jueves, 17 de diciembre de 2015

CHARITO ROJAS, PATADAS DE AHOGADO

La vida le había dado ya motivos bastantes para saber que ninguna derrota era la última. Gabriel García Márquez (1927-2014), escritor, novelista y periodista colombiano, exponente del 
Así como el planeta es redondo y gira incesantemente, así la historia humana pareciera repetirse, no en sus protagonistas sino en los aciertos, errores y circunstancias de sus capítulos protagonizados por el único animal sobre la tierra que tropieza dos veces con la misma piedra: el hombre.
Ejemplo de ello es la tumultuosa historia de Venezuela, conformada por ciclos de libertad y autoritarismo, democracias y dictaduras, ilustrados e ignorantes, paz y violencia. Como un sube y baja, los venezolanos no han logrado en más de dos siglos estabilizar el legado republicano de los libertadores que creyeron en un régimen civil de derechos y orden. La historia patria ha dado cabida a ejemplos de civismo como el de José María Vargas y de salvajismo como el de Ezequiel Zamora. Dictadores ilustrados como Antonio Guzmán Blanco y dictadores semi analfabetas como Juan Vicente Gómez.
En las últimas hemos escogido por voto universal y directo a nuestros gobernantes: 40 años de democracia imperfecta pero democrática y 16 años de gobierno totalitario que acepta el calificativo de “dictadura constitucional”, por el uso que hace de las leyes para doblegar a los venezolanos y por el poco respeto que tiene a sus mandantes. A estas alturas, nadie, dentro o fuera de Venezuela, desconoce esta historia de abusos, barbarie y mentiras que han llevado a la ruina al país más rico de Suramérica y a sus habitantes a la pobreza, la muerte o el exilio.
Pero cuando un pueblo se cansa y decide quitarse de encima la opresión, como dice el Himno Nacional, no hay gobierno que lo pare. Hasta los militares, cuyo Alto Mando tiene el deshonor de gritar en público que son “socialistas, antiimperialistas, revolucionarios y chavistas”, han dado un paso atrás ante esos 8 millones de votos que ordenan la entrega de la mayoría calificada a la oposición, agrupada bajo una consigna que va mucho más allá de los partidos: el cambio. Venezuela y todos los venezolanos, aun los que votaron por el oficialismo, quieren cambios radicales en las políticas económicas que les permitan acceder a un mercado sin tener que chupar medias, a viviendas sin tener que humillarse, a pensiones sin que las tengan que agradecer como si fuesen regalos del gobernante de turno.
Sin embargo, en una gran demostración de la lentitud de sus procesos mentales, el Gobierno de Maduro se atreve a patalear la decisión soberana del pueblo. En medio de sus amenazas y estupideces demuestran la gran verdad: no saben perder y no respetan la orden de los venezolanos de cambiar su plan de gobierno. Si Venezuela fuera una democracia parlamentaria, ya el Gobierno habría caído. Por la vía de una renuncia, claro está, que es lo que cabe en países civilizados y con sentido del honor. Este Gobierno madurista, que se está quedando en el poder Ejecutivo gracias a nuestra Constitución presidencialista, debería tener la prudencia de poner las barbas en remojo y dejar de llamar “contrarrevolucionaria” a esta gran mayoría.
El sentido común debería obligarles a atender el mensaje que le dirigió no una clase política de unos cuantos partidos, sino 8 millones de venezolanos, incluso chavistas, que ven el cambio no como una sucesión política sino como una reorganización total del tipo de gobierno que desean. Los poderes Ejecutivo, Judicial, Moral y Electoral, hoy en manos del chavismo-madurismo, deben tener la sensatez de hacer los cambios que están demandándoles en la administración de justicia, en la distribución de las riquezas, en la garantía de la defensa y el Estado de derecho.
Por su propio bien, deben dejar las patadas de ahogado que los llevan a promulgar leyes de estabilidad laboral por un período de 3 años, o leyes para que no saquen a sus presos políticos de las injustas rejas donde los tienen. O nombrar fuera de lapso a 12 magistrados del TSJ. O designar ministros a candidatos que el pueblo rechazó en las urnas. Hasta el momento, el Presidente no ha hecho esa declaración responsable que frene la violencia de sus radicales desatados, ni ha tenido la humildad de acatar la orden de cambio en sus políticas económicas y sociales.
Al contrario, los empleados públicos son amenazados con mensajes de texto en sus teléfonos y en las pantallas de sus computadoras. “Cuando al mal agradecido se le olvida quien le ayudó… la miseria le refresca la memoria”, es una de las infames frases dirigidas a quienes ellos no están ni siquiera seguros de por quién votó. Los bonos de servicio han sido eliminados y hasta despidos anuncian porque la inamovilidad es solo para terminar de jorobar a las pocas empresas privadas que quedan.
Han entendido tan poco que reinciden en conductas infames como de incluir ilegalmente en el listado de los aspirantes del TSJ a quien fuera el diputado presidente de la comisión de postulaciones: Elvis Amoroso, derrotado en las elecciones, quien resulta que ni siquiera se llama así, su postulación aparece como Elvis Eduardo Huidobro. Siempre trampeando, este señor jamás ha sido juez ni titular de una cátedra universitaria, tampoco ha escrito libros, no reúne las mínimas condiciones. Diosdado Cabello, quien recibió su merecido mazazo, obedece más a su naturaleza vil que a la voluntad popular: amenaza nombrar antes de entregar la AN a los 12 magistrados.
Mientras tanto, otra joyita de la revolución, el gobernador de Aragua Tareck El Aissami, apaleado en su propio patio, arenga a los violentos para ir a tomar la AN el 5 de enero. El Presidente ha anunciado la salida de los militares del gobierno para los cuarteles. Si lo cumple, siete ministerios que controlan 52% del presupuesto nacional serán descabezados, así como numerosos organismos públicos. Esto viene a confirmar la versión de la posición militar de acatamiento del resultado electoral. Que en conclusión, así debe ser.
Mientras tanto, la frase del día es: calma y cordura ante las patadas de los ahogados. El Gobierno está bajo la lupa de Venezuela y el mundo, de su obediencia a las leyes y al pueblo dependerá su permanencia. Los venezolanos solo han cambiado el poder Legislativo… por ahora.
Charito Rojas
Charitorojas2010@hotmail.com
@charitorojas

Carabobo – Venezuela

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