En estos días los medios de comunicación brasileños
comentan insistentemente el reposicionamiento de Lula en el cuadro político
nacional en momentos cuando la lucha por el control político del continente se
intensifica y se dice que el máximo líder popular del Partido de los
Trabajadores (PT) desempeña un lugar importante en el nuevo ímpetu populista
durante la pugna por el control político sudamericano en la tercera década del
nuevo siglo.
En la marcha de estos acontecimientos también en
Brasil los medios destacan los efectos del doloroso saldo de más de 500 mil
muertos ocasionados por la pandemia y reseñan los adversos cometarios en
relación a la inhabilidad del presidente ultraderechista Bolsonaro de enfrentar
de manera apropiada el covid -19. Esta situación le da píe a la izquierda y a
otros sectores opositores al gobierno para orquestar una campaña nacional con
el propósito de erosionar el modelo neoliberal en el poder y elevar el proyecto
socia que representa Lula. La escalada actual de confrontación se inicia con la
conformación de la Comisión Especial del Congreso (CPI da covid) que investiga
las presuntas irregularidades y responsabilidades del gobierno y más
recientemente por la decisión de la dirección de los partidos de izquierda de
pasar a la acción con actos públicos tendiente a golpear el “mito Bolsonaro”,
en una campaña que pretende reeditar los grandes eventos nacionales de la
recuperación de la democracia en los inicios de la década de 1980, cuando la
sociedad civil brasileña lleno las calles de las principales ciudades del país
bajo la consigna de “elecciones directas ya” y logro la gesta de hacer
retroceder a los militares a sus cuarteles para darle fin al siclo del
autoritarismo.
Sin embargo, en la actualidad desde la perspectiva del
encrespado panorama sudamericano podríamos considerar que es un nuevo escenario
montado por la onda populista izquierdista con el propósito de refundar la
república por las vías del socialismo del siglo XXI. La consideración se
fundamenta en la acción conjunta de Lula con Fidel para fundar el “Foro de Sao
Paulo” en 1990 como una plataforma de vinculación entre partidos de izquierda
organizados nacionalmente con grupos guerrilleros ilegales como la FARC, el ELN
de Colombia y otros países que actuaban en el continente cuando a la caída del
Muro de Berlín buscaban una salida de flotación de los ideales comunistas. Tres
décadas después, en el 2021, vemos como se resquebraja la egida del liberalismo
dominante en la marcha de mundo desde principios del siglo XIX cuando en
América Latina se produce la independencia de los reinos de España y Portugal)
y aparecen de los antiguos espacios coloniales nuevas entidades políticas
independientes que se insertan como dependientes del comercio del sistema
capitalista occidental.
El capitalismo en América evoluciona de manera
asimétrica entre las relaciones de progreso de Estados Unidos y de
estancamiento en América Latina hasta el pasado
siglo cuando el país la plena hegemonía del sistema.
Esta situación en nuestra región se encuentra en transición hacia una mayor
autonomía pero, los partidarios del socialismo de siglo XXI adoptan una
posición radical y esquemática cuando simplifican como un solo fenómeno el
imperialismo norteamericano, el grado capitalista latinoamericanos y el legado
nacionalista que para superarlo presentan el caso cubano, un modelo de la guerra
fría como una regla para la región.
Estos anacronismos algunos regímenes de izquierda
intentan imponer con una deriva autoritaria aprovechando la puja multipolar
cuya disputada se dirime entre los intereses creados entre Washington, Pekín y
Moscú. Mientras acentúa la desestabilización en las democracias liberales en
Colombia, Chile, Perú y como vemos el objetivo mayor se orienta hacia el
Brasil, esperando que a donde se incline éste país terminara haciendo
Sudamérica. La figura Lula se convierte primordial en los objetivos del
populismo cuando el personaje ha logrado de manera espectacular la recuperación
de sus derechos políticos y crea una nueva coyuntura para las próximas
elecciones presidenciales del próximo año para derrotar a Bolsonaro.
Sin embargo, para alcanzar este objetivo Lula y lo que
representa el lulismo (el nombre que asume el socialismo del siglo XXI en
Brasil) tiene(n) que redefinir su perfil de mito popular diferente al de 2002
cuando llego a la presidencia, en concordancia con el aceleramiento de la
dinámica de cambios a todos los nivele de nuestras vidas que va impulsando el
nuevo siglo. Cuando el lulismo llego al poder por primera vez tomo el gobierno
pero no logro cambiar el Estado que continua manteniendo su función histórica
de controlar la unidad del inmenso espacio territorial igual a la mitad del
continente, con una posición ventajosa sobre sus vecinos hispánicos. Además el
Estado recibía como herencia el desarrollo industrial más significativo de
América Latina.
Así, en esa oportunidad el lulismo (en representación
del Foro de Sao Paulo) puede convertirse en el marco de referencia del nuevo
proyecto político de convergencia regional, intentando una nueva proyección
geopolítica del continente aprovechando la coyuntura internacional. Lula zanja
las diferencias histórica con Argentina y establece una alianza con el proyecto
de Néstor Kirchner e igualmente lo hace con Hugo Chávez cuyo modelo el Alva
representa una posición más radical ya que asumía la posición fidelista en el
caribe pero, Brasil actúa como el moderador del continente buscando superar las
asimetrías existente mediante la armonización económica estratégica del
continente.
Con este objetivo se crea Unasur la primera plataforma
sudamericana de desarrollo socioeconómico esperando convertirse en el nuevo
paradigma latinoamericano y el Lulismo intenta la creación de un estado de
bienestar que saca de la pobreza a millones de brasileños, el país convertido
en miembro de Brics se ufana de ser una potencia emergente, apoyada por una
coyuntura favorable determinada por el aumento de los precios de las materias
primas, la llegada del capital chino y la tolerancia de los centros de poder
internacional cuestión que se prolonga hasta 2016. En esa oportunidad bajo la
excusa de la corrupción administrativa el lulismo es
sacado del poder y arrinconado políticamente. Hoy la situación pendular cambia
y la situación se refleja en la situación actual del Brasil creando una nueva
perspectiva del resurgimiento del mito Lula pero ante un nuevo reto
representado por la reformulación de un acuerdo de consenso nacional surge una
primera inquietud en relación a cómo conseguir la inclusión de las aspiraciones
democráticas de la poderosa burguesía industrial y de las diferentes capas
medias que evidentemente tienen una aspiración bastante diferente del modelo
representado por la sociedad comunista de cubana.
El otro asunto es el relacionado a la relación de los
dos contendientes con el Estado, en el primer caso Lula podría contar con la
nación pero choca contra el Estado conservador, mientras Bolsonaro cuanta con
el Estado pero choca contra los sentimiento democráticos nacionales. En fin, en
Brasil a diferencia del resto de países americanos aparece primero el Estado
antes de la nación, en un pacto de aceptación biunívoca entre el rey que se
encontraba en Río de Janeiro y los hacendados esclavistas en las diferentes
regiones con la finalidad de preservar el inmenso territorio. Desde 1822 cuando
aparece el Estado imperial con Pedro I el estado se ha mantenido como el centro
de conciliación nacional y en el 2022 cuando el país arriba a su bicentenario
los brasileños dimitirán su futuro entre dos mitos el neoliberal de Bolsonaro y
el socialista de Lula.
Alejandro
Mendible
mendiblealejandro@gmail.com
Caracas – Venezuela
Enviado a nuestros correos por
Jesús Enrique Matheus Linares
jmateusli@gmail.com
@UranioMomoy
Venezuela
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