La idea sonada que "las grandes fortunas son en
su mayoría un producto del medio social" es falsa, y alude a la teoría
marxista que es la que sostiene exactamente esa misma falacia. Tales fortunas
responden a la iniciativa individual privada, al espíritu emprendedor o
empresario de uno o más individuos creativos que arriesgando sus propios
capitales se lanzan al terreno empresarial a probar suerte, fabricando u
ofreciendo lo que el consumidor demanda.
También es manifiestamente falso que "reciben del
Estado mayores garantías de protección y de seguridad que las pequeñas".
Por el contrario, son las más castigadas con impuestos más pesados. Y
precisamente por su mayor tamaño son las más atractivas para el ladrón estatal
siempre voraz. Nuevamente, que el "estado" favorece "las grandes
fortunas" es otra idea marxista tan falsa como muy popular.
Por último, respecto de que el impuesto proporcional
es más oneroso para el pobre que para el rico es otra falsedad más. En rigor
cualquier impuesto de cualquier tipo y sistema siempre es más oneroso para el
pobre que para el rico aun la ley eximiera al pobre de su pago.
En segundo lugar, tanto lo "necesario" como
lo "superfluo" son apreciaciones que solamente puede hacer el propio
sujeto que valora y no un tercero ajeno al mismo. Mientras haya impuestos nadie
estará exento de sus efectos económicos, aunque no tenga efectos legales. En
este sentido, insistiremos que cualquier impuesto implica un grado más de
pobreza para la sociedad que lo sufra.
Es decir, no resulta posible en ningún caso determinar
cuándo un 10, 20, 30% etc. está gravando lo "necesario" o lo
"superfluo".
En la práctica, los gobiernos zanjan la cuestión
centrándose en los que ellos llaman los grandes "contribuyentes", que
también se denominan como "grandes fortunas" sin prestar mayor
atención al resto.
Como cualquier buen pescador podrá acreditarlo, las
redes de pesca capturan de manera más rápida y mucho mejor a los peces gordos
que a los pequeños. Lo mismo ocurre con las redes fiscales y en exacta medida.
"c) El impuesto progresivo. Los opositores del
impuesto proporcional adhieren decididamente al impuesto progresivo. ¿En qué
consiste? Se llama así a aquel cuya cuantía crece en proporción más rápida que
la riqueza objeto del mismo. El divisor (tasa del impuesto) es variable y crece
a medida que aumenta el dividendo (riqueza imponible). Dentro de este sistema,
que ha venido ganando la mente y el corazón de los estadistas y legisladores,
hay numerosas formas y modalidades de la progresión."[1]
Implica pues que a medida que el patrimonio del
expoliado aumenta se incrementa más que proporcionalmente el impuesto que lo
expolia. Varios autores han expuesto lo negativo de estos impuestos.
Recordaremos -por ahora- lo que el Dr. Sabino dice de los mismos en su ya
afamado Diccionario de economía y finanzas al respecto:
"Los impuestos directos se calculan normalmente
sobre la renta o el enriquecimiento neto que una persona ha obtenido en un año
o período fiscal determinado, o sobre las ganancias de las empresas. Hasta hace
algunas décadas éste era el impuesto principal que recogían casi todos los
gobiernos. A medida que las funciones del Estado fueron creciendo, que se
difundieron políticas de corte redistribucionista y que se expandió la
seguridad social, las escalas fueron aumentando también, para obtener los
ingentes recursos fiscales que se iban requiriendo."[2]
En otros términos -y pese a la prudencia y sobriedad
de la definición dada- lo que se debe interpretar de ella es que a medida que
los gobiernos tornaron cada vez más voraces y esa voracidad se hizo
incontenible "las escalas fueron aumentando también, para obtener los
ingentes recursos fiscales que se iban requiriendo". El pretexto de los
gobiernos es siempre el mismo : el "deber social" o la "justicia
social" donde el gobierno asume por sí mismo la misión de ser algo así
como un enorme Santa Claus que en su formidable trineo tirado por renos (que
bien podrían simbolizar a los contribuyentes expoliados) reparte el botín entre
los "niños" adultos (los "más necesitados").
Y continúa así: "Ello llevó a que, más allá de
cierto punto, se sintiesen los efectos de tan fuertes cargas impositivas sobre
el ahorro y la inversión: al privar a los ciudadanos y las empresas de una
significativa proporción de los ingresos que superan una determinada cifra, se
desalientan por completo los esfuerzos por aumentar la producción y el ahorro.
Los impuestos, por lo tanto, presentan un rendimiento decreciente más allá de
cierto punto: la gente prefiere un mayor ocio frente a una renta imponible
mayor e, incluso, puede tener que optar por el desahorro para poder mantener un
cierto nivel de consumo. Por ello los impuestos directos se han reducido en
muchos países durante la última década y han sido sustituidos en parte, como fuente
de ingresos fiscales, por los indirectos."[3]
Lamentablemente los impuestos directos han vuelto con
toda su virulencia luego de que el Dr. Sabino escribiera estas palabras en
1991.
"El tratadista americano Edwing R. A. Seligman,
en su notable libro El Impuesto progresivo, analiza las diversas expresiones
del impuesto progresivo y reconoce las siguientes especies: 1») Progresión por
clases: consiste en dividir la riqueza imponible en diversas categorías, la más
baja generalmente exenta de impuesto. Cada clase paga no un porcentaje sino una
suma fija que aumenta a medida que se pasa de una clase a otra
superior."[4]
Es decir, la arbitrariedad de las arbitrariedades dado
que esa "suma fija" no es "fija" y, además, la determina el
ladrón fiscal a voluntad y sin criterio objetivo alguno. Quedando librado a la
arbitrio discrecional del burócrata de turno que ampliará el siguiente
burócrata y así sucesivamente a medida que vayan rotando las distintas
burocracias. Se divide la riqueza, que es lo mismo que decir dividir a las
personas en clases o castas, y se trata cada casta conforme a lo que le toque
en suerte o desgracia, consonante varían los humores del todopoderoso organismo
fiscal. Claro está que, el criterio divisor de cada categoría tampoco es
objetivo sino subjetivo de la voluntad del burócrata. En suma, la expoliación
llevada a su mayor grado de tétrica perfección.
[1] Mateo Goldstein. Voz "IMPUESTOS" en
Enciclopedia Jurídica OMEBA, TOMO 15, letra I, Grupo 05.
[2] Carlos SABINO; Diccionario de Economía y Finanzas.
Contiene léxico inglés-español y traducción de los términos al inglés.
Consultores: Emeterio Gómez; Fernando Salas Falcón; Ramón V. Melinkoff. CEDICE.
Editorial Panapo. Caracas. Venezuela.
[3] SABINO C.; Ibídem.
[4] Mateo Goldstein. Voz "IMPUESTOS" en
Enciclopedia Jurídica OMEBA, TOMO 15, letra I, Grupo 05.
Gabriel
Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina
Argentina
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