Conseguir la libertad, en paz, en un régimen que niega
los derechos constitucionales, es una tarea, casi imposible. En los tiempos que
corren, en muchos países se habla de la falta de libertades y del total
irrespeto a los derechos humanos. Por donde una persona saca la cabeza, como en
el fútbol, para despejar un balón, allí mismo recibe una trompada. En
dictaduras, la frase: derechos humanos no existe, y los pensamientos del ser
humano son permanentemente castrados. El filósofo español José Luis Sampedro
decía: “Sin libertad de pensamiento, la libertad de expresión no sirve de
nada”.
La censura limita la libertad de expresión y tiene un
perfil muy concreto. Tradicionalmente ha sido una actividad dirigida y ejercida
por los poderes públicos, consiste en el examen de las obras del intelecto. No
solo libros y periódicos, sino también cómics, guiones de teatro y televisión
sufren la guadaña del censor, para adecuarlos a la ideología oficial del
Estado. Ante la imposibilidad de transformarla, a través de cortes y zurcidos,
el último recurso es proscribir la obra.
El objetivo de la censura es imponer una ideología
para un fin concreto: impedir, desde el poder, que otras concepciones políticas
lleguen al público. Se trata de sacar del debate público las ideologías que se
enfrenten a la dominante. Sin libertad, no hay país democrático, ya que, esta
es la principal herramienta para que los distintos grupos sociales emitan sus
opiniones y debatan sobre los temas de interés general.
Sin libertad de expresión el pueblo queda reprimido e
indefenso ante las decisiones de un régimen autoritario. Aunque, si se
constriñe o prohíbe la libertad de expresión, lo más probable es que una
sociedad explote. Pues, al no escuchar las demandas de los ciudadanos, desde el
centro del poder deberán decidir en forma unilateral, sustituyendo las aspiraciones
de las mayorías. Esto hará que el malestar ciudadano se acumule, hasta llegar a
niveles insostenibles.
En algunos tiempos y países es peligroso ejercer la
libertad de expresión, porque se puede terminar en la cárcel, en el mejor de
los casos, o en extremo, con algunos metros de tierra encima. El principal
enemigo de la libertad de expresión es la censura, tanto de opinión a título
personal, como de difusión de artículos periodísticos; y es que: “la libertad
de prensa está estrechamente relacionada con la libertad de expresión”, me
comenta un amigo periodista. Amparándose en la libertad de expresión, se puede
acudir a la prensa para destapar un caso de corrupción. No obstante, se debe
tener claro que, para acusar a alguien, es necesario presentar pruebas; pues
además de libertad de expresión también existe la llamada responsabilidad
ulterior.
Es preciso destacar que la prensa no nació libre, pero
tampoco debe morir esclava de todo el que se antoje de ella, sea de derecha, de
izquierda o algún dictador atravesado. Algunos investigadores coinciden en
señalar que, las primeras
noticias impresas fueron el medio que utilizaron
gobernantes desde la antigua China y el Imperio Romano para divulgar sus
triunfos y determinaciones.
Desde antaño, se ha señalado a 1440 como el año de
nacimiento de los medios de comunicación social. Es decir, la invención de la
imprenta por Johannes Gutenberg habría dado comienzo a toda una larga historia
que continúa hasta nuestros días. Frente a esta teoría, cabe recordar que ciertos
historiadores apuntan como uno de los primeros diarios de la Roma Republicana,
el Acta Diurna -que eran una serie de tablones que registraban los
acontecimientos más importantes ocurridos en el imperio. Estos paneles eran
colgados en los muros del palacio imperial o en el supremo Foro Romano, por
instrucciones de Julio César, en torno al año 59 a.C.
No solo en esta época existen gobernantes mentirosos,
Marco Tulio Cicerón, desde el exilio, reveló que lo que se transcribía en las
actas publicadas en los muros, no era lo que se discutía en el Senado. Este
filósofo, consagró treinta años al servicio de la ley y al sostenimiento de la
República; sus discursos están cincelados en los anales de la historia y sus
obras literarias forman un constituyente esencial en la lengua latina. “Quien
desea fundar una dictadura -decía Garbanzo, este era su apodo- debe, ante todo,
para salvaguardar su gobierno, silenciar a los perpetuos opositores a la
tiranía”.
Octavio -heredero de César- meditó durante tres días,
antes de decidirse a sentenciar a Cicerón, a quien admiraba mucho. Sabía
Octavio que mediante ese acto estaría enterrando la libertad del hombre, pero
al final cedió. Desarmado y sin oponer resistencia, Cicerón presentó su cabeza
gris a los verdugos enviados para ejecutarlo, exclamando con dignidad: “He
sabido siempre ser mortal”. No hubo demora. Con un poderoso golpe, el centurión
puso fin a la vida del ilustre y desarmado hombre. Con ese acto, la libertad de
expresión había sido aniquilada. Cicerón fue el último paladín de la libertad
romana, más heroico, más poderoso y más leal en la hora final que, lo que había
sido en los miles de horas precedentes.
En la historia de la humanidad, lo realmente
democrático, han sido las noticias que de forma oral son divulgadas, en
diferentes tiempos y comarcas. La información verbal, aun estando sujeta a las
deformaciones del rumor y a la invención popular, nunca ha admitido censores,
no obstante, para masificar la información, habría que esperar circunstancias
históricas como la revolución francesa; la revolución industrial; la
consolidación del capitalismo; la aparición del socialismo y la cristalización
de una clase social urbana; esta última, con necesidades de ilustrarse y
entretenerse, para la cual, el invento de Johannes Gutenberg, la imprenta con
tipos móviles, fue fundamental, al tener la posibilidad de producir los
primeros libros y periódicos publicados en serie.
Noel Álvarez
Noelalvarez10@gmail.com
Coordinador Nacional del Movimiento Político GENTE
Venezuela
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