La nación se hunde, se va a pique en un océano de
incertidumbre. Son muchos los indicadores que señalan este desastre: la
escasez y las colas son apenas el ápice de lo que nos tiene reservado la
incompetencia del sub-gobierno enquistado
en el poder.
Todos, quienes
vivimos dentro de los límites de la República,
somos víctimas y perceptores a veces inanes pero conscientes de esta
insólita realidad. Calafatear la nave no
solo puede ya dar esperanzas de reflotar su casco
enmohecido. El daño ha sido inmenso. Para recuperar la
institucionalidad, la moral, las buenas costumbres y nuestras tradiciones
religiosas y culturales demudadas, requiere de la cooperación activa de todos
los ciudadanos, incluyendo a los que
ahora nos esclavizan con ideologías de burda factura.
Pero antes es necesario
replantear la necesidad de un cambio, de casi todo: de gobierno, de la
concepción de las leyes y su implantación, que
ante todo sean beneficiosas
para la población y se hagan cumplir,
porque las leyes no van dirigidas a
sectores de la comunidad ni a persona en particular alguna. Un cambio ineludible en la manera de
gobernar, sin decretos de guerra a muerte contra la población inerme, sin
juicios amañados, sin «presos políticos ni políticos presos» por diferir de la
opinión oficial. ¿Cómo hacerlo? Trabajar
duro y consistenmente, sin eludir responsabilidades y con la seriedad que se
necesite.
La posible derrota de las FARC, ante su acercamiento y acato de la ley, tendrá repercusiones profundas
relativas a la política interna del país. Se ha dicho que la paz en
Colombia beneficiara a nuestros países
en ambos lados de los 2000 km de
frontera. Pero este esfuerzo debe complementarse con el desmembramiento del
narcotráfico en todas sus facetas, la
desmilitarización y la integración
limítrofes. De lo mencionado primero no se conoce que algo se haya acordado, aunque no puede haber paz si el
narco-negocio de la droga prosigue floreciente.
Los miles de millones de verdes que manejan los
zares de ambos lados, en sus diferentes versiones del ilícito comercio,
no parecen que estarían satisfechos con parar el flujo de estos ponzoñosos
ingredientes del mal. No hay historial ni precedentes que permitan señalar
si se puede hacer. Sería insólito. Pero
se trata de una tapiza que es necesario
demoler para bien mundial. Un buen larense
diría: «’na guará» Todo
esto pudiese constituir el cambio
propuesto para sacar a flote a Venezuela.
De todas maneras, el chavismo y su «bonita
revolución» entraron insospechadamente
en crisis ante la arremetida del
soberano el 6D, que con algunos sustos y otros tantos disgustos, poco a
poco se va consolidando en el corazón de la mayoría de los venezolanos.
No es tarea fácil, sí dura, pero el mundo entero nos dice no imposible de
lograr, piano, piano, para que nuestro país retome la senda del progreso y la democracia.
La necrosis que sufre el chavismo en manos del actual funcionario agrava
cuando, entre otros muchos desvaríos, un neandertaloide de su tanda,
asevera que el petróleo aún se vende, a la usanza de hace 100 años, en
barriles verdaderos. No dijo si metálicos o de madera, como se añejan los
vinos.
De ideologías baratas hemos sido bombardeados durante algunos años.
Por un tiempo tuvieron cierto impacto en las clases más vulnerables de
nuestra población, pero ya despertó el espíritu combativo que se menciona en el
himno patrio contra la tiranía. La gente, el ciudadano, no continuará
creyendo en que no hay diferencia
entre gato y liebre. En un principio de nuestra fatal
historia de este siglo, la campañas
ideológicas administradas por el régimen persiguieron convertir en
grandiosa la doctrina comunista,
con muchas aspiraciones, pero por su intrínseca conceptuación
terminó siendo asombrosamente impráctica y miserable. Ahora combatimos
la mentira y el engaño. Ni payasos ni descarriados, menos falderos, nos harán
sufrir más de ignominias, ni circularan sin reprimendas por los pasillos de la AN
aquellos que irrespeten la nacionalidad,
aunque siempre apoyaremos a cabalidad
el derecho de la minoría a no necesariamente estar de acuerdo con las
decisiones mayoritarias. Algún día comenzaran, con nuestro ejemplo, a contribuir
con la grandeza de Venezuela.
No hay naufragio sin víctimas. El mártir principal de todos los desafueros cometido en el país
durante los últimos años en este régimen, no es otro que PDVSA, la depauperada
industria, pero aún más importante del país.
Por ahí debemos comenzar la recuperación de Venezuela., antes que comercialmente a nivel mundial el
petróleo empiece a perder su importancia energética.
Mauro Parra
jmpzc@yahoo.com
@parratiticastro
Miranda -Venezuela
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