sábado, 4 de febrero de 2017

ÁNGELA DESIRÉE PALACIOS, ¿SÓLO ESO NOS QUEDA?

-A HERNÁN CRESPO (IN MEMORIAM)-

Esa mezcla de rabia, dolor e impotencia; pareciera se han vuelto sentimientos comunes en los venezolanos. Leemos los diarios y son tan pocas las noticias buenas que se encuentran, que ya ni nos provoca (a muchos), mantenernos informados.

Y aquí está lo mismo de siempre. La comida, las medicinas, la  inflación que nos lleva a la falta de dinero, atracos, crímenes y pare usted de contar.

Nos enteramos de un robo del automóvil de alguien mientras estaba en el cine o cuando lo dejó estacionado en algún sitio mientras trabajaba o hacía alguna diligencia. Que atracaron a una señora saliendo del supermercado o del banco. Y en el peor de los casos que asesinaron a un joven, a un padre de familia,  a una abuela, para intentar robarle, o porque no pudieron robarle o porque le robaron. Leemos estas cosas, las escuchamos y pensamos ¡qué vaina!.  Nos proponemos andar con cuidado en la calle, ver bien para uno y otro lado al llegar a casa. Decidimos no salir a una cafetería, si vamos a un centro nocturno es hasta muy temprano y aferrados a cuanta oración nos sabemos, volvemos a nuestra morada; las reuniones entre amigos  son ahora vespertinas y si acaso se hacen en la noche pues preferimos pernoctar en el domicilio del anfitrión y salir de ahí al amanecer.  Total, pensamos que es más seguro, pero igual vamos por el camino pidiéndole al Altísimo nos proteja. 

Leemos, escuchamos; pero cuando nos toca de cerca ¡es tan triste! Que no logramos comprender nada de nada, solamente sentimos como el alma se desgarra.

Hoy estuve en el funeral de un amigo de la infancia, de esos que  se convierten en “hermanos de vida”. Un hombre bastante joven, empresario, emprendedor, padre de familia, esposo, hijo, hermano; quien recién llegó de pasar navidades con su familia fuera del país y estaba a la espera del retorno de su gente a casa. Era muy temprano y él llegaba de hacer algunas compras y unos delincuentes (aún con todo el sistema de seguridad que rodea su vivienda), quisieron robarle su camioneta y no conforme con pretender despojarlo de sus pertenencias, le dispararon a quema ropa y al verlo en el piso desangrándose huyeron con las manos vacías; pero eso sí, con el gusto de haber mal herido a un inocente.  

Me he preguntado ¿Por qué hacen esto? ¿¡Por qué arrebatarle la vida a un hombre honesto y trabajador!? ¿Quiénes lo hicieron?  Sólo se sabe que eran jóvenes  los criminales. Sí, son jóvenes la gran mayoría de ladrones y rateros que pululan por este país asaltando y matando personas a diestra y siniestra. 

Son muchachos que han crecido en esta nefasta revolución, son los llamados hijos de la patria. Son esos que desde niños han escuchado aquellas célebres palabras “el que tenga hambre, que robe” dichas hace algunos años por el fatídico presidente Chávez y repetidas más de una vez después de ese día.  

Son esos, que  les han inculcado que quien tenga un carro (modelo y año que sea), quien ande  bien vestido, quien  pueda darse el gustico de un viaje, quien viva mas o menos bien (creo que ya nadie en este país vive bien, bien), es malo y piensan que tiene dinero de sobra y por ello hay que quitarle lo que se ha ganado con el fruto de su trabajo. Y sea un auto, una moto, una bicicleta, un apartamento o una casa, o, que simplemente cargue en sus manos dos o tres bolsas con comida ya es motivo suficiente para atracarle y muchas veces sin poner resistencia el atracado, matarle de manera vil y despiadada, como le pasó a mi hermano de vida.

¿Hasta cuándo estaremos presos de esta situación? Presos del miedo, presos en nuestros hogares entre rejas, candados y costosísimas puertas de seguridad, presos de la rabia que ocasionan estos actos, presos del deseo de salir de unos funestos gobernantes que se enriquecen cada vez más, mientras el pueblo cada vez más se empobrece, cada vez más sufre y cada vez más pierde seres queridos. 

Presos del llanto por el dolor, presos de la agenesia de ver un país destruido, presos de una guerra del pueblo contra el pueblo.  Presas las madres de sus oraciones por sus hijos, pidiendo a Dios cada minuto del día protección para sus vástagos.

Hoy una familia más, de las millones de familias en Venezuela, está destrozada. Una madre de 93 años con signos de alzheimer que en sus ratos de claridad mental pregunta por su hijo. Unos hijos que lloran a su padre. Una esposa que se siente a la deriva. Unos hermanos  que no entienden  por qué les pasa esto, pero que tienen que ser fuertes y seguir adelante. Y estamos sus amigos de siempre, desconsolados.


Hoy, estuve en el funeral de mi “hermano de vida”.  Escribo estas líneas y mis ojos se llenan de lágrimas; lágrimas de aflicción,  de coraje. Y en mi mente a pesar de tantos sentimientos encontrados, busco y quiero aferrarme a los recuerdos plenos de anécdotas gratas vividas a lo largo del tiempo (porque sólo eso nos queda).

Angela Desiree Palacios B.
angeladesiree18@hotmail.com
@A_Desiree18
Lara - Venezuela

3 comentarios:

  1. Extraordinario escrito, la pura verdad

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    1. Buenos días Oscar. No había visto tu comentario, es ahora porque me dice Egilda. Lamentablemente es la realidad que vivimos a diario en nuestro país. Y lamentable la pérdida de nuestro amigo H.Crespo. Abrazo

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  2. Buen día Oscar
    no había visto tu comentario, recién me avisó Egilda...
    Lamentablmente es lo que vivimos a diario y una pena la pérdida
    de nuestro amigo H. Crespo
    Abrazos

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