Es muy difícil amigar a los militantes de base
cuando han entrado en pleito por una u otra razón. Quienes nunca han militado
en un partido político, por mucho que crean saber de política, acaso no
entienden las dinámicas emocionales de un partido y mucho menos las de sus
militantes de base. Quizás creen que basta con que se acuerden los dirigentes
superiores para que queden limadas todas las asperezas. Y eso no es así.
Quienes hemos militado o militan en partidos políticos y han sido o son
dirigentes, esto lo comprenden muy bien y saben que "luego de ojo sacado
no vale Santa Lucía".
Atónitos (y
sumando más al pipote de desesperanza), los ciudadanos de a pie, que no militan
en organizaciones políticas, ven a los
dirigentes de oposición agarrados por los moños y haciendo que sus respectivos
seguidores se monten en un ring de boxeo.
Es una pelea de perros, desgastante, inconveniente y orientada al
fracaso y que vaya si le viene como anillo al dedo al régimen.
Casi todos
los dirigentes reclaman unidad. Ah, pero a su alrededor. Porque cada cual se
siente propietario de la verdad . Escribo "dirigentes", adrede, no
"liderazgos". Los primeros buscan satisfacer sus propias metas y
objetivos. Son como los gerentes medios de una empresa. Ven su árbol y su
pedazo del bosque. Pero se quedan cortos, muy cortos en lo que se refiere a
liderazgo, un asunto que requiere visión compleja y completa.
Un
dirigente político regional se quedará con el ojo pegado en el fotograma de su
estado. Y supondrá que ha alcanzado su propósito si consigue triunfar en su
pedazo, en su territorio. Si ese mismo dirigente regional tiene liderazgo, verá
el trozo y el todo. Entenderá que su territorio no es sino parte del país.
Estas
elecciones del 21 de noviembre han puesto a pelear a varios en la oposición. No
luce, por cierto, como una sana y democrática competencia. Parece más bien un
torneo de caimaneras enratonadas, con público que aúpa y aplaude y que le pela
los dientes al público del que ha definido no como "competidor" sino
como "enemigo". Este ejercicio del absurdo está ocurriendo en mayor o
menor medida en casi todos los estados y municipios y es alimentado por los
"aspirantes". Es la versión criolla del Juego de Tronos, pero en la
más ramplona producción. Los ciudadanos
de a pie, a saber, los electores, entienden poco, y lo que ven no les gusta. Y
en la punta de la lengua tienen la frase ¡que se vayan todos!
Todas (o
casi todas) las encuestas de opinión revelan que el régimen ha perdido respaldo
popular. Y que contabiliza un altísimo rechazo. Sin embargo, por razones que
tienen que ver con el estado del sistema electoral (de eso se está ocupando el
rector Roberto Picón) y, sobre todo, por el divisionismo en las fuerzas de
oposición, es probable o al menos posible que el régimen se haga con la mayoría
de las gobernaciones, alcaldías y curules regionales y municipales. Esto es de
Ripley.
Hay errores
que por comunes y por muchas veces repetidos no dejan de ser errores. Habla mal
de la capacidad de un dirigente el no querer (o no conseguir) forjar acuerdos
con otros dirigentes de oposición. Habla todavía peor de ese dirigente el optar
por la simplonería de llevar el pleito a los niveles base de la organización o,
más grave, al patio popular. Si no es hábil para lograr apoyos en el ámbito de
sus pares, ¿qué de bueno hay en alborotar a los "fans" y en generar
atajaperros? ¿Acaso no ve ese dirigente, de la tendencia que sea -porque está
de anteojito- que eso es mostrar su debilidad y restar a su fortaleza?
El juego,
señores, lo ganan los jugadores. Los que anoten más tantos, goles, carreras,
cestas, etc. No los que resulten victoriosos en una necia trifulca entre sus
hinchas.
Están, sin
embargo, a tiempo de no hacer el ridículo, sin echar más leña al fuego, sin
derramar más leche en el piso, sin pronunciar frases que luego no haya cómo
borrar de la memoria.
A los
dirigentes, un mensaje: entiéndase entre ustedes. No escuchen a quienes los
insten a propiciar querellas. Es no solo inmoral, sino sobre todo estúpido
lanzar el pleito a las bases.
Es una clarísima muestra de anemia política y de
escasez intelectual. Se trata de liderar equipos, no de comandar grupos. Ganen
el aplauso, no el desprecio. Merezcan a los electores con un juego de altura.
No hay espacio para llantos de plañideras.
Nada hay más importante que Venezuela y los venezolanos.
Soledad Morillo Belloso
soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob
Venezuela
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