Por más de dos milenios la Iglesia Católica en particular y las Iglesias Cristianas en general se han distinguido por proteger a los humildes, socorrer a los desamparados y alimentar a los hambrientos. En el momento en que redacto estas líneas la iglesia católica y las iglesias cristianas americanas protegen, socorren y alimentan a los millones de migrantes que violan las leyes americanas cruzando de manera ilegal la frontera sur de los Estados Unidos. Para esas iglesias la libertad, la seguridad y el bienestar de los seres humanos tienen prioridad sobre la soberanía de los estados nacionales.
Fue probablemente pensando que esos principios se aplicaban a ellos un grupo de cubanos acudió el domingo 24 de octubre a la Plaza de San Pedro, cuando el Papa Francisco presidía la oración mariana del Ángelus. Después de todo, por más de seis décadas los cubanos hemos sido perseguidos, encarcelados, torturados y condenados a la miseria en nuestra propia patria. Nadie que se respete a sí mismo puede negar que, en lo que concierne a la libertad de Cuba, muchos países e instituciones nos han tratado peor que a los extranjeros que entran ilegalmente en los Estados Unidos. En cuanto a la Iglesia Católica, el 24 de marzo de 2010, en un artículo que titulé “Entre mi patria y mi iglesia,” escribí: “Lo que es innegable, porque esta corroborado por los hechos, es que la Curia Romana y la Jerarquía Eclesiástica de Cuba en ningún momento han adoptado una política firme y pública contra la brutalidad del castrismo”.
Ese fue el mismo mensaje de complicidad con los tiranos de Cuba que envió Francisco al mundo cuando reprimió a los exiliados cubanos que pedían libertad el 24 de octubre en la Plaza de San Pedro. A poco más de tres meses de las protestas pacíficas realizadas el 11 de julio (11J)--que fueron violentamente reprimidas por el régimen--Francisco les soltó los “perros” a los manifestantes.
Por su parte, portando banderas de Cuba, rezando y coreando diversos lemas a favor de la libertad, cientos de cubanos llegaron ese domingo a la Vía de la Conciliación, la avenida principal por la que se accede a la Plaza de San Pedro. Solamente 15 de ellos fueron admitidos a la Plaza de San Pedro. La policía de El Vaticano no solamente los obligó a guardar las banderas cubanas sino forcejeó con los que se negaron a guardarlas.
Esta conducta de la policía vaticana es totalmente contradictoria a la adoptada hasta ahora con los feligreses que despliegan las banderas de sus respectivos países con la esperanza de ser mencionadas por el Papa. Se prohíben los mensajes políticos pero no las banderas. Los cubanos residentes en Roma están al tanto de esa política y pensaron que podrían hacer lo mismo. Pero ese día todo cambió. La policía los trató como a delincuentes y Francisco mantuvo un silencio elocuente que confirma su simpatía hacia los socialistas y los militantes de la izquierda fanática.
Pero esa moneda tiene otra cara que no es otra que la repulsión que Francisco no puede ocultar por los gobernantes que profesan el capitalismo y por los militantes de la derecha política. La prueba irrefutable la tenemos en la conducta de Francisco con respecto a distintos gobernantes. Mientras atacó sin piedad las políticas migratorias de Donald Trump ignora los crímenes de tiranos como Raul Castro, Nicolás Maduro y Daniel Ortega.
Aunque nos moleste reconocerlo, muchos nos hemos equivocado, entre ellos yo, atribuyendo la conducta cómplice de la curia cubana con la tiranía a direcciones recibidas desde la curia vaticana. El caso de Venezuela demuestra lo contrario. Mientras los prelados venezolanos se han enfrentado a Maduro, los de Cuba se han arrodillado ante nuestros tiranos. El caso más indignante fueron las declaraciones del Cardenal Jaime Ortega Alamino con respecto a los opositores cubanos. En 2014, de visita en los Estados Unidos, Ortega calificó de “antiguos delincuentes, sin nivel cultural, algunos con trastornos psicológicos” a un grupo de disidentes que ocuparon un templo y fueron desalojados por la policía, a solicitud del prelado, días antes de la visita de Benedicto XVI a la Isla en 2012.
Recorriendo brevemente la historia de la iglesia, Francisco no es el primer sinvergüenza que ocupa el trono de San Pedro y seguramente no será el último. En el curso de los dos milenios de la Iglesia Católica ha habido papas tan miserables y hasta peores que Francisco. Entre ellos Alejandro VI, un español rico que supuestamente compró el papado sobornando a sus compañeros electores. Esteban VI, quién ordenó que el cuerpo de su predecesor Formoso fuera arrastrado por las calles de Roma y arrojado al río Tíber. León X, miembro de la poderosa familia Medici quién vendió indulgencia para encubrir su derroche del tesoro de El Vaticano. Su conducta enfureció a Martin Lutero y provocó la Reforma Protestante. No sigo citando porque ya esto se ha hecho muy largo.
Aunque no se haya enterado, Jorge Bergoglio es un comunista desde sus años juveniles en los seminarios latinoamericanos penetrados por la funesta Teología de la Liberación. No tiene carnet ni ha pertenecido jamás al partido pero sus acciones son las de un comunista. Y las acciones, más que las palabras, son las que revelan la naturaleza oculta de cualquier hombre.
Aquel genio gigantesco que se llamó José Martí, dijo: “Los hombres se juzgan por lo que hacen, no por lo que dicen”. Siguiendo ese razonamiento, yo digo que los hombres se conocen por la forma en que actúan, no por su indumentaria y, mucho menos, por su retórica. Se puede ser comunista de carnet y comunista de conducta. Comunista de boina roja y comunista de sotana. Comunista de barricada y comunista de misa cantada. Los de conducta, sotana y misa cantada son los más peligrosos porque nunca sabemos cuándo o por dónde nos clavarán el puñal.
Ese es el caso este Francisco que no es capaz siquiera de disimular sus verdaderos sentimientos en el cumplimiento de sus funciones protocolares. Las pruebas las tenemos en las fotografías con Nicolás Maduro y con Donald Trump. Con Maduro despliega una sonrisa de oreja a oreja. Con Trump muestra un rictus de asco y de rechazo. Alguien ha dicho que “una fotografía vale más que mil palabras”. Yo digo que estas fotografías valen más que millones de palabras.
Afortunadamente, para profesar mi fe, rogarle a Cristo y defender mis principios no necesito pasar por Francisco. En las cosas terrenales, un papa se equivoca tanto como el más ignorante. Además, hay papas que van y vienen como los tornados en estos tiempos huracanados que vive la humanidad. Esta iglesia no es sólo de Francisco sino de Pedro, Pablo, Agustín y Juan Pablo. Escoja cada cual a través de quien se comunica. Yo, por mi parte, para rogarle a Cristo no necesito a Francisco.
Alfredo M. Cepero
alfredocepero@bellsouth.net
@AlfredoCepero
Director de www.lanuevanacion.com
Cuba - Estados Unidos
http://www.lanuevanacion.com/index.php/opinion/alfredo-m-cepero/1451-para-rogarle-a-cristo-no-necesito-a-francisco
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