Llegamos a
esta locura del socialismo del siglo XXI gracias a la acumulación de errores
cometidos por todos, por eso hace falta un mea culpa colectivo.
En 1953, en
plena vigencia de la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez, Mario Briceño
Iragorry, uno de los más lúcidos y esclarecidos pensadores democráticos de la
época, publicó un ensayo al cual tituló: “La traición de los mejores”. En ese
trabajo Briceño Iragorry se esmera en aclarar que: “Venezuela más que de
acusaciones personales, está urgida de un ‘mea culpa’ colectivo” y agrega:
“Hasta tanto no adoptemos una actitud humilde y serena frente a los problemas
de la nación, no lograremos la claridad requerida para entender nuestra propia
función social. Se necesita abrir un proceso de sinceridad y austeridad capaz
de llevarnos a la salvación de nuestro propio destino histórico”.
Las
palabras del gran pensador trujillano tienen una vigencia excepcional en la
hora presente de Venezuela. Son palabras que resuenan en nuestros oídos: mea
culpa colectivo, humildad, serenidad, claridad en el diagnóstico de nuestros
problemas, sinceridad y austeridad. Podríamos agregar también las
recomendaciones de otro ilustre venezolano, el general Eleazar López Contreras
que aconsejaba “calma y cordura” para abordar la crisis nacional.
Llegamos a
esta locura del socialismo del siglo XXI gracias a la acumulación de errores
cometidos por todos, por eso hace falta un mea culpa colectivo. Durante veinte
años se ha pretendido imponer a Venezuela y a los venezolanos un modelo que ha
producido una catástrofe inconmensurable: colapso de la institucionalidad
democrática, desastre de la economía nacional, incremento de la pobreza, de la
miseria, del hambre y de la desolación, aumento exponencial de la corrupción,
colapso de los servicios públicos más elementales para una vida civilizada y un
largo etcétera que sería muy prolijo enumerar.
Los
responsables más directos de esa catástrofe harían muy bien en hacer un mea
culpa. Pero más importante todavía sería que, con modestia y humildad, se
dispusieran a contribuir para que la nación pueda superar la crisis espantosa
que ese modelo ha provocado.
Del otro
lado, los que hemos adversado al modelo propuesto, desde el primer día, hemos
fallado ostensiblemente en no haber sido capaces de construir una propuesta
alternativa y una estrategia adecuada para sustituir al socialismo del siglo
XXI. También nosotros tenemos una enorme responsabilidad en la tragedia
nacional: falta de unidad, políticas excluyentes, ausencia de claridad
estratégica, errores en la conducción política, cultivo de una mentalidad
violentista, golpista, militarista. Un sereno examen de conciencia y un mea
culpa cargado de sinceridad serían aconsejables.
Todos somos
necesarios para salir de la crisis.
Seguiremos
conversando.
Eduardo Fernández
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