Una encuesta reproducida por la BBC (Mundo) “reveló
que el 28% de los estadounidenses creía que Bill Gates quiere usar las vacunas
para implantar microchips en la gente. Entre los republicanos esa cifra alcanzó
el 44%”.
El reportaje de marras se titula Vacuna del
coronavirus: 4 teorías conspirativas desmentidas por expertos. Además de la que
culpa a Bill Gates, hay al menos otras tres que no tienen nombre ni apellido.
La que afirma, sin ninguna base científica, que la de Pfizer y Moderna
“cambian” el ADN de las gentes al inyectar una sustancia llamada ARNm. La que
asegura que la vacuna vinculada a la Universidad de Oxford utiliza tejido fetal
producto de abortos. Y la más peligrosa, la que despacha a todas las vacunas
con la falsedad de que es igual vacunarse o no hacerlo, porque el contagio
espontáneo logrará en algún momento la “inmunidad de rebaño” que permite
ignorar el virus, como sucedió hace un siglo con la mal llamada “fiebre o gripe
española”.
Quienes sustentan esta última teoría conspirativa olvidan
el daño permanente que les deja a algunos supervivientes el COVID 19. Más allá
del carácter letal del virus, produce unas secuelas en algunas personas que
tiende a saturar las redes hospitalarias.
Hay sorteos y premios de hasta un millón de dólares
para alentar a la población a vacunarse. Esto sucede en el Estado rural de Ohio
donde el incentivo ha dado resultado y se han multiplicado los “vacunantes”. En
la Florida, aunque nadie lo ha dicho a las claras, parece que las autoridades
han descubierto las ventajas del “turismo de vacunas”. Vienen a Miami de toda
Latinoamérica a recibir la vacuna salvadora. No sólo se benefician quien expone
su brazo a la inyección y el país de donde procede el viajero, sino la
castigada industria hotelera, incluida la línea aérea, los restaurantes y las
tiendas. Es una operación buena para todos.
Lo que no resulta óptimo ni conveniente es la
proclividad de los republicanos a darles cabida a las “teorías conspirativas”.
Pregunto, desde mi total y absoluta independencia, equidistante de demócratas y
republicanos: ¿por qué afirman, mayoritariamente, que la presidencia de Joe
Biden es producto de un fraude electoral?
Si esto fuera cierto, los manifestantes que penetraron
en el capitolio el 6 de enero del 2021 serían considerados héroes por tratar de
ahorcar a Mike Pence, ex vicepresidente de Donald Trump. Si esos republicanos
tienen razón, Pence es un despreciable traidor, que habría vulnerado las
instituciones electorales estadounidenses.
¿Por qué Trump, ante el fraude de Biden y los
demócratas, les pidió a sus partidarios que se marcharan del capitolio, en
lugar de convocar al pueblo a que secundara a los patriotas, incluso poniéndose
él mismo al frente de la manifestación? ¿Es Trump un cobarde que olvidó sus responsabilidades
como jefe del país y del partido fundado por Lincoln?
Traicionar la forma de transmisión de la autoridad en
Estados Unidos es hoy una causa más importante que la secesión de los 15
estados sureños contra los 20 del norte en 1861. ¿Por qué Donald Trump no
presentó las pruebas del fraude? La opinión pública lo hubiese respaldado
vehementemente.
¿Por qué en 63 oportunidades los tribunales, sin una
sola excepción, incluida la Corte Suprema con mayoría conservadora, declararon
“sin lugar” la denuncia de fraude hecha por Rudy Giuliani y otros trumpistas
prominentes?
¿En qué momento el FBI, mayoritariamente compuesto por
caballeros (y algunas damas) republicanos, los campeones de la ley y el orden
desde su fundación por John Edgar Hoover, abrazó el ideario liberal de los
demócratas, en el mal sentido de la expresión?
Hay muchas más preguntas, pero las
guardo para un próximo artículo.
Carlos Alberto
Montaner
montaner.ca@gmail.com
@CarlosAMontaner
Cuba- Estados
Unidos-España
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