Sus palabras fueron quizás hasta aplaudidas por los líderes políticos y empresariales de casi 200 países allí presentes pero, al final, los resultados de esta conferencia estuvieron por debajo de lo esperado y, sobre todo, de lo necesario. Se logró acuerdo en torno a reducir el uso del carbón y los subsidios a combustibles fósiles. También en relación a frenar las emisiones de metano, un gas de fuerte efecto invernadero. Se reafirmó la importancia de ofrecer mayor apoyo financiero a países “en desarrollo” para luchar contra el cambio climático y sus consecuencias. Pero no se llegó a compromisos concretos de peso. El documento final invita a los gobiernos a regresar el próximo año con planes más sólidos para detener las emisiones perjudiciales. También insta a las naciones ricas a “duplicar al menos” el financiamiento para proteger a los países más vulnerables de los riesgos que implican las temperaturas elevadas. Mas no llega a especificar cuántas emisiones debe recortar cada país durante la próxima década y con cuánta rapidez.
Hay que escuchar a la Tierra y actuar con decisión, a fin de evitar una catástrofe en pocos años. Aquí en Venezuela debemos involucrarnos más. Por ejemplo, nuestros bosques son clave. ¿Los protegemos lo suficiente?
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