viernes, 11 de diciembre de 2015

ANDRÉS HOYOS, DEL CAOS AL K.O.

A la hora de escribir esta columna lo más probable es que la oposición venezolana obtenga la mayoría calificada de 112 diputados, con la cual adquiere un contrapoder paralizante. Cómo será que el régimen incluso perdió en la parroquia 23 de enero, su enclave caraqueño en donde reposan los restos de Hugo Chávez. La inefable Tibisay Lucena, presidenta del CNE, se pasó de lista al decir que la oposición había ganado 99 curules, mientras 22 tenían resultado incierto, burda e inútil estratagema que quería maquillar la paliza implacable sufrida el seis de diciembre por el oficialismo.

Los resultados arrojaron al presidente Maduro a un profundo hueco, del cual no lo sacan ni con grúa. Antes de la elección uno pensaba que podría darse un acuerdo entre la oposición y un chavismo debilitado, pero dicho escenario fue borrado por la golpiza del domingo. Está en la naturaleza de la política que si tú ves a tu oponente rodar por la lona y levantarse groggy, no bien se reanuda el combate le aplicas un recto fulminante al mentón y lo pones K.O. Eso va a pasar en Venezuela, pues a estas alturas es casi seguro que se acuda al referendo revocatorio en 2016. Se necesitan menos de cuatro millones de firmas para convocarlo, lo que a la luz de los eventos del domingo es pan comido.

Ahora bien, si el futuro de Maduro es incierto, ya que una vez revocado se convertiría en un cadáver político, el que acaba de ser despedido es Diosdado Cabello, así vocifere. Y Diosdado no se va a ir a la cárcel o a quién sabe cuál exilio ignoto sin antes dar la pelea. ¿Con quién? Pues con el resto del chavismo, porque su pelea con la oposición se volvió inocua. Dicho de otro modo, el chavismo corre el riesgo de saltar en pedazos, incluso antes de que deba escoger un candidato para las posibles elecciones presidenciales de 2016.

Supongo que a nadie le extrañará que en la oposición también vaya a haber divisiones. Henrique Capriles, Chúo Torrealba, Leopoldo López en tándem con Lilian Tintori, María Corina Machado y Antonio Ledezma, para mencionar apenas a los más conocidos, van a mover sus fichas camino a una encrucijada que en Venezuela tiene el grave inconveniente de que no hay segunda vuelta presidencial. Es paradójico, pero la amplitud del triunfo de la oposición podría exacerbar las divisiones.

Yo sigo pensando, como lo dije aquí mismo hace un tiempo, que van a competir por un puesto muy poco apetitoso. El próximo presidente de Venezuela tendrá que imponer a un pueblo siempre olvidadizo una serie de medidas draconianas: aumento de la gasolina, devaluación y unificación de la tasa de cambio, recorte del gasto social y de la nómina oficial, aumento de los impuestos, subasta del aparato productivo o devolución a sus dueños originales, terreno este último minado por definición. Los redentores, dice la gente, salen crucificados. La figura gris de Eduardo Duhalde en Argentina, triturado primero por su pupilo, Néstor Kirchner, y luego olvidado por todos, debería servir de escarmiento.

Sin embargo, es inútil hacer este tipo de reflexiones en un ambiente de euforia y voracidad —causadas por una larga abstinencia de poder— como el que se vive en Venezuela. Igual, los que se irán estarán bien idos. Eso sí, habrá que investigar a fondo el saqueo inmisericorde que sufrió el país. El chavismo de seguro reaparecerá después en una forma hoy impredecible.

Cansados del caos, los viejos votantes del chavismo se esfumaron el pasado domingo.

Andres Hoyos
andreshoyos@elmalpensante.com
@andrewholes
Colombia

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