El conde ruso Lev Nikoláievich Tolstói, mejor conocido
como León Tolstói o Lev Tolstói, novelista considerado uno de los escritores
más importantes de la literatura mundial, donde resalta una de sus dos obras
más famosas, Guerra y paz, considerada junto a Ana Karénina, como la cúspide
del realismo ruso, recibió múltiples nominaciones para el Premio Nobel de
Literatura todos los años de 1902 a 1906 y nominaciones para el Premio Nobel de
la Paz en 1901, 1902 y 1910; premios que nunca ganó, siendo una gran controversia
del premio Nobel.
Lo traemos a colación cuando queremos insistir en el
drama o tragedia venezolana, que siempre será la misma causa que exponemos en
el título del artículo. Por ello recordamos su expresión: “La base del poder es
la violencia física y la posibilidad de hacer sufrir a los hombres; una
violencia física es debida sobre todo a individuos mal organizados, de tal modo
que obran sometiéndose a una sola voluntad. Son uniones de individuos armados
que obedecen a una voluntad única, forman el ejército y el Poder se encuentra
siempre en manos de los que mandan el ejército, y siempre todos los jefes del
Poder, desde los cesares romanos hasta los emperadores rusos y alemanes, se
preocupaban del ejército más que de cualquier otra cosa, y no favorecen si no a
él, sabiendo que si está con ellos, el poder les está asegurado. Esta
composición y esta fuerza del ejército, necesarias a la garantía del Poder, son
las que han introducido en la concepción social de la vida el germen
desmoralizador…”
De mayor gravedad lo que continúa en su escrito: “…El
fin del Poder y su razón de ser están en la limitación de la libertad de los
hombres que querrían poner sus intereses personales por encima de los intereses
de la sociedad. Pero, sea el Poder adquirido mediante el ejército, por herencia
o elección, los hombres que lo poseen no se distinguen en nada de los demás
hombres y, como ellos, son impelidos a no subordinar su interés al interés
general; al contrario, cualquiera que sean los medios empleados, no se ha podido
hasta el presente, realizar el ideal de no confiar el Poder sino a hombres
infalibles, o solamente de arrebatar a los que los que lo detentan la
posibilidad de subordinar a los suyos los intereses de la sociedad…”
Recordamos, que desde 1830, al nacer el Estado
venezolano, la Constituyente de Valencia designó al general Páez Presidente del
naciente Estado, quien, a finales de ese mismo año, al ser aprobada la Primera
Constitución, fue electo Presidente de la República separada de la Gran
Colombia. Su habilidad, lo hizo rodearse de los
hombres más capaces de la época: civiles y militares,
esforzándose en mantener el control del gobierno, amparado en su prestigio,
ganado en Carabobo y en la Campaña de los Llanos. Pacíficamente, se transformó
en el árbitro de la vida venezolana y dio vigencia a instituciones que no
existían.
Tal vez sin quererlo, con Páez en la Presidencia y
luego con las candidaturas de Santiago Mariño y Soublette al término de su
mandato, se quiso entronizar en la naciente República, el Poder Militar en el
gobierno. De allí, que para limitar el papel predominante de los militares, en
1834, es elegido un civil, el Dr. José María Vargas, quien postulado por
civiles que se había opuesto al centralismo de Bolívar y patrocinaron la
separación de la Gran Colombia, compitió en las elecciones con los generales
Santiago Mariño y Carlos Soublette.
Pero tan pronto Vargas asume el poder, se reaviva la
pugna entre civiles y militares, impulsada por los jefes militares de la
independencia, quienes querían mantener su predominio. Era el aparente pensar,
de que los únicos venezolanos eran los que habían empuñado las armas y
combatido en la lucha independentista, para ellos, los demás, no tenían los
mismos derechos. De hecho, este pensar marca el inicio de la antidemocracia y
de la cultura de los golpes de Estado.
En efecto, Vargas es conminado por Pedro Carujo a que
renuncie, pero ante la negativa de éste, en un trance muy narrado por la
historia, es hecho prisionero y desterrado, estableciéndose un gobierno militar
presidido por el honorable general margariteño y prócer de la independencia,
Santiago Mariño. Fue el primer golpe contra el poder civil en la República.
En este estado, marca la historia hechos curiosos de
la vida política y democrática de Páez, quien, dedicado a sus faenas de
hacendado, es llamado a asumir el mando de la República, pero éste se niega, y
antes por el contrario, emprende una corta campaña al frente de un ejército
reunido por él y mediante negociaciones, restablece el orden y “le devuelve la
silla” al Dr. Vargas, quien al poco tiempo, sintiéndose débil ante el poder de
los militares, renuncia y entrega la presidencia por los restantes dos años de
su mandato, a otro de sus contendores, el prestigioso general Soublette, quien
al término del período entrega el mando al general Páez, quien había sido
electo para un segundo período.
Luego vendrán otros presidentes militares,
manteniéndose la pugna entre civiles y militares. No obstante, con los mandatos
de Páez, y el de Soublette, se produce una gran transformación, que a decir de
otros países, Venezuela figuró en Latinoamérica, como uno de los países más
adelantados, más prósperos y en camino de prosperar.
Es algo que se reconoce hoy día, pero se mantuvo a
semilla del militarismo de mediados del siglo XIX.
Hoy pareciera una paradoja atacar al militarismo,
cuando muchos claman por una intervención militar para acabar con este desastre
en que vivimos. Mayor incoherencia, cuando algunos de los aclamadores, piden la
intervención extranjera sea como fuere, intentada por fuerzas militares en una
coalición o con fuerza integrada por militares autóctonos en el exilio.
Sin dudas, es una posibilidad que no puede
descartarse, porque es real; sin embargo, el hecho de que la resistencia
opositora en Venezuela no haya cedido a la rendición ni a la lucha democrática
y que sea respetada por el régimen, da la confianza que debemos tener, de que
el gobierno agoniza y cederá en lo que se le pida.
Pero es grave que en el status de la política de hoy,
surge nuevamente la lucha similar entre civiles y militares después del inicio
de la República, pero ya no impulsada por los jefes militares, sino por los
seudo intelectuales que desde 1992 se montaron en la hegemónica política de
guerra del chavismo, que a su vez hizo insurgir el antimilitarismo que hoy se
quiere empoderar del opositor, creando una peligrosa disyuntiva, que quiere
fundarse en la nueva anti política y la abstención electoral y como única
solución la intervención militar.
Sobre el tema hemos insistido siempre, y nos dedicamos
a orientar y oponernos sin mucha presión a los militares en retiro, muchos de
ellos en el exterior, que creen que ayudan a solucionar el problema político
actual de Venezuela, creando un sin sentido movimiento militar, que a mas de ir
contra los políticos que han destruido el país, quieren aparecer como
movimiento opositor, atacando también a los políticos que en búsqueda de la
paz, proponen el reencuentro, el dialogo y los acuerdos necesario para comenzar
en nuevo estado de paz en democracia; y en ese sentido de sano criterio,
criticamos la política de la intervención y del bloqueo, que a nada conduce por
lograr la recuperación nacional.
Enrique Prieto Silva
enriqueprietosilva@yahoo.com
Venezuela
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