A pesar que
los discursos comprometen hechos cuyos desenlaces son desconocidos, hasta el
momento de ser pronunciados, las dudas, inconsistencias y carencias de respuestas son una especie de
denominador común. Sobre todo, en el plano de la vida política. Eso lleva a
inferir que la existencia del hombre contemporáneo, siempre se ha dado entre
golpes y traspiés. Muchos dejan al descubierto cuantos problemas aquejan la
vida. Particularmente, la desigualdad humana. Más, cuando ha sido declarada
como objetivo político.
Pero al
respecto, nada se ha logrado. Por lo contrario, la desigualdad ha contaminado
el discurrir humano en todas sus expresiones. Incluso, al momento de poner a
prueba el alcance mediantes preguntas. Sólo que lejos de obtener alguna
respuesta, se incitan más preguntas.
Así que
ante más preguntas que respuestas lo cual no es del todo cuestionable, surgen
otros problemas. ¿Y por qué sucede esto? Porque la vida es un todo dinámica
que, por tanto, induce que las realidades cambien no sólo de modo permanente.
Sino además, muy rápidamente.
He ahí la
razón por la que siempre la vida del hombre se ha debatido entre más preguntas
que respuestas. Pues cuando se hace posible dirigir las respuestas esperadas,
ya los cambios operados alrededor de la situación en proceso han logrado variar
el ámbito donde tenía cabida la respuesta. Debe prepararse otra que,
posiblemente, correrá el mismo riesgo.
Por eso el
mundo sigue caracterizándose por tener más preguntas que respuestas. Aunque esa
situación, si bien es ineludible, igualmente es necesaria toda vez que el
conocimiento se ve forzado a potenciarse para consolidar todo lo que proyecta.
Más, cuando luce obvio inferir que buena parte de lo que encubren las
realidades, resultan del equilibrio que suele darse entre la impaciencia a que
induce la movilidad del mundo y la cautela a tenerse ante la inseguridad que
envuelve cada trazo de vida. Lo cierto es que el mundo habrá de seguir
movilizándose con más preguntas que respuestas.
¿Por qué
así?
Hay
momentos en que son más necesarias las preguntas que las respuestas. Porque las
preguntas incitan la movilidad. En tanto que las respuestas, despejan la incógnita.
Aunque una vez despejada la incógnita, el problema podría considerarse
resuelto. Y posiblemente, la serenidad colme la situación cuya agitación motivó
la pregunta en ciernes.
Quizás por
eso decía el escritor indio, Rabindranath Tagore, Premio Nobel de Literatura
1913, que “hacer una pregunta es prueba de lo que se piensa”.
Y en
efecto, preguntas que consideren, por ejemplo, ¿por qué ahora?, o ¿qué
significa todo lo que ocurre?, son sustanciales. Aun cuando no cambian la
verdad del contenido de la situación en cuestión. Más aún, le imprimen
consistencia a las variables sobre las cuales la hipótesis pivota. O el
problema se apalanca.
Así
que deberá entenderse que la vida misma constituye una gran pregunta cuyas
respuestas siguen pululando el campo de las probabilidades. Es por eso que
querer ver lo que existe del otro lado del momento vivido, es lo que hace que
el mundo continúe su avance. Aunque sea entre piedras y espinas. Por eso,
siempre habrá más preguntas que respuestas.
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Venezuela
No hay comentarios:
Publicar un comentario