lunes, 1 de febrero de 2016

MAURO PARRA, NAUFRAGIO

La nación se hunde, se va a pique en un océano de incertidumbre.  Son muchos los  indicadores que señalan este desastre: la escasez y las colas son apenas el ápice de lo que nos tiene reservado la incompetencia del sub-gobierno enquistado  en el poder.  
Todos, quienes vivimos dentro de los límites de la República,   somos víctimas y perceptores a veces inanes pero conscientes de esta insólita realidad. Calafatear  la nave no solo puede  ya dar  esperanzas de reflotar su casco enmohecido.  El daño ha  sido inmenso. Para recuperar la institucionalidad, la moral, las buenas costumbres y nuestras tradiciones religiosas y culturales demudadas, requiere de la cooperación activa de todos los ciudadanos, incluyendo a los  que ahora nos esclavizan con ideologías de burda factura. 
Pero antes es necesario replantear la necesidad de un cambio, de casi todo: de gobierno, de la concepción de las leyes y su implantación, que  ante todo  sean beneficiosas para  la población y se hagan cumplir, porque las leyes no van dirigidas  a sectores de la comunidad ni a persona en particular  alguna. Un cambio ineludible en la manera de gobernar, sin decretos de guerra a muerte contra la población inerme, sin juicios amañados, sin «presos políticos ni políticos presos» por diferir de la opinión oficial. ¿Cómo hacerlo?  Trabajar duro y consistenmente, sin eludir responsabilidades y con la seriedad que se necesite.
La posible derrota de las FARC,   ante su acercamiento y acato de la ley,  tendrá repercusiones  profundas  relativas a la política interna del país. Se ha dicho que la paz en Colombia beneficiara  a nuestros países en  ambos lados de los 2000 km de frontera. Pero este esfuerzo debe complementarse con el desmembramiento del narcotráfico en todas sus facetas,  la desmilitarización  y la integración limítrofes. De lo  mencionado primero  no se conoce que algo se haya   acordado, aunque no puede haber paz si el narco-negocio de la droga  prosigue floreciente. Los miles de millones de verdes que manejan los  zares de ambos lados, en sus diferentes versiones del ilícito comercio, no parecen que estarían satisfechos con parar el flujo de estos ponzoñosos ingredientes del mal. No hay historial ni precedentes que permitan señalar si  se puede hacer. Sería insólito. Pero se trata de  una tapiza que es necesario demoler para bien mundial. Un buen larense  diría:   «’na guará» Todo esto  pudiese constituir el cambio propuesto para sacar a flote a Venezuela.
De todas maneras, el chavismo y su «bonita revolución»  entraron insospechadamente en crisis ante  la arremetida del soberano el 6D, que con algunos sustos y otros tantos disgustos, poco a poco  se va consolidando en  el corazón de la mayoría de los venezolanos. No es tarea fácil, sí dura, pero el mundo entero nos dice no imposible de lograr,  piano, piano,  para que nuestro país  retome la senda del progreso y la democracia. La necrosis que sufre el chavismo en manos del actual funcionario agrava cuando, entre otros muchos desvaríos, un neandertaloide  de su tanda,  asevera que el petróleo aún se vende, a la usanza de hace 100 años, en barriles verdaderos. No dijo si metálicos o de madera, como se añejan los vinos.
De ideologías baratas hemos  sido bombardeados durante algunos  años.  Por un tiempo tuvieron cierto impacto en las clases más vulnerables de nuestra población, pero ya despertó el espíritu combativo que se menciona en el himno patrio  contra la tiranía.  La gente, el ciudadano, no continuará creyendo en que no hay diferencia  entre  gato y  liebre. En un principio de nuestra fatal historia de este siglo,  la campañas ideológicas administradas por el régimen persiguieron   convertir en  grandiosa la doctrina comunista,  con muchas aspiraciones, pero por su intrínseca  conceptuación  terminó siendo asombrosamente impráctica y miserable. Ahora combatimos la mentira y el engaño. Ni payasos ni descarriados, menos falderos, nos harán sufrir más de ignominias, ni circularan sin reprimendas  por los pasillos de  la  AN aquellos que irrespeten la nacionalidad,  aunque siempre apoyaremos a cabalidad  el derecho de la minoría a no necesariamente estar de acuerdo con las decisiones mayoritarias. Algún día comenzaran, con nuestro ejemplo, a  contribuir  con la grandeza de Venezuela.
No hay naufragio sin víctimas. El mártir principal  de todos los desafueros cometido en el país durante los últimos años en este régimen, no es otro que PDVSA, la depauperada industria, pero aún más importante del país.  Por ahí debemos comenzar la recuperación de Venezuela., antes  que comercialmente a nivel mundial el petróleo empiece a perder su importancia energética.
Mauro Parra
jmpzc@yahoo.com
@parratiticastro

Miranda -Venezuela

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