Actualmente, el mundo político está saldando los pecados cometidos en las postrimerías del siglo XX. Incluso, mucho antes. Los líderes e individuos de pensamiento de países que sucumben ante las precariedades del subdesarrollo, se sienten defraudados por los resultados de sus ejercicios políticos. Aunque lo disimulan.
Escasamente, estos personajes, no advirtieron problemas que las ideologías, en su comprensión y praxis, causarían. El izquierdismo, anotado en el glosario “revolucionario”, demostró gruesas deficiencias. Y que ni siquiera, las doctrinas derechistas y sus adeptos alcanzaron a comportar. Quizás, porque dieron cuenta temprano que sus propuestas no serían plenamente logradas en razón de importantes insuficiencias que explicaba el lerdo tránsito del desarrollo económico y social pretendido.
El izquierdismo que experimentó América Latina, y particularmente Venezuela, surgió apoyado en presunciones soportadas por retazos de historia política contemporánea. Y que a decir del periodista y escritor estadounidense, Ambrose Bierce, no puede negarse haber sido escritos con base en relatos casi siempre exagerados, de gobernantes y militares apegados a un ridículo triunfalismo.
Esta izquierda política, no siempre basó sus postulados en criterios que hicieran ver las verdades ocultas que suelen solapar las realidades que embargan toda época. O sea, toda situación y toda circunstancia. La exigua transparencia asomada como problema, ha sido razón para desfigurar las realidades. Para luego configurarlas de acuerdo a los intereses más conspicuos y cercanos a las motivaciones que sostienen los discursos políticos. Es la forma como se ha movilizado la izquierda. Y justificado las disposiciones emprendidas.
Ese estilo de hacer política, se alineó con coyunturas que caracterizaron la dinámica política internacional. De esa manera, la izquierda se valió de eventos que crisparon el mundo de la política en el ocaso del siglo XX para encubrir los errores cometidos. Puede hablarse, por ejemplo, del final de la Guerra Fría, de la redefinición política y económica de la agonizante Unión Soviética, del derrumbe de las ideologías socializantes luego de la Segunda Guerra Mundial.
Así la izquierda a nivel latinoamericano, logró confeccionar una patrón de trabajo proselitista que puso a prueba desde mediados del siglo XX. Aunque los resultados vistos, en poco se compaginaron con los objetivos esperados.
Sin embargo, los valores políticos que presuntamente asumió la izquierda para avanzar en contra del liberalismo aupado por el modelo capitalista predominante, sólo sirvieron para ganar un calculado espacio político. Éste, fue pensado como razón necesaria para dominar en contextos considerados fundamentales a los fines de consolidar proyectos de gobierno según fuera el territorio nacional que mejor podría ajustarse y adaptarse a los fueros ideológicos de la izquierda. Pero adecuados a la idiosincrasia de cada región.
La “izquierda” en Venezuela
Esta transición le permitiría a la izquierda, medir las posibilidades de encajar su ideología (socialista) al tamaño de cada nación. Pero la intención no consiguió dar con la respuesta calculada. Los cambios que intentaron operarse, no llegaron a tomar la forma que podría haber encajado con las realidades específicas en el plano latinoamericano. Específicamente, en el terreno de los problemas que afectaban las ideologías políticas, indistintamente de su color político. Y Venezuela, no escapó de tan mayúsculo problema.
La revisión de la concepción ideológica sobre la cual debería girar el quehacer político internacional, y que para entonces se realizaba, tocó los intereses de la izquierda. Esta buscaba que su ideología política cabalgara sobre los lineamientos del socialismo (marxista-leninista). Cuba fue la primera nación sometida a los cambios que la izquierda latinoamericana procuraba.
Para finales de los años cincuenta, ya los partidos socialistas en todas sus versiones, desde aquellos que comulgaban con el marxismo-leninismo ortodoxo hasta los de tendencia socialdemócrata, habían comenzado a cambiar sus doctrinas políticas. En Venezuela, Acción Democrática, Copei, URD y algunos otros de raíz socializante, buscaron dar con nuevos supuestos, que le permitieron escalar las estructuras de poder.
Pero la obstinación de los movimientos izquierdistas, causó reincidencia del ambiente político sobre el cual forzaría nuevos planes. Pero los resultados de los procesos electorales alcanzados para la época, no coincidieron con las expectativas trazadas.
La inercia en que cayó la izquierda, fue motivo para que los planes elaborados provocaran su dislocación político-institucional. Dicha torcedura, envalentonó actitudes que pretendieron imponerse por la vía de la violencia y la insurrección.
Más que una crisis de ideología, en Venezuela se suscitó una crisis de sociedad. Crisis ésta apuntalada en una crisis de valores que devino en otra crisis de dominación y de acumulación. Fue momento para que comenzaran a darse conflictos dirigidos a mermar la institucionalidad democrática alcanzada hasta el presente.
Esos momentos, que se extendieron por casi dos décadas (las finales del siglo XX), fueron aprovechados por la izquierda para buscar reivindicarse como proyecto político. Capaz de rescatar la estropeada “democracia” venezolana. Aunque en el fondo, sólo buscó implantar un modelo político dispuesto a perseguir la mayor intervención posible del Estado. Así podría convertirse el Estado en el gran empresario, el gran regulador y controlador de la vida económica y social. Nada distinto de ser malbaratador, usurero, tramposo y opresor.
Posibles implicaciones en el Siglo XXI
Pero en lo que va de siglo XXI, esta degradada izquierda se ha topado con una resistencia que, de alguna forma, le ha dificultado sus planes. Todos elaborados a fin de obtener el mayor grado de intervención posible.
Pese a todo lo sucedido, la cúpula política de dicha izquierda no evitó que las actitudes de los nuevos gobernantes, integrantes de dicha izquierda, además de hacerse acompañar de un exacerbado y corrupto militarismo, pretendieron instalarse arrogándose una soberbia desabrida de razones. Pero rebasada de desvergüenza de la que se valió para alcahuetear una desmedida corrupción que ahondó la crisis de valores que ahuecó la magnitud de la crisis política que retrogradó al país en los que ha corrido del siglo XXI.
Podría señalarse que buena porción de esta crisis, perturbadora de la dinámica política-económica-social venezolana, responde a la disposición arbitraria de quienes sin alguna formación para gobernar, alcanzaron importantes cuotas de poder mediante ascensiones no sólo comprometidas. También cargadas de una descarnada inmoralidad. Razón suficiente para acusar a cuestionados personajes de esa izquierda embaucadora, de vivir el ostracismo de paradigmas decrépitos. De no haber presentado propuestas de desarrollo. Pero si, de incitar la redistribución y multiplicación de la pobreza. Peor aún, de la miseria.
Aunque es necesario señalar que no toda la izquierda se ha salpicado del estiércol esparcido por el incesante molino de la corrupción, la indolencia, la incapacidad y la insolencia. Aún así, hay un universo militante ganado por el descaro, la mezquindad y la avaricia.
Un universo de hombres y mujeres que tienden a imponer sus criterios por encima de cualquier posible acuerdo. Individuos que lejos de proponer, amenazan. Que pretenden que sus ideas estén por encima de cualquier otra. Pareciera pues que esta izquierda se diera la mano con ideologías cuyos proyectos políticos dice ser representativos del “pensamiento democrático”. En fin, todo este emplasto de alborotadas y trastornadas realidades ponen al descubierto las manchas de una “izquierda-política” desgastada.
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Venezuela
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