Ofrecer una vida al trabajo honrado y al desarrollo del
país no sólo es un deber social, sino un
motivo de gran admiración. En los países que he conocido en mis viajes por el
mundo, y en especial en muchos países europeos, he notado cómo a los ancianos,
a las personas de la tercera edad, a quienes ya están retirados de su accionar
laboral, dedicados al esparcimiento, a estar más integrados en su núcleo
familiar, a compartir con los descendientes sus recuerdos, son motivo de un
especial respeto, de una marcada consideración, de una particular preferencia
en cualquier actividad en la cual participan. Su seguridad social está
garantizada de por vida, con muy buenas pensiones, y tienen un trato de primer
orden en materia asistencial y hospitalaria. Y ello lo han conseguido sin
mayores gestiones, únicamente derivado del hecho notorio de que han prestado
múltiples años al proceso productivo de una nación. También he visto cómo,
debido a las altas expectativas de vida en esos países, cercanas a los 80 años,
ellos se desplazan solos por todo el continente europeo, sin temor alguno a
tomar un avión, un barco, un tren, un autobús.
En Venezuela quienes son aspirantes a una jubilación o
pensión, pasan a ser integrantes prácticamente de una escala social de último
nivel. Para comenzar, si se aspira a que un
jubilado cobre sus prestaciones sociales de manera oportuna, eso es
prácticamente una lotería. Pasan varios años y cuando el órgano oficial por
fin, después de trámites y exigencias burocráticas de tediosos pasos, que van
desde asegurar que en el expediente no falte cualquier documento insignificante,
hasta que se emita el cheque por parte del Ministerio de Finanzas, el monto
mísero que en realidad representa lo que cobra el jubilado se ha deteriorado en
su valor real por esta hiperinflación, produciendo en él una gran frustración,
porque en lo que podía invertir ese dinero quedó en una mera ilusión.
Si se trata de un pensionado del IVSS, la situación es un
vía crucis. Primero, deben reunir un cúmulo de recaudos a fin de formar un
expediente en ese organismo, para lo cual el viejito futuro pensionado debe
hacer varias colas desde las 3 am frente a las oficinas administrativas de la seguridad social,
expuesto a un atraco, violación o lesión por parte de la delincuencia. ¿Por qué
no se utiliza el gobierno electrónico y la data digital ya registrada para
procesar la información requerida en la gestión de la pensión? Y si esto no
fuera suficiente, cuando por fin tiene la fortuna de obtener la buena pro de su
pensión, lo envían a una entidad bancaria, para que también desde la 3 am haga
una cola destinada a abrir la cuenta donde se la depositarán. Y esto se repite
todos los meses cada vez que va a cobrarla al banco, en donde a estos seres
extraterrestres se les reparte una cantidad limitada de números para ingresar a
la taquilla.
Tanto vejamen, desafuero, irrespeto y ultraje a los
pensionados y jubilados sólo ocurre en Venezuela. Se olvidan que precisamente
después de haber tenido una labor provechosa, es cuando su nivel de calidad de vida debe ser superior. Porque
se supone que un fruto del trabajo es enaltecer a la persona, desarrollarla
integralmente y convertirla en un ser útil y valioso para la sociedad.
Lamentablemente, en el país, el jubilado y pensionado pareciera una paria, por
el abandono al cual es sometido por el Estado y la propia comunidad. Por ello,
saludamos la magnífica iniciativa legislativa de la actual Asamblea Nacional de
reconocer una bonificación de alimentación y medicinas para el jubilado y
pensionado. Si bien, en esta trastocada economía venezolana, esto no cubre
totalmente las necesidades de este grupo de personas, 67 U.T mensual es una
ayuda que les permitirá administrar mejor sus entradas para atender los gastos
ineludibles de la vejez, tan elementales para subsistir en ella. Porque ser
anciano no lo convierte en un relegado social y estar sujeto a lástima y
condena. Ser anciano, como asegura Rousseau, implica tiempo para practicar la
sabiduría o, como asienta Platón, es cuando se tiene un gran sentido de sosiego
y de libertad, porque, abandonadas las pasiones, se ve uno libre, no de un amo,
sino de muchos.
Isaac Villamizar
isaacvil@yahoo.com
@isaacabogado
Tachira - Venezuela
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