La abstención electoral, fenómeno importante en el mantenimiento de la cúpula actual en el poder, fue de apenas un dígito durante los primeros períodos de la democracia venezolana, luego de la caída del general Marcos Pérez Jiménez. Nuestros compatriotas siempre fueron personas a quienes gustaba el ejercicio del sufragio, aparte de que el carácter obligatorio del voto de entonces presionaba en ese mismo sentido. La mayor abstención, en esos primeros momentos electorales, ocurrió en los comicios que llevaron a Raúl Leoni a la Presidencia de la República en 1964. Si mal no recuerdo, fue de un 8 por ciento, y se la atribuyó a la situación de violencia guerrillera que se vivía y al llamado a la abstención hecho por el Partido Comunista de Venezuela que, junto con el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, se habían alzado en armas contra la democracia representativa naciente.
Paulatinamente, el crecimiento constante de los ingresos petroleros fue posibilitando una mejora de las condiciones socioeconómicas de la población venezolana, lo que fue legitimando cada vez más al régimen democrático representativo. La lucha armada termina por ser derrotada en forma rápida y ya para los setenta se estabiliza la democracia venezolana sobre tres pilares: 1) el elevado ingreso petrolero, que garantizaba el funcionamiento y fortalecimiento del Estado; 2) la superación creciente de las condiciones de vida de la población,
que generaba la satisfacción de la sociedad y un consenso político mayoritario, y 3) la cohesión y apego de las fuerzas armadas al modelo existente, que protegía y defendía el estatus quo dominante.
Pero este modelo estable, que se mantuvo durante casi tres décadas, era muy vulnerable a cambios económicos en el ámbito internacional, pues no se mantenía sobre la generación de riquezas materiales en el país producto del trabajo calificado de sus pobladores, sino que dependía totalmente de la venta de combustible fósil, es decir de materia prima sin mayor valor agregado. La aparición del petróleo en la economía venezolana había sido determinante en la generación de las transformaciones que llevaron a la Venezuela rural a convertirse en urbana y, al mismo tiempo, en la aparición de los cambios políticos que fueron eliminando paulatinamente y con vaivenes a los gobiernos dictatoriales, para dar paso a formas avanzadas de democracia occidental.
Sin embargo, no se atendió debidamente la sustentación del nuevo modelo. Se desechó la necesidad de utilizar la riqueza petrolera para saltar hacia el desarrollo productivo del país. Tampoco se crearon los fondos financieros que permitieran afrontar las vicisitudes del mercado petrolero, ni se actuó con la austeridad requerida en la administración y gastos de las riquezas sobrevenidas. El sistema se fue deteriorando en su capacidad de mantener su funcionamiento cotidiano y dejó de tener las cualidades fundamentales de todo gobierno: la estabilidad económica, la satisfacción social y el consenso político de una
amplia mayoría. A partir del viernes negro, en el cual se produce la quiebra económica del modelo, se generan una sucesión de hechos que terminan por derribarlo
Varios sucesos mostraron la aparición de una insatisfacción creciente de la sociedad venezolana: el estallido del 27 de febrero de 1989, las movilizaciones populares de los años siguientes, la aparición de cifras de abstención cercanas al 20 por ciento, los golpes de Estado de 1992, la destitución de Carlos Andrés Pérez de su segunda presidencia, la descomposición de los partidos y la desaparición final del bipartidismo como fórmula gobernante, evidenciada en la segunda elección de Rafael Caldera en 1993 y en la elección de Hugo Chávez como Presidente en 1998. Fueron estos los hechos concretos que nos llevaron al inicio de un proceso político, que arranca con grandes posibilidades de generar los cambios necesarios, pero que casi inmediatamente demuestra no tener en su seno las fortalezas necesarias para cumplir lo que ha debido ser su cometido.
Luis Fuenmayor Toro
lft3003@gmail.com
@LFuenmayorToro
Venezuela
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