No es tan cierto que
en los periodos de los gobiernos llamados democráticos, los venezolanos hayamos
alcanzado la senda del bienestar. Se fracasó, por una mal llamada libertad,
convertida en libertinaje, por una concepción errada del desarrollo traducido
en estatismo, y de una política de empleo basada en una burocracia clientelar
de muy bajo rendimiento.
Todos estos elementos
atribuidos históricamente como beneficios de la democracia, en un análisis
objetivo e incluso comparativo y sin ánimos de reivindicar formas de gobierno,
el fracaso democrático es abiertamente superior al periodo de la dictadura
desarrollista emprendida en el 48. De la cual tanto se habla como la perversión
máxima de nuestra historia.
El resultado, que es
quien indica si algo fue positivo o negativo, no beneficia claramente a esta
democracia que en el pasado y en el presente hemos experimentado los
venezolanos. Cometer el error de comparar la aberración que padecemos con
algunos aspectos positivos del bipartidismo, es maniqueísmo. Lo actual que
atravesamos es el resultado de aquello.
La sociedad
venezolana, sigue desenvolviéndose con los mismos esquemas desde hace ya más de
30 años. Todas las clases sin excepción, de acuerdo a sus necesidades y sus
ambiciones, han desarrollado una particular forma de adaptarse a lo que han
sido nuestros gobiernos: Rentismo, burocracia, clientelismo político,
improvisación, anarquía, malos servicios, marginalidad, poca productividad y
sobre todo una desmedida corrupción.
Cesar Guillen Citterio
cesarguillencittrerio@gmail.com
"Adhuc Stantes"
“Todavía en Pie”
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