domingo, 28 de noviembre de 2021

PEDRO ELIAS HERNÁNDEZ: FATIGA CÍVICA

“Hoy las cosas están un poco más en calma y la turbulencia política ha amainado significativamente, no así la precarización de las condiciones materiales de vida. Tal circunstancia ha alejado a los votantes de las urnas. Por un lado, un auténtico cansancio luego de tanta confrontación que en perspectiva se ve inútil, y por otro, un fardo económico muy pesado que los venezolanos llevamos sobre nuestros hombros”.

Casi 60 % de abstención y desvanecida la ilusión de un posible voto hacia opciones electorales independientes, son los datos más duros que arroja la elección del pasado 21 de noviembre.

El sector que se identificaba como de rechazo a los polos constituidos, no se pudo expresar política o electoralmente. No hubo ningún candidato llamado independiente que haya ganado alguna gobernación. Los liderazgos llamados emergentes, no aparecieron, o lo hicieron muy modestamente desmintiendo el pronóstico de las encuestas.

El Partido Socialista Unido de Venezuela mantuvo su avasallante hegemonía con unos 4 millones de votos. Una votación con rendimientos cada vez más decrecientes, pero que pareciera aún suficiente para mantenerse en el poder. Hasta ahora ha mostrado enorme eficacia para remolcar un volumen de apoyo considerable, dentro de su menguante universo de simpatizantes.

Las diferentes expresiones de la oposición, la MUD con 1.500.000 votos, la Alianza Democrática con 1.200.000 sufragios y el resto de las fuerzas contrarias al oficialismo, aunque lo superan cuantitativamente, no alcanzan el objetivo de dibujar un mapa político distinto al que tenemos desde hace 22 años. El desapego hacia la polarización ciertamente se hizo presente por parte de los votantes, pero no se expresó en opciones de corte independiente, sino que llevó agua al molino de la abstención.

Es evidente que después de dos décadas de extrema politización, se manifiesta masivamente una notable fatiga cívica. Las revoluciones son fenómenos curiosos. Entre otras cosas, son poseídas por la obsesión de la política. De allí que un gran pensador marxista de origen peruano, de nombre José Carlos Mariátegui, dijera en una ocasión que, en condiciones normales, la política es simple administración y parlamento, pero que en circunstancias revolucionarias se convierte en el centro de la vida.

Las revoluciones, y la revolución bolivariana en Venezuela no es una excepción en esta materia, se caracterizan por su constante apego por el conflicto. La ley de hierro de las revoluciones es la permanente confrontación. En ese sentido las sociedades son sometidas a permanente movilización en función de propósitos heroicos destinados a combatir a un enemigo verdadero o imaginario, lo cual hace que se construya oficialmente desde el poder una narrativa épica, una epopeya trascendente que le imprime un carácter casi siempre pugnaz y muy beligerante a este tipo procesos.

Hugo Chávez se tropezaba frecuentemente con un dilema: ¿Era un Jefe de Estado, el gobernante de un país o el líder de una revolución? Tales papeles suelen ser excluyentes y en líneas generales casi siempre explican el estrepitoso fracaso político, económico y social de la mayoría de las revoluciones.

La contradicción irreconciliable entre la voluntad revolucionaria y la función de gobierno suele hacer crisis. Venezuela no ha sido un buen ejemplo en ese sentido. Buena parte de las dos últimas décadas se perdieron en infinidad de ensayos sociales y procesos de ingeniería social que consumieron en gran medida los inmensos recursos fiscales que dispensó un prolongado período de altos precios petroleros.

Hoy las cosas están un poco más en calma y la turbulencia política ha amainado significativamente, no así la precarización de las condiciones materiales de vida. Tal circunstancia ha alejado a los votantes de las urnas. Por un lado, un auténtico cansancio luego de tanta confrontación que en perspectiva se ve inútil, y por otro, un fardo económico muy pesado que los venezolanos llevamos sobre nuestros hombros, constituyen factores determinantes en el ánimo popular.

La reconciliación ciudadana hacia el hecho político y la renovación de su interés por los asuntos públicos, tardarán un tiempo para que se restablezcan. La anemia política será un dato con el que habrá que lidiar. Y ese es el desafío del liderazgo, tanto del chavismo como el de la oposición en los venideros años.

Pedro Elias Hernandez
pedroeliashb@gmail.com
@pedroeliashb
Venezuela

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