bien. Los niveles de producción de todo tipo están en las condiciones más críticas, y la población está huyendo por millones; y lo hace con la expectativa y esperanza de encontrar en algún lugar lo que su país le está negando, según la voluntad de quienes le dirigen y hablan de gobernarle.   

Mientras  en muchos casos deambulan de algún lugar a otro, ante la ausencia de condiciones medianamente satisfactorias, en otras ocasiones, esos mismos compatriotas  tienen que someterse al ya habitual proceso de la humillación, del maltrato, de la xenofobia administrada como violencia corporal, y la obligación de cargar con la violencia estimulada por las culpas de desplazar a locales en las fuentes de trabajo.  

Ya no cuenta ni priva, ni tampoco importa, el hecho de que en la historia política latinoamericana, inclusive, en la europea, exista siempre un capítulo que registra honrosamente los momentos cuando en Venezuela, sin exigir mediatizaciones ni condiciones, abría las puertas del país, y afirmaba que  estaban abiertas para todo el que necesitara amparo y protección, o un lugar en donde permanecer, mientras que el crimen y los criminales de sus países les perseguían. 0, como lo citan otros, les impedían satisfacer necesidades de sobrevivencia, o acordes con lo que representan los derechos humanos.  

“Pueblo somos todos los Ciudadanos que constituimos la gran SOCIEDAD CIVIL”, rezan las expresiones de quienes manifiestan estar cansados y saturados con la afirmación de que “algún día, los duros momentos de hoy serán apenas un reflejo del recuerdo”.  Además de que esa misma ciudadanía constituye la innegable población que puede demostrar que sí son los  dueños soberanos del país.  

Guste o no, agrade o no escucharlo,  no hay otros dueños. Y son ellos los únicos que mandan, ordenan y pueden disponer. Es por eso por lo que también tienen cabida en los derechos ciudadanos, lo que representa el hecho de que Venezuela, integrada por más de 30 millones de ciudadanos, no puede seguir estimulando o promoviendo divisiones, mucho menos priorizando la incontenible promoción de intereses personales.  

Cada paso, acuerdo o manipulación dirigida a fracturar los propósitos sanos y legítimos a los que tiene derecho la ciudadanía, definitivamente, no puede ser admitido. Admitirlo traduce que es la cuestionable permisividad de quienes, muchas veces desde la sombra, terminan convertidos en un minúsculo sector de la población dedicado a promover cada segundo de cada día, en la ruina del país.

No debería ser necesario citarlo y recordarlo: los venezolanos que quieren y trabajan por un país con un futuro convertido en un ejemplo de bienestar y no de ruinas, no pueden ni deben  seguir divididos. De igual manera, los partidos políticos, como parte integral de la sociedad civil, deben unirse a esa misma sociedad, para que, todos unidos, puedan iniciar la gran marcha hacia  objetivos y propósitos en beneficio de un pronto renacimiento democrático.  

Sólo así, de paso, será posible lograr que se pueda demostrar ante el mundo de naciones amigas, el verdadero deseo venezolano de rescatar al país. Pero, además, de darle repuesta al mandato de la consulta electoral del año pasado, para reconstruir la vocación democrática que siempre distinguió a Venezuela y a los venezolanos, sumarnos al coro de naciones desarrollados y democráticas del mundo, hasta restituir el orden ciudadano, el bienestar social  y el progreso de la que  sí puede volver a ser  una nación de trabajo, nunca más la que, como hoy, naufraga en la peor de la crisis de valores a la que ha sido sometida, mientras que los responsables de semejante tragedia, sencillamente, presumen de su supuesta ejemplar  andanza. 

Egildo Lujan
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@egildolujan
Venezuela                                                                                                              

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