Era muy
temprano en la mañana cuando Pedro M., llegó a nuestro Departamento de
Producción Audiovisual, en la Siderúrgica del Orinoco, SIDOR. Creo que era en
1985-86. Pedro era un ex convicto que había sido incorporado al programa social
de la empresa. Desde ese momento se convirtió en el conductor de los vehículos
que nos transportaban al área industrial donde realizábamos los trabajos
documentales, fotográficos y de entrevistas al personal dedicado a la industria
del acero.
Muy pronto
Pedro se adaptó al trabajo audiovisual y le otorgamos otra responsabilidad:
ayudarnos a recoger los centenares de metros de cables de las cámaras de cine y
televisión. Su curiosidad por las imágenes nos llevó a recomendarlo como
asistente de cámara, y después de varios cursos y talleres, encargado del
manejo profesional de esas pesadas reliquias que usaban tubos especiales y
requerían de personal con características específicas. Pedro las cumplía; tenía
la estatura requerida, además de la disposición y el conocimiento práctico y
teórico que le habíamos suministrado.
Pedro venía de purgar condena por delitos de consumo y
distribución de drogas, era un ‘mala conducta’ que en la cárcel de Ciudad
Bolívar había –como cierta vez nos confesó- encontrado al Señor y desde
entonces se había jurado cambiar y ser un hombre de bien. En SIDOR y por su
capacidad y responsabilidad para cumplir con los objetivos asignados, lo
recomendamos para que terminara su escolaridad. Con el acompañamiento de sus
compañeros del Departamento, Pedro logró graduarse de Bachiller y por su
esfuerzo, la empresa lo becó para continuar estudios de tecnología que realizaba
por la noche. Así pudo completar su escolaridad y egresar como tecnólogo en el
área de Recursos Humanos.
Por esos años SIDOR alcanzó los récords históricos de
producción de acero líquido que superaban las 450 mil toneladas métricas al
mes, y poco más de 4 millones 600 mil toneladas al año. Eso situaba a la
industria siderúrgica venezolana entre las 5 más importantes acerías del mundo
y la primera en Latinoamérica. Esos eran los comentarios que siempre salían a
relucir cuando nos encontrábamos, sea en el área industrial como administrativa
e incluso, en cada rincón donde un sidorista hacía presencia. Para lograr esas
metas la industria nunca detenía su funcionamiento. En grupos de 3 turnos de 8
horas, se laboraba de lunes a domingo y del 1 de enero al 31 de diciembre con
un enjambre humano que superaba las 10 mil almas.
Porque la industria siderúrgica no solo estaba
dedicada a producir acero y material primario para su transformación, era una
industria que contribuía directamente con el desarrollo integral de la región y
el país. Por eso se hablaba de ‘riqueza integral’ en tanto se formaba, capacitaba
y actualizaba constantemente a todo su personal. No solamente con becas,
cursos, talleres, seminarios, charlas. También con conferencias donde se
invitaban especialistas en el área industrial, intelectuales, historiadores,
médicos, juristas, y demás profesionales reconocidos en su área. Eso lo
organizaba la empresa con sus ‘Conferencias Gerenciales’ que cada mes se
realizaban en el auditorio central. Recuerdo haber atendido entre tantos
reconocidos intelectuales, al historiador Guillermo Morón, como también al
escritor y psiquiatra, Francisco Herrera Luque.
En la construcción de riqueza integral participaba la
industria en su totalidad. Directamente con sus trabajadores como en la
vinculación directa y permanente con la comunidad. De ese trabajo constante,
asesorando a la vicepresidencia de personal, redactamos el lema: “SIDOR: acero
para el desarrollo, bienestar para el sidorista y la comunidad”. Aparecía en la
última página del quincenario Sidorito, una publicación donde se informaba
sobre las actividades más importantes de nuestra industria siderúrgica.
Lo más
trascendental de todo ello es que en la constancia del trabajo supervisado y el
estudio y discusión de ideas en grupos de reflexión –como se acostumbraba
realizar- se construyó una cultura del trabajo/estudio. Se evidenció la
formación de un individuo apto para vivir, convivir y compartir en espacios de
riqueza integral. No solo porque su esfuerzo en la acería muchas veces le
posibilitaban obtener los llamados bonos de productividad, también porque se
formaba y capacitaba en sus saberes, en conocimientos actualizados.
Por eso es tan delicado dejar a un ser humano a la
deriva y ser permisivo al otorgarle responsabilidades en áreas donde no está
formado ni capacitado. Es relativamente fácil existir en la pobreza, porque su
inacción y costumbres otorgan refuerzos que imposibilitan su superación. Además
de los resabios y el resentimiento social que condenan a un tipo de justicia
primitiva llamada venganza. Lo difícil es lograr existir en la riqueza integral
porque ello impone un constante esfuerzo de trabajo y estudio, con sus períodos
de capacitación y actualización y la contrastación y retos permanentes para ir
ascendiendo en la formación académica, profesional, psicológica y espiritual,
tanto en lo individual como en las responsabilidades comunes con el Otro,
semejante o diferente.
A Pedro M., me lo encontré alguna vez por los rincones
de Puerto Ordaz. Ya no era el desgarbado, larguirucho, de mirada esquiva,
temeroso y silencioso personaje que entró a trabajar como chofer en nuestra
División de Entrenamiento y Formación. La última vez que lo vi era una persona
jovial, segura en sus palabras, amable, respetuoso y cordial. Había logrado un
cambio significativo y evidente, y tenía consciencia de estar integrado a un
grupo de hombres y mujeres que sentían como propio los logros de una industria
que era referencia mundial en su campo de producción.
Juan Guerrero
camilodeasis@hotmail.com
@camilodeasis
Venezuela
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