Con cada octubre regresan las naos españolas a costas americanas y se reproduce por enésima vez la discusión acerca de los nocivos efectos que tuvo la presencia europea en los pueblos autóctonos, la inmoralidad de la aventura conquistadora, la destrucción cultural, el impacto en el medio ambiente, y una larga lista de desmanes que habría traído consigo el Descubrimiento/Conquista de América, o el Encuentro/Encontronazo de dos Culturas, según sea su predilección para nombrar el monumental evento histórico que desató el traspiés geográfico de un genial marino europeo, sobre el que no hay certeza ni siquiera de su nacionalidad: Don Cristóbal Colón.
Como es harto sabido, en su alucinado viaje hacia Cipango y las especies, tropezó con un rosario de islas que eran tan solo el presagio de un vasto y rico continente al que confundió con la India. Pasaría parte importante de su vida litigando con la Corona española, lo que consideraba una justa recompensa por sus desvelos. Y como si fuera poca su escasa fortuna, un avispado marino y comerciante italiano, Américo Vespucio, le birló el honor de que el continente que él contribuyó a descubrir llevara su nombre. Y como América quedó bautizado. (Bueno, cuidado y nos cancelan el nombre por europeizante).
La proximidad de las fechas conmemorativas -de lo que cada quien crea mejor conmemorar- ha dado pie a una refriega trasatlántica entre el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y algunos políticos de eso que los medios denominan “la derecha española” con motivo de la reiterada petición de AMLO de que el Reino de España redacte una carta pidiendo excusas por las atrocidades cometidas durante la conquista de México. En un supuesto arranque humorístico, un ex presidente español -bastante sangrón él- le increpó que con los nombres y apellidos tan españoles que llevaba encima estuviera pidiendo que los españoles se excusaran. Qué mejor regalo para el presidente mexicano que tanto le encantan los barullos.
Hasta el pobre Francisco, que últimamente no hace otra cosa que excusarse por las diversas tropelías cometidas en el pasado por representantes de la Iglesia Católica, recibió su regaño por parte de la presidenta de la Comunidad de Madrid, por estar excusándose con México por los “pecados” de la Iglesia durante la conquista. Vaya discusión histórica, pero en esa andamos, son blancos y se entienden.
Lo que se quiere omitir, y por eso no ayudan en nada las desatinadas y altaneras respuestas desde la Madre Patria, es que lo que surgió de la conquista de América es un producto cultural complejo y rico que no admite los encasillamientos fáciles para dotar el argumento. ¿Cuán española o cuán mexicana es la obra de Sor Juana Inés de la Cruz, Alfonso Reyes u Octavio Paz? ¿Y la arquitectura de Luis Barragán o la pintura de Diego Rivera? ¿O las películas mexicanas de un español tan español como Luis Buñuel? ¿Y la voz de Plácido Domingo o la Sinfonía India de Carlos Chávez? ¿O rebobinando bastante más atrás, el barroco novohispano?
¿Habrá que poner toda la riqueza cultural que se derivó de la conquista y posterior independencia de América en estado de pre cancelación hasta tanto la nueva inquisición decida sobre su grado de pureza y no contaminación con elementos culturales foráneos? ¿Atizar con libros y obras de arte, estatuas y edificios, museos e iglesias una hoguera para cancelar las vanidades extranjerizantes que nos trajo el descubrimiento de América? ¡Ay Colón, de haberlo sabido!
Jean Maninat
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Venezuela
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