En la oficina pública de Trujillo, le pidieron llenar un formulario, en el cual, entre otras cosas, requería domicilio, ocupación y estudios realizados. Quien verificaba el formulario, se estrenaba como jefe de la oficina de cedulación. Donde pedía ocupación, mi progenitor escribió “justicia”, palabra que también quiere decir juez, esto debido a que mi padre era una especie de juez de paz, en nuestro pueblo. El encargado del ente gubernamental leyó “justicia”, frunció el ceño, cambió de color, sus manos le temblaron y dijo: “¿Justicia? ¡Justicia! Supongo que está bien su observación, señor Álvarez, necesitamos una justicia que diga la verdad”, apuntó. “Por cierto, continuó diciendo el funcionario público, la semana pasada, otro paisano nuestro, tampoco siguió los lineamientos emanados de la capital de la República y en esa misma casilla del formulario anotó: la paz”.
Se podría pensar que las personas que rellenaban el formato no tenían idea de lo que le estaban solicitando, sin embargo, por ser oriundos del estado Trujillo, territorio donde, actualmente se yergue orgullosa la estatua de la virgen de la paz, no es de extrañar, entonces, que la paz, sea uno de los valores más apreciados por el pueblo trujillano.
En los días tan oscuros que vive el mundo actualmente, vale la pena recordar que, desde tiempos inmemoriales, la paz siempre ha librado una dura batalla contra el caos, la destrucción y la guerra. Pero a todas estas, la pregunta pertinente debería ser ¿Qué es la paz? La paz es un valor fundamental en la vida de las personas, de las familias y de las naciones del mundo, es el fruto de saber escuchar, de no estar en el poder para ser eterno como gobernante, de entender las necesidades ajenas, antes que las propias; es lograr la armonía de las personas consigo mismas, con la sociedad y con la naturaleza.
El político mexicano, Benito Juárez, acuñó la frase: «Entre los individuos, como entre las Naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz».
Nuestra época es un tiempo de intranquilidad. Hay guerras entre naciones, conflictos armados en otras y violentas disputas en la mayoría. Curiosamente, cuando algunos se ven con el agua al cuello, claman por amor y paz, tal como hizo Hitler, llamando a la paz con la Gran Bretaña. Una de esas ocasiones se produjo en julio de 1940, momento en que el Führer instó a Churchill a firmar un armisticio por el bien de su nación. El discurso, no obstante, conmocionó e indignó a los británicos, quienes clamaron al unísono en favor de continuar la guerra.
Al conocer la información, Hitler señaló: “de Gran Bretaña escucho tan solo un grito, no del pueblo, sino de los políticos, afirmando que la guerra debe continuar. No sé si estos señores ya se han hecho a la idea de lo que será la guerra a partir de ahora. Dicen que van a continuar y que, aun cuando Gran Bretaña esté perdida, seguirán la guerra desde Canadá. Me cuesta creer que quieran decir con esto que se llevarán a toda Gran Bretaña a Canadá. Es de suponer que solamente los caballeros interesados en la continuación de la guerra irán allí. La gente, me temo, tendrá que permanecer en su territorio”
El Führer explicaba que sentía un profundo disgusto por este tipo de políticos sin escrúpulos que destruían naciones enteras. “Señor Churchill, sin duda, ya habrá enviado a Canadá el dinero para millones de personas, sin embargo, comenzará un gran sufrimiento. Señor Churchill, usted debería, por una vez, creerme cuando le profetizo que un gran imperio será destruido, un imperio que nunca fue mi intención destruir o dañar. Por ello, siento que es mi deber, por mi propia conciencia, apelar una vez más a la razón y al sentido común de Gran Bretaña. No hay razón para que esta guerra continúe”, señalaba Hitler.
La historia parece repetirse, pero ahora con distintos actores, es lo que uno puede inferir cuando oye algunos discursos que recorren y convulsionan al mundo actual, pronunciados por personas que parecen ser el alter ego del Führer. Durante las salvajes hostilidades de la Segunda Guerra Mundial, David 0. McKay. Educador y religioso estadounidense declaró: “La paz solo se consigue y se mantiene cuando triunfan los principios de la paz y se vencen sus enemigos: el odio, la envidia, la ganancia por medios ilícitos y el dominio injusto de unos sobre otros. Dejarse llevar por esos males ocasiona desdicha a las personas y lleva a la guerra”.
Hay lugares en los que se asesina todos los días y hay otros en los que reina el odio. En todos lados, la paz es la que sufre. “La paz no es simplemente la ausencia de conflicto; la paz es la creación de un entorno en el que todos podamos prosperar, independientemente de la raza, el color, el credo, la religión, el sexo, la clase, casta o cualquier otra característica social que nos distinga”, dijo Nelson Mandela.
La historia contemporánea nos recuerda que los pueblos que combaten, continúan odiándose después de finalizadas las hostilidades y es casi seguro que, en algún momento de la historia, se confrontarán de nuevo. Mientras que el ganador, y el que no lo es tanto, se perdonan, gozaran de paz y prosperidad. Por cierto, perdonar no es esconder la violación a los derechos fundamentales.
Los que se perdonan pierden el deseo de dañarse unos a otros y solo manifiestan sus deseos de desarrollarse y vivir pacíficamente.
Noel Álvarez
Noelalvarez10@gmail.com
@alvareznv
Coordinador Nacional del Movimiento Político GENTE
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