Maduro y los chavistas, que
tienen casa propia, no quieren que los demás sean dueños de las suyas.
El debate sobre el derecho de
propiedad de los beneficiarios de la Misión Vivienda, planteado a partir de un
proyecto de ley que presentó Primero Justicia, puede terminar siendo uno de los
más interesantes de la política local en todo el año.
Queda retratado en sus entrañas,
una discusión con un contenido muy hondo, de hecho bastante universal. Toca, no
sólo la polémica nacional, sino el eterno planteamiento que nos hace la
política sobre los derechos individuales y los colectivos; el fuero personal y
el compromiso social; el sentido de la propiedad y el valor moral del orden
social en el cual queremos vivir.
Delata, de nuevo, a mi parecer, no sólo la duplicidad moral de la clase dirigente chavista, sino el siniestro chantaje que, con eterna impunidad, le hace el comunismo a la pobreza.
Resulta, entonces, que los
dirigentes del PSUV están en contra de que las personas que habitan las casas
que les ha construido el Gobierno puedan adquirir sobre ellas derechos
definitivos de propiedad.
No quieren que esas viviendas
valgan dinero.
Están opuestos a que estas
familias obtengan un bien que puedan heredar sus hijos, que pueda ingresar al
mercado inmobiliario como un activo, que pueda ser tasado de acuerdo al
mercado.
Queda vetado por la ley, pues,
todo interés personal en la mejora familiar y el progreso.
De acuerdo a la óptica chavista,
el proyecto se propone bastardear el contenido socialista de este comentado
programa social. El propio Maduro se encargó de explicar lo que pensaba al
respecto en la presentación de su Memoria y Cuenta. Aún reconociendo el
esfuerzo hecho por el Gobierno en la construcción de apartamentos, no deja de
ser inconcebible la renuencia a la sola palabra "propiedad".
"Privatizar" la Misión
Vivienda: de esta forma, como si la venta fuera hecha a una multinacional, lo
está presentando el aparato de propaganda oficial.
Muchas personas, muchísimas,
podrían terminar extrayendo reflexiones concluyentes sobre el verdadero rostro
del Gobierno, sobre todo al calor de esta crisis. Ricardo Molina ha llamado a
los militantes chavistas a marchar: a protestar porque las familias venezolanas
serán dueñas de los apartamentos que el Gobierno les ha construido. Así como
suena.
Porque lo cierto es que, haciendo
ascos todos los días del capitalismo y los bienes del mercado, ni Maduro, ni
Molina, ni ninguno de los dirigentes del Gobierno horrorizados con el
neoliberalismo, han dejado de procurarse la propiedad de su casa, el
fortalecimiento de sus ahorros y el disfrute de sus propiedades.
En Cuba, Fidel Castro prohibió
con frecuencia libros que él sí se leía, como el perfil que le hizo el
periodista estadounidense Tal Szulc, las publicaciones soviéticas de la
perestroika y las obras de León Trostky.
Maduro y los chavistas, que
tienen casa propia, no quieren que los demás sean dueños de las suyas.
Alonso Moleiro
alonsomoleiro@hotmail.com
@amoleiro
Tal Cual
Miranda – Venezuela
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