Si según el Génesis, Dios habla y con su palabra crea, las palabras nos hacen a los hombres y
mujeres dioses: con ellas podemos fortalecer la vida o asfixiarla, expresar
amor u odio; podemos animar,
entusiasmar, o podemos desanimar, aplastar, destruir. Hay palabras que
son golpes, puños, bofetadas. Y palabras que son caricias, estímulos, abrazos.
Lamentablemente, en Venezuela, se ha
promovido una cultura que utiliza la
cabeza no para pensar sino para embestir, y la palabra como una especie de
pedrada para golpear y herir.
Además, hemos vaciado a las
palabras de sentido, y con frecuencia,
las utilizamos para expresar cosas
totalmente distintas y hasta opuestas
a su significado original.
Llamamos libertad a la arbitrariedad y el capricho;
negocio a la más grosera especulación y robo; diplomacia al engaño y la
mentira; sinceridad a la falta de verdad y de respeto; socialismo al
capitalismo de Estado; amor al pueblo a su utilización; compromiso ético a
la avaricia y corrupción.
En Venezuela, estamos viviendo
una gravísima devaluación de la palabra, que es incluso peor que la devaluación
del bolívar, y expresa y mantiene la
abrumadora devaluación de la ética y de la política. Palabras como socialismo,
revolución, pueblo, constitución…, se usan y abusan tanto, y se les otorga significados tan diversos e interesados que terminan convirtiéndose en meros fetiches,
palabras infladas, sin nada adentro. Los mercaderes de la política y los negocios han
matado las palabras, y las han
convertido en meras cáscaras huecas, en sonidos sin alma, con los que pretenden
engañarnos y manipularnos. Y si las palabras
escasamente significan algo o las forzamos para que signifiquen lo que
nos interesa, no tenemos posibilidad de comunicarnos ni entendernos.
No hay peor esclavitud que la mentira: ella oprime, esclaviza. No hay nada más despreciable que la elocuencia de una persona que no dice la verdad. Hay que liberar la conciencia diciendo siempre la verdad. Es preferible molestar con la verdad que complacer con adulaciones. Como bien lo dijo Jesús: “La verdad les hará libres”. La verdad libera de las propias falsedades y arrogancia, de los miedos y ataduras.
Ernesto Sábato deplora la pérdida del valor de
la palabra y añora los tiempos en que
las personas eran “hombres y mujeres de
palabra”, que respondían por ellas: “Algo notable es el valor que aquella gente
daba a las palabras. De ninguna manera eran un arma para justificar los hechos.
Hoy todas las interpretaciones son válidas y las palabras sirven más para
descargarnos de nuestras actos que para responder por ellos”.
Pero es imposible construir un
mejor país, si la palabra no tiene valor
alguno, si lo falso y lo verdadero son medios igualmente válidos para lograr
los objetivos, si ya nunca vamos a estar seguros de qué es verdad y qué es
mentira.
Hemos convertido a Venezuela en
una verdadera Torre de Babel en la que, al matar el valor de la palabra,
es imposible comunicarnos y entendernos.
Por ello, necesitamos un nuevo Pentecostés, ser avivados por el Espíritu de la
Verdad que nos lleve a entendernos a
pesar de hablar lenguas diferentes y nos
llene de valor para construir un país y un mundo mejor,
según el sueño de Dios.
Antonio
Pérez
pesclarin@gmail.com
@pesclarin
Zulia -
Venezuela
No hay comentarios:
Publicar un comentario