En la gráfica inferior se observa
el billete de DIEZ MILLONES DE DÓLARES, emitido por el Banco de la Reserva de
Zimbabwe, cuya moneda es la más devaluada del mundo, y créanmelo se me
estremeció el cuerpo, pensando con
natural angustia que en Venezuela podamos llegar a esos extremos, quizás
no con un billete de tan alta cifra, pero si a ver vamos, el papel moneda
nuestro virtualmente no tiene ningún valor, si tomamos en cuenta que el de más
alta denominación (Bs. 100), apenas alcanza para comprar una chupeta o cuatro
caramelos.
Venezuela, el país con las mayores reservas petroleras del planeta,
sufre hoy día una de sus peores crisis, y sin exageración alguna, diría que la
más grave de toda su historia, y es tan severa que los ingresos se desploman y
el riesgo país se dispara, lo cual para algunos calificados y eruditos
economistas podría generar un default,
que ya ha comenzado a disparar las alarmas, todo ello por falta de una política
fiscal coherente que ha evitado corregir las distorsiones de la economía del
país, amén de la voraz corrupción que ha vaciado las arcas de la nación.
Todos los días la crisis tiende a agravarse y el régimen sigue empeñado
en achacarle a la oposición, a la burguesía “parasitaria”, a la IV república,
medios de comunicación nacionales y extranjeros impresos y audiovisuales, a los
paramilitares y al imperio de los Estados Unidos, de esta hecatombe que parece
inevitable, más aún si mantiene absurdamente su enfrentamiento con la nueva
Asamblea Nacional, para justificar indebidamente el fracaso social, político y
económico del llamado socialismo del siglo XXI, enquistado en el poder desde
hace 17 años.
Venezuela es el país con la inflación más alta del mundo, por encima de
Sudán y Ucrania, según los índices que
elaboran el Banco Mundial, la Organización de Cooperación Económica y
Desarrollo, Trading Economics y otras firmas internacionales y pese a ello el
régimen sigue aplicando la misma receta que mantiene a la gente haciendo colas
para adquirir alimentos en Supermercados, y ello cuando corre con la suerte de
conseguirlos y con un salario que no alcanza para adquirir lo necesario, y
mucho menos la cesta básica que ya sobrepasa de los cien mil bolívares.
Razón tienen los voceros de la oposición cuando alzan su voz en el
parlamento, para señalar que Nicolás Maduro se desconectó de la realidad desde
hace mucho tiempo, pues todo indica como refiere Julio Borges, que “dejó de
entender la angustia que viven millones de hombres y mujeres agobiados por la
creciente crisis que les ha tocado vivir”. Poco parece importarle al inquilino
de Miraflores, el llamado que hace Fedecámaras para que el gobierno adopte de
manera “urgente” las reformas económicas necesarias para evitar que la economía
se deteriore más aún y siga se deteriorando, y al mismo tiempo Francisco
Martínez, su presidente, aduce que “no
se puede progresar como sociedad si se sigue persiguiendo al sector privado
como enemigo, por cuanto se ha demostrado que sin el empuje de la empresa
privada no es posible hablar de crecimiento, desarrollo y superación de la
pobreza.
Por su parte, el Consejo Nacional
de Economía advierte que “Venezuela se encuentra en recesión” y explica que una
de las razones de esta situación, es la reducida asignación de divisas para el
financiamiento de importaciones, lo cual según expertos, la oferta se encuentra
restringida. Este desolador cuadro de la tragedia que vive el país por la
terrible crisis económica, ha obligado a los mercados internacionales a no confiar en que habrá mejoras económicas,
pues consideran que el gobierno continuará incrementando los controles. Las
principales firmas que miden el pulso del país muestran su escepticismo sobre
la viabilidad del modelo económico actual a corto, mediano y largo plazo.
Coinciden en que un clima de confrontación como el actual entre los poderes
ejecutivo y legislativo, empeorará la situación.
Lo cierto es que los venezolanos libramos cada día una nueva batalla, lo
que demuestra cuán lejos está el régimen del destino de sus gobernados.
Anaqueles de supermercados vacíos, superinflación, dilapidación de inmensos
recursos económicos en cruzadas absurdas de nacionalismos, lo cual constituye
la verdadera conspiración de aquellos que denuncian que con víctimas, cuando en
realmente actúan como victimarios de generaciones enteras sumidas hoy en la
peor de las pobrezas: la pérdida de la esperanza.
Con la tan mentada revolución socialista del siglo XXI, engañaron y
aturdieron a millones de hombres y mujeres, profirieron improperios contra sus
socios yankees, a quienes por cierto jamás fallaron en la entrega generosa del
petróleo refinado en su propio territorio. Regalaron y siguen regalando miles
de barriles de petróleo a países del área del Caribe y en particular a Cuba, la
patria a la que tanto exaltan los próceres de la revolución bolivariana, nación
antillana convertida en bróker para la venta en alta mar, del oro negro
venezolano, que recibía generosamente, primero del extinto Comandante galáctico
y ahora de su hijo putativo y heredero, Maduro. Solo persiguen los líderes de
esta falsa revolución, continuar con el derroche y el latrocinio, que a estas
alturas les será imposible por las razones anteriormente señaladas.
El régimen socialista, cuya economía a todas luces es fascista, mantiene los niveles de analfabetismo real y
funcional, sobre los cuales se sostiene la mentira y la falsa realidad
recubierta por una imaginaria conspiración foránea, sin embargo por dentro se
ríen y mofan de quienes para ellos siguen siendo crédulos. Pero la realidad de
los pueblos, y así quedó demostrado el pasado 6 de diciembre, es que el modelo
socialista que pretendió Chávez y ahora Maduro
eternizarlo en el poder, expiró por fortuna y a tiempo, antes de que el
cuerpo social del país terminara con una horrible metástasis. Llegó el momento
de desenmascarar a los privilegiados, que llenándose la boca de la palabra
“soberano”, no hicieron otra cosa que sobrevivir, con la mentira, inflación,
fracaso económico, inseguridad,
corrupción, nepotismo, narcotráfico y abuso de poder.
Necesario es admitir racionalmente, que los sistemas de ideas, creencias
y objetivos sociales cumplen un rol en un verdadero sistema democrático, y
constituye un marco simbólico de del cambio social, bien sea para interpretarlo
simplemente, o para afirmarlo, justificarlo o consolidarlo y también para
criticarlo, cuestionarlo y hasta sustituirlo por otro sistema distinto. Y es el
primer paso que el país dio en las pasadas elecciones parlamentarias. Y no invocando “una rebelión”, como torpemente
lo hiciera el pasado domingo el General Mayor (¿) César Ramón Vegas González,
Comandante de la Milicia Bolivariana, en un acto supuestamente de “desagravio”
a la memoria del Libertador, como así lo manifestó en su cantinflérico
discurso, en el que acusó al presidente de la Asamblea Nacional, de haber
“ultrajado la imagen y figura del Padre de la Patria”, para terminar exaltando
al Comandante galáctico con un “Chávez vive”, en flagrante violación de la
Constitución Nacional que en su Capítulo III, entre otras cosas contempla: “La
Fuerza Armada Nacional es una instancia esencialmente profesional, sin
militancia política alguna y subordinada a la autoridad civil”, lo cual para
este oficial de alto graduación es letra muerta.
Entendemos la razón por la cual se vanaglorian los chavistas de defender
su dizque revolución socialista bolivariana, cuando sin falso rubor se
desgañitan gritando “Así…así…así es que se gobierna”. Nosotros le agregamos: “a mala hora”.
Carlos E. Aguilera A.
careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
*Miembro fundador del Colegio
Nacional de Periodistas (CNP.122)
Aragua - Venezuela
No hay comentarios:
Publicar un comentario