La dignidad
del pensamiento, encarnada en Sócrates, Giordano Bruno, Voltaire, Solzhenitsin,
Sajarov, Havel, consiste en buscar “la verdad” y jugársela por ella. Eso es lo
que da moralidad y jerarquía a la práctica teórica. No podemos ser ellos, pero
tampoco sus antípodas. Callar, halagar a los que dirigen, acomodarse a pifias
suicidas, es su caricatura, o mera incompetencia. Igual salir radiante como
Venus del mar entre espuma del semen de Zeus a analizar el error consumado
cuando ya es inútil. Después del fracaso ruinoso, el jardín se llenó de
girasoles parlantes que nos pasmaron con su brillo dialéctico, precisión
expositiva, clarividencia, por desgracia bajo tierra cuando eran necesarios
contra el disparate y no vale comprar lotería después del escrutinio. Médicos
que solo saben hacer autopsias. La razón práctica se debe imponer sobre la
confusión, la crisis y el debate feroz.
Cuando
caminabas por alguna plaza y te fijabas bien, descubrías alguno haciéndose
pasar por árbol de acacia, o por ardilla y si lo saludabas se ponía el índice
sobre los labios (sssssssshhh no digas que me viste) Max Weber pensaba que la
función del político es buscar el poder, la del estudioso buscar el
conocimiento y no deben confundirse. Los griegos dividen el pensamiento en doxa
(opinión común) y episteme (saber sistemático o científico) La doxa es un
físico nuclear que habla sobre las vicisitudes en el Medio Oriente y la
episteme es un físico nuclear que habla de física nuclear. Los abajo-firmantes
o los curiosos pueden decir cualquier simpleza y se entiende, “hablan con el
corazón” pero los “doctos” están obligados a argumentar su silencio o su error.
Llamar “presidencia provisional” un parapeto era sobre todo ridículo. Dante
tenía un círculo del infierno para los malos consejeros.
Falta una
antología de canalladas y calumnias contra quienes plantearon transar e ir a
elecciones desde el primer momento, entre 2016 y 2019, con la potencia de 80%
de apoyo popular. “Fundamentalistas del voto”, “cese de la usurpación”, “ya
estamos cerca”, “Maduro vete ya”, “calle, calle y más calle” (muertos, muertos
y más muertos), “¿cuánto te pagan tarifado?”, “solo se negocia con Maduro dónde
se asilará”, “colaboracionistas”, “intervención militar democrática”, “si o
si”, “presidencia interina”. Prohibido olvidar a los asesores estratégicos
residuales que embaucaron activistas, gente de buena fe y a la comunidad de
países, con demencias quijotescas, “ilegitimidad”, invasión extranjera,
explosión social, sanciones que derrocarían al gobierno, aunque lo que
derrocaron fue la energía de combate y ahora “se negociará” entre escombros.
Moraleja: no hay que hacerse los locos ni adular cuando pulula el desvarío sino
cumplir la responsabilidad de la razón.
Gafedades
asesinas. Un debate académico es inocuo, nace y muere en su cápsula. Pero en la
política real los intelectuales pueden contribuir en grandes tragedias
colectivas o en evitarlas. Dicen que viene una proposición novedosa: la
“constituyente”, en mentís a que “después de la caída cualquiera ve la piedra”
y a favor de que “el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la
misma piedra” y ya lo hicimos muchas veces. La demencia abstencionista de 2005
entregó a la revolución todo el poder para hacer lo que le diera la gana, y se
repiten los traspiés en 2017, 2018 y 2020, lo que liquida las fuerzas de cambio
en su actual postración. Después del majestuoso triunfo en 2015 contra rayos y
centellas, presiones, terror y trampas, era el momento de negociar. Venían las
regionales y locales que prometían otro triunfo clamoroso y un horizonte
interesante en presidenciales de 2018. Había que dar garantías institucionales
al gobierno, posiciones de poder, convencerlo de que la vida seguiría su ritmo
y no vendrían vendettas disfrazadas de “justicia”.
No tenía
clase. Eso hizo la sensatez en muchos países para que el cambio no se auto
desestabilizara con cacerías (solo veamos a Iván Duque). Decidieron no ir a
elecciones, derrocar a Maduro en las calles y vino la hecatombe. No sé si a
algún historiador del futuro le interesará una “narrativa” (hablemos snob) tan
bufa como la de políticos y asesores que en 2018, frente a un gobierno con 80%
de rechazo, deciden abstenerse. “No hay condiciones” dijeron, pero la razón
subliminal era que a Henri Falcón no lo aprobaba el sanedrín por falta de
pedigrí. Hoy los teóricos del silencio, antaño a favor de los despropósitos que
mataron al movimiento social, se explayan en hermenéuticas, porque ya no hay
peligro de que las víboras muerdan y tutilimundi es alacrán, negociador o
colaboracionista. Ojalá la experiencia de ir a tratar de hinojos con el
gobierno después de despilfarrar los grandes esfuerzos y sacrificios de nuestra
sociedad, abra las cabezas de roca. Incurrieron en los mismos errores de 2005,
trece años después y no estamos libres de repetición. Hoy Maduro luce la
pechera cuajada de medallas por las palizas que dio a la gafocracia.
Carlos Raul Hernández
carlosraulhernandez@gmail.com
@CarlosRaulHer
@ElUniversal
Venezuela
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