miércoles, 21 de abril de 2021

EGILDO LUJÁN: TAPANDO HUECOS EN PLENO DESIERTO. FORMATO DEL FUTURO.

El Fondo Monetario Internacional le acaba de recordar al Gobierno de Venezuela, lo que, seguramente, el régimen no habría querido escuchar. Le dijo que “para ti no hay reales”. Y unos 5.000 millones de dólares que aquí, posiblemente, ya habrían sido cuantificados en su potencial uso, y calificados en el rutinario aprovechamiento en el que se emplea todo lo que ingresa a las arcas nacionales sin tener que rendirle cuentas a ningún ente administrativo, de repente sólo han servido para alimentar las informaciones internacionales, y servir de referencia a los pocos medios de comunicación social venezolanos que se las ingenian para mantener vivas las expectativas de la población.
 
Y debía ser así, en vista de que a ese mismo ente, en 23 años de andanzas, distintos voceros sobrecargados de poder y de soberbia, desde la misma Venezuela, se permitieron decirle fanfarronamente, a la vez que presumían de rebosante dinero proveniente del negocio petrolero, que dicha institución, emblema global del capitalismo, no era querida ni necesitado en esta parte de América Latina.
 
Inclusive, un poco más, y casi le recuerdan que sus recursos se los podía guardar en donde mejor pudiera darles cabida. Y era posible en vista de que si algo sobraba aquí, aparte de arrogancia, petulancia y menosprecio, era capacidad para comprar adulancia y aduladores, cazadores de fondos fáciles. También de facilidades para hacer posible que un emblema de la Espada Libertadora, sencillamente, casi pudiera convertirse en la  útil y presuntuosa manera de ostentar la representación cuasidiplomática de la voz del mando nacional.
 
Habrá que esperar la aparición de quienes, conscientes de que la escasez de fondos en Venezuela no es actualmente un cuento falso, traten de justificar lo injustificable, argumentando que el FMI está actuando de acuerdo a su sometimiento a la voluntad norteamericana. Pero, además, que los derechos  venezolanos son tan legítimos como los de todos los países que están literalmente en la lista de quienes son víctimas de “sancioneros”, como de  las consecuencias  del Covid 19.
 
Sin embargo, más allá de dicha espera, de los argumentos y de los señalamientos sobre a quiénes se les deben semejante maltrato, hay otras realidades cuyas características, definitivamente, no pueden seguir siendo utilizadas como si hubieran convertido a Venezuela en su víctima privilegiada. Sí. Porque  lo cierto es que aquí, pudieran escasear fondos como consecuencia de la destrucción de fueron objeto -entre otras firmas nacionales- la Industria Petrolera y las demás empresas básicas del Estado venezolano y lideradas por quienes decidió algún día el régimen nacional.
 
Es que, además, el suelo venezolano es un terreno en donde se combinan, por igual, empresas privadas expropiadas e inutilizadas, espacios agropecuarios cargados de ineficiencia y convertidos en albergues del canto nacional al populismo y la mentira productiva, y espacios de recreo y resguardo de algunos favorecidos de países vecinos, por el sólo hecho de haber construido “hermandad” ideológica en tierra venezolana.
 
En pocos meses, mientras tanto, a la vez que se difunden y multiplican descripciones sobre las glorias que emergerán de una recuperación económica que sigue imposibilitada de poder crecer, ante la ausencia de una básica estrategia que haga posible un entendimiento mínimo entre el Estado y la cada vez más golpeada y menospreciada empresa privada, la inquietud que reina es mucho peor que lo expuesto. Y tiene que ver, triste y dolorosamente, con la vida y capacidad productiva de los venezolanos a los que la pandemia china les anulará su derecho a ser testigo y activista de lo que fue Venezuela hasta hace 23 años.
 
¿Cuántos venezolanos se quedarán en el camino?. Ciertamente, más de 5 millones de hijos del país, como lo definen muchos, ya “se la  están jugando” fuera del sitio donde apreciaron el sol por primera vez. No obstante, las dudas giran alrededor de lo que ha estado sucediendo internamente, la preocupación que provoca un descalabrado e infuncional sistema de salud apropiado para hacerlo frente a lo que, día a día, se impone en cualquier puerta hospitalaria.
 
Pero ya no por la desatención e imposibilidad familiar para, unidos con médicos, enfermeras y personal de apoyo, salir airosos del desigual conflicto existencial. Sino debido a que, como si fuera poco, ese mismo contingente de profesionales está siendo derrotado en los esfuerzos conjuntos que desempeñan aquellos que se atreven a aliarse para luchar. No para esperar eternamente a que  el mundo se conduela del caso venezolano, en vista de que el llamado recurso vacuna, sencillamente, es una esperanza y nada más que eso. Difícilmente la opción de sobrevivir.
 
Es posible que, entre discursos, acusaciones y señalamientos oportunos para los que no han podido demostrar cuál es su verdadera función en el desempeño del poder, surja alguna tesis dirigida  a acusar a los “enemigos del país” de ser los únicos y verdaderos culpables de que el Covid se desplace libre y felizmente por los rincones de Venezuela.
 
Sin embargo, aquellos que ya fueron debidamente informados acerca de que el Jefe de Estado “ya se vacunó”, por lo que él goza de la ventaja de la protección que le garantiza el hecho de estar en donde está, tendrán que seguir esperando. No por la vacuna. Sino por el favor que, “de buena nota”, pueden ofrecer los socios criollos de nacionalidad rusa, turca, cubana, china o de Irán, Nicaragua y hasta de Corea del Norte.
 
Mientras tanto, entre “la fórmula venezolana” 7 x 7, las empresas venezolanas sometidas a restricciones que no terminan de evidenciar el avance de una lucha abierta a favor de poder seguir viviendo, la tarea colectiva de encontrar respuestas  serias y concretas, no pasan de ser  otra cosa que seguir siendo espectadores de un proceso de Tapar Huecos en Pleno Desierto.
 
 En parte por la sensación predominante de que, en primer lugar, no se sabe en dónde está el desierto. Luego de que quienes lo han ubicado, no tienen claro en qué consiste tapar los huecos, y, por último, que, identificados los dos impedimentos iniciales, carecen de gasolina y de diésel para asegurar la movilización de los afectados, y retornar al sitio de resguardo.
 
Al final, todo concluye en lo mismo. Y se trata de que ayer, literalmente,  se pateó al Fondo Monetario Internacional por lo que es y representa para quienes afirman ostentar el ejercicio del poder, como se traduce en muchas decisiones administrativas. Después que el ejercicio del poder, para quienes afirman gobernar, es una simple posibilidad de permanencia en puestos improductivos. Y la población venezolana sigue soñando con lo que ya se le decía en 1979, cuando algún dirigente escribía que  “debemos  adoptar un diseño o proyecto del país , ampliamente compartido, pero que  no sea producto de la necesidad política inmediata, sino de la visión a largo plazo de la nación en perspectiva, para lo cual es necesario formar una capacidad de acción”.
 
Guste o no admitir, la gran verdad es que el sistema político actual se está agotando, porque está perdiendo la capacidad de acción. Vale decir, una gestión eficiente y unas metas previsibles. Eso, y que es lo inquietante, ha comenzado a convertirse en un argumento de valía e importancia innegable para quienes creen en que la pandemia “puede servir para todo”. Tanto, de hecho, como para que parte del nuevo discurso político comience a tratar como factible -y necesaria- la instauración de una nueva forma de hacer política, más allá, inclusive, de lo que “algunos aventureros” denominan izquierda, derecha, democracia.
 
Egildo Lujan
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@egildolujan
Venezuela

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