Entre
los venezolanos, la figura de Vicente Salias es reconocida por haber actuado
decididamente en favor de la causa independentista, hasta su muerte en 1814
cuando, apresado por José Tomás Boves, fue fusilado. A él se atribuye la letra de aquella canción
patriótica convertida luego en Himno Nacional.
Hechos
tan destacados para la historia republicana de Venezuela han ocultado otra
faceta importante en la vida del prócer: graduado de médico en 1799, se sumó a
la Real Expedición Filantrópica de la vacuna antivariólica cuando ésta tocó
tierra venezolana en 1804. Trabajó como miembro de la Junta Central de
Vacunación, instalada en Caracas con el apoyo del Gobernador Don Manuel de
Guevara Vasconcelos, y con ramificaciones en La Guaira, Puerto Cabello, Maracaibo,
Margarita y Cumaná. En tres días vacunaron 2.064 niños, en una Caracas que no
sobrepasaba los 40 mil habitantes, una hazaña que fue saludada por Andrés Bello
con su poema “A la vacuna” y que motivó a Salias a publicar cuatro informes
entre 1804 y 1805.
Traigo
esta historia a colación, presionada por la desazón de nuestras vicisitudes en
torno a la pandemia por coronavirus que nos azota inclemente, a dos siglos de
los sucesos de 1804. En ese entonces los médicos José Domingo Díaz, secretario
de la Junta de Vacunación y connotado realista, y Vicente Salias, fervoroso
patriota, pudieron trabajar juntos y generosamente en favor de la salud de los
venezolanos, usando para ello la más sofisticada técnica médica de la época.
Hoy,
en cambio, cuando ya creíamos que la razón de estado en favor de la vacunación
masiva del pueblo privaría sobre manejos políticos, un régimen alevoso, con
poder de territorio pero sin solvencia económica, es incapaz de llegar a
acuerdos con una oposición que carece de poder fáctico pero que al tener el
reconocimiento de gobiernos extranjeros, está en capacidad de respaldar
financieramente la adquisición de vacunas por el mecanismo Covax de las
Naciones Unidas, a través de los fondos congelados en esos países, una vez
señalados como productos de corruptelas contra el erario nacional. Así las
cosas, las víctimas de esta situación no somos otras que la inerme población
venezolana, sumida en una emergencia humanitaria compleja que tiene a más del
90% en situación de pobreza.
En
estos momentos, la crisis hospitalaria producto del desborde de la pandemia es
de tal magnitud que la formulación y publicación de un plan nacional de
vacunación es un acto imperioso de responsabilidad social. Las cifras crecientes
de fallecidos, entre ellos, 408 médicos y miembros del personal de salud, deben
dolernos como propios. La Academia Nacional de Medicina, el Foro Cívico
Nacional, Fedecámaras y otras instituciones se han puesto a la orden para
apoyar iniciativas que permitan acelerar acuerdos en aras de proteger a la
población con un plan nacional de vacunación que privilegie el derecho humano a
la salud y el bienestar de la gente, por encima de aspiración personal o grupal
alguna. Una actitud así sería criminal a estas horas.
Con
espíritu conciliatorio, el 11 de febrero pasado la OPS anunció la conformación
de la Mesa Técnica Nacional para el Acceso a Covax, con reuniones entre el
Ministerio de Salud y asesores de la Asamblea Nacional de 2015 y el
acompañamiento de OPS y Unicef, a través de la cual se acordó establecer un
único plan de vacunación, a cargo del Ministerio de Salud, con calidad,
transparencia e implementación bajo vigilancia. A ese fin, se liberarían US$ 30
millones, 18 de los cuales para adquisición de 12 millones de vacunas que
inmunizarían a 6 millones de personas, y 12 para inversión en la cadena de frío
necesaria para su resguardo.
Sorpresivamente,
el régimen anunció que no aceptará las vacunas AstraZeneca que forman parte del
mecanismo Covax, bajo el criterio de que son nocivas, concepto ya descartado
por análisis adicionales de datos, mientras da palos de ciego, anunciando que
está dispuesto a cambiar petróleo por vacunas o que a partir de julio comenzará
un plan nacional con una vacuna experimental cubana (Abdala) que carece hasta
ahora de cualquier respaldo científico comprobable sobre su capacidad
protectora. Es decir, el pueblo venezolano se convertiría en sujeto de un
experimento social a gran escala, en aras de respaldar una ideología política obsoleta
que ha invadido el cuerpo de la nación venezolana.
Quino,
el ingenioso creador de Mafalda, esa chiquilla traviesa e irreverente, en una
de sus celebradas viñetas se pregunta si habrá alguna vacuna contra la
malasangre, contra la gente aviesa o vengativa. También me lo pregunto. Si así
fuera, candidatos de primer orden a recibirla serían ciertos personajes ahítos
de poder, inmunizados –ellos sí- con vacunas anti Covid-19 en regla, las mismas
que hoy niegan al resto de la población.
Gioconda San-Blas
gsanblas@gmail.com
@daVinci1412
@DiarioTalCual
http://giocondasanblas.blogspot.com
Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales,
Individuo de Número, Sillón XX
Caracas, Venezuela acfiman.org
“El
castigo por rehusarte a participar en política es ser gobernado por personas
inferiores a ti”. Platón
No hay comentarios:
Publicar un comentario