viernes, 11 de diciembre de 2015

JOSÉ LUIS MÉNDEZ LA FUENTE, ¿CAMBIO DE RUMBO O DE GOBIERNO?

Antes de las elecciones del domingo pasado los comentarios de la gente en las colas, y en la Venezuela actual se hace cola para todo, eran unánimes en la necesidad  de un cambio. Un cambio que  debe ser entendido como de rumbo, de dirección, o lo que es lo mismo, de gobierno. Aunque quizás no todo el mundo comparta esta apreciación, si se parte del criterio de que una modificación del rumbo no tiene por qué implicar,  necesariamente, un cambio de gobierno, pues muy bien pudiera ese mismo gobierno cambiar de dirección en un momento dado y rectificar su curso, corrigiendo sus políticas económicas, sociales, etc. Esta última interpretación que es plausible en teoría, conllevaría así mismo a suponer que el voto del 6D fue un voto protesta o de castigo.
El propio Henrique Capriles comparte esa interpretación de los hechos, al reconocer en rueda prensa  que el triunfo arrollador de la oposición se debió  al voto castigo contra el gobierno, pues “los electores le dieron la espalda al gobierno por la crisis económica del país, que ha generado escasez de productos básicos y una alta inflación que mengua a diario el dinero de los venezolanos”. Además añadió: “O el gobierno cambia o vendrá un cambio de gobierno”.
Pero en el panorama político actual, un cambio “del gobierno” es más difícil de imaginar que un cambio “de gobierno”. En efecto, un gobierno que hasta ahora solo ha querido acelerar su revolución a costa de todo, incluso de la gente, es imposible que pueda corregir su rumbo. Además, pareciera que el gobierno no comparte la tesis del voto castigo si nos guiamos por las propias palabras de Maduro quien le echó la culpa de la debacle electoral a la guerra económica.  Ni siquiera les interesa ser pragmáticos, sacando conclusiones optimistas que puedan llevar a pensar que si hubo un voto castigo y que, por ende, ese voto pudiera ser recuperable, en buena parte, si las cosas se hacen bien de ahora en adelante. Y es que la revolución no puede dar marcha atrás. Por lo tanto, como dijo Capriles, como  el gobierno no desea rectificar,  habrá un cambio de gobierno.
Para comprender esto, hay que tener claro que  la nueva Asamblea Nacional no es el cambio, sino el principio de un cambio. Así entendido el asunto, nadie debe esperar, no obstante algunos mensajes que ya  están apareciendo en las redes sociales, a que la nueva Asamblea, que ni siquiera se ha instalado,  acabe con las colas, la escasez de alimentos y la inseguridad en las calles, pues la Asamblea no gobierna.  Si hasta ahora, el gobierno ha venido culpando a  la oposición de todas las calamidades que sufre el venezolano, es lógico pensar que dicha argumento  no va alterarse, menos  aún, habiendo ganado aquella la Asamblea Nacional.
 El camino para que se produzca ese cambio de gobierno no es de difícil recorrido, si nos atenemos al marco constitucional. El paso más cercano constitucionalmente, es el “referéndum revocatorio”  en el 2016. Eso sí, ese referéndum debe hacerse en el añ0 2016, esto es, entre el tercero y el cuarto año de gobierno, pues si los tramites se alargan hasta después de  abril del  2017, pudiéramos caer, aunque ello es más que discutible, en el supuesto del ultimo aparte del Art. 233 de la Constitución, según el cual si la falta absoluta del Presidente se produce durante los dos últimos años de su periodo, será el Vicepresidente  Ejecutivo quien lo culmine; lo que impediría el llamado a elecciones para elegir un nuevo presidente que  complete el periodo restante.  Situación está, que si bien es  discutible, pues habría sobrados argumentos para refutarla, debe evitarse.
La Constitución vigente, de 1999, que fue hecha, como ya dijimos en artículos anteriores, a la imagen y semejanza de Chávez, y en cuyo texto no se dio una puntada sin hilo, introdujo la figura del vicepresidente. Uno, sin embargo, que no es elegido por el voto popular, sino por el Presidente de la República, quien lo  puede nombrar y remover a su antojo, de acuerdo a las circunstancias del momento.
 Recordemos, por ejemplo, que cuando se produjeron los eventos alrededor del 11 de abril del 2002, el vicepresidente en funciones, que recibe a Chávez y le entrega la banda presidencial,  es Diosdado Cabello y que  la vicepresidencia de Nicolás Maduro, entre el 2012 y el 2013, coincide con  larga enfermedad de Chávez y el momento de su muerte. Muerte que trae como consecuencia  aquel  extraño e inconstitucional acto de magia, por el cual Maduro se continúa en la vicepresidencia de lo que debió haber sido un gobierno nuevo, no obstante no haber un Presidente en funciones que lo designase como tal, para luego ser nombrado, una vez declarada  oficialmente la muerte de Chávez, Presidente encargado. 
El otro camino señalado por algunos, es el de una constituyente, que aunque es una posibilidad también constitucional, no creemos que las condiciones políticas estén dadas para convocarla.  Con una Asamblea Nacional  en manos de la oposición, recién elegida,  no resulta lógico pensar en constituyentes, menos aun con una posibilidad más cierta y expedita como la del  referéndum revocatorio a la vuelta de la esquina. Por lo demás, como ya lo hemos afirmado en otros escritos, no creemos que las constituyentes, ni las constituciones, por más nuevas que sean, resulten la panacea para resolver los problemas de una sociedad o de un país por más graves que sean.
En resumen, el cambio por el  cual votó la ciudadanía el pasado 6 de diciembre, fue un cambio para mejorar la actual situación de precariedad social e insensatez política que nos rodea, convirtiéndose la nueva Asamblea Nacional  en un instrumento al servicio del pueblo mediante el cual se puede iniciar ese cambio. La posibilidad, de una rectificación en la hoja de ruta del gobierno luce como  un imposible y lo más probable es que en lugar de tenderse un puente para el dialogo, haya un fuerte enfrentamiento con el nuevo Poder Legislativo, que tal vez tenga que lidiar con  las consecuencias de una nueva Ley Habilitante dada por la actual Asamblea Nacional a Maduro, inmediatamente después del 31 de diciembre, fecha en que se vence la Ley Habilitante vigente. Escenario al que hicimos referencia en un artículo anterior titulado “Los Superpoderes de la Nueva Asamblea Nacional”.
O lo que es aún peor, que calcando formas oscuras de un pasado no muy lejano, en el que se surgieron todo tipo de entes paralelos a los del Estado, aparezca una extraña Asamblea también paralela, que trate de hacerle sombra a la ya electa.
Ciertamente corren tiempos de cambio y asimilarlos es una tarea para la que el gobierno no está preparado, por más que esos cambios obedezcan a un mandato popular. Esperemos que se imponga la cordura y no la soberbia, como ha venido ocurriendo hasta ahora.

Jose Luis Mendez
Xlmlf1@gmail.com
@Xlmlf1

España

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