lunes, 23 de noviembre de 2015

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, AHOGADO EN LA INDOLENCIA, PIDO LA PALABRA, VENTANA DE PAPEL,

El gobierno central prefiere ocuparse del proselitismo político sin advertir que un pueblo sin salud, es un pueblo derrotado.

No tuvo equivoco el filósofo al decir que a veces el hombre es como agua entre rocas. Otras veces, como un árbol con sus últimas hojas. Es decir, vive tiempos en el que se comporta activo, recio, fecundo. Otros momentos, se torna pesado, débil, desilusionado, agobiado, aquejado por las circunstancias de la naturaleza propia. Hasta que en algún punto decae. Aunque como escribía el poeta colombiano Porfirio Barba Jacob, llega el día que leva anclas para jamás volver, “un día en que ya nadie nos puede retener”.

Lo que no luce razonable es que lejos de abrazar el final de la vida según el tiempo de Dios, ésta deba recibirse supeditada a la indolencia. Resentimiento éste que sirve actual al régimen venezolano como precinto de las equivocaciones que adopta como decisiones de gobierno. ¿O es que estos gobernantes están tan obsesionados por el poder y las prebendas que del mismo usufructúan, que no han tomado consciencia de que su desidia tiene a la población casi moribunda o en estado agonizante? Es decir, sin medicamentos, insumos médico-odontológicos, componentes farmacéuticos y sin posibilidades inmediatas de sustituir equipo quirúrgico vetusto.  En medio de tan inclementes penurias, muchos venezolanos se esfuerzan  por imprimirle fuerza a la vida a desdén de medicamentos que requiere cualquier enfermedad o dolencia que puedan padecer. Aún así, continúan “echándole ganas” a los trances o aprietos que el desgano del alto gobierno ha causado en tan importante población.

El Instituto Venezolano de los Seguros Sociales, siempre cuenta con una bien elaborada justificación para intentar excusarse de la pésima administración que caracteriza su gestión. Los hospitales de mediana y superior categoría, le endilgan la culpa a la Administración Central. Las clínicas privadas acusan de tan grosera negligencia a los proveedores quienes, a su vez, señalan al Ejecutivo Nacional por el desarreglo financiero el cual como problema se advierte en la menguada asignación de divisas para cancelar compras de suministros y equipamiento. Sólo que el final de tantos pretextos e infundadas evasivas, la enfermedad no entiende las desavenencias que configuran los infinitos retrasos y que luego de forjadas disculpas, no impiden que avance a niveles críticos y peligrosos.

En el fragor de tan apesadumbrada situación, el gobierno desatiende y se desentiende de la responsabilidad que le impone la Constitución de la República cuando le ordena “dar prioridad a la promoción de la salud y a la prevención de las enfermedades, garantizando tratamiento oportuno y rehabilitación de calidad” (Art. 84) Más aún, al determinar que “la salud es un derecho social fundamental” (…). Por eso, “todas las personas tienen derecho a la protección de la salud” (Art.83) . Todavía agrega el magno texto, que “el funcionamiento del sistema público nacional de salud es obligación  del Estado” (Art. 85) Habida cuenta, “toda persona tiene derecho a la seguridad social como servicio público” (…) pues “el Estado tiene la obligación de asegurar la efectividad de este derecho” (Art. 86).

A pesar de esto, el gobierno central prefiere ocuparse del proselitismo político sin advertir que un pueblo sin fuerzas, frágil, es un pueblo derrotado y agobiado por la violencia que causa el hambre espiritual, el raquitismo moral. Y por supuesto, el menosprecio a la salud.  Así no hay vida propia. Y sin vida propia, no hay ideas ni la disposición necesaria que motive una generación de riquezas que garantice el empuje mínimo que necesita el desarrollo del país. Sin embargo, un gobierno así que se empeña en tramar su gestión a costa del dolor de un pueblo con quebrantos de salud, es un gobierno indolente. Razón para vivir un país ahogado en la indolencia.

VENTANA DE PAPEL

EL EFECTO BERRINCHE

Tan importante como el conocido Efecto Mariposa, concepto éste basado en el aforismo chino según el cual “el simple aleteo de una mariposa puede cambiar el mundo“ utilizado por la teoría del Caos para explicar que un pequeño cambio puede generar enormes variaciones en eventos no siempre relacionados con el primero, puede ser igualmente el llamado Efecto Berrinche.

Éste, aunque concebido con base en la política empleada por el autoritarismo para validar abusos traducidos en resoluciones gubernamentales o en decisiones asumidas al calor de las circunstancias y aplicadas bajo extremada represión, ilustra la petulancia de gobernantes arrogantes para justificar arrebatos de paranoia frente a acusaciones públicas por causa del desarreglo nacional que su gestión ha generado.

A pesar de no ser un concepto totalmente concebido, el Efecto Berrinche explica el indecente comportamiento de altos funcionarios al escudarse detrás de infundadas razones para desmentir válidas argumentaciones o desviar propuestas de salida a los problemas animados por la intransigencia asumida como conducta política.

No es normal ni tampoco propio de quienes tienen la responsabilidad constitucional de ordenar la vida económica del país, enrarecer la administración de gobierno con excusas sin sentido que sólo obedecen a razones ideológicas extemporáneas que obvian las dramáticas realidades que agobian la nación. En medio de esto, resulta totalmente desenfocado admitir declaraciones de funcionarios de niveles estratégicos del gobierno, quienes valiéndose de actitudes indignantes y groseras, buscan argüir su descocado atrevimiento. Para ello, se sirven de falacias, inconsistencias, exageraciones y hasta falsedades con el único propósito de rebatir toda objeción que no esté en la línea política asumida por el Ejecutivo Nacional o por el PSUV.

Por consiguiente, es lugar común escuchar declaraciones de personajes del oficialismo que revelan desconocimiento, incompetencia e ignorancia. Todo ello, en un contexto elaborado para que la indolencia pase inadvertida. De esta manera, haga verse al gobernante tan impasible como quien vencido hoy, pretende disfrazarse de vencedor para convencer ilusos y seducir aprendices de politiquero.

Así se tiene que toda actitud de grandilocuencia expuesta por un alto funcionario a través de medios de comunicación, aunque equivocada, induce un efecto intoxicante cuyo resultado termina incitando y trastocando reacciones en la población que no se compadecen de la necesidad que esa misma población tiene de sacudirse el caos que estos mismos gobernantes han permitido aflorar con la excusa de imponer un defectuoso socialismo. Es lo que ha dado por llamársele, el Efecto Berrinche.


“La indolencia es el abandono de la espiritualidad necesaria a partir de la cual el hombre es capaz de motivar su actitud para la vida. Así podrá detentar la caridad entendida como condición de fe para hallar la verdad a través de una justicia practicada desde el sentimiento más recóndito que habita en la consciencia del hombre”

Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas

Merida - Venezuela

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