jueves, 16 de febrero de 2017

EGILDO LUJÁN NAVA, ¿Y CUÁL ES LA SOLUCIÓN ?

"Acaso su primer propósito no era devolver las libertades al pueblo y llamarlo a elecciones  libres y nominales para entregar 
el gobierno a los civiles" 
Simón Bolívar

                                   FORMATO DEL FUTURO...

En política, no hay soluciones mágicas. Tampoco hechos espontáneos que sean capaces de provocar una reacción colectiva inmediata, y una respuesta que se convierta en la ansiada aspiración popular de la transición y hasta del cambio estructural. Todo hay que construirlo. Armarlo organizadamente, hasta que los hechos circundantes que le restan posibilidades y derechos a los ciudadanos, sean capaces de provocar la ignición que se procura, a partir del propósito inicial.

Tan exigentes son dichos procesos -y así lo ha demostrado la historia de la mayoría de los países del mundo- que no son pocos los que afirman que el cementerio de la política, está lleno de impacientes. Aunque eso pudiera ser válido para quienes se ocupan de ejercer el oficio de la política; jamás para los ciudadanos, conscientes como siempre están ante la dura verdad que agita a cualquier espíritu, cuando se vive en situaciones como la venezolana. Y es que una cosa es el tiempo del país, y otra el tiempo del ser humano, del hombre, aun consciente de su condición de activista político mientras convive, comparte espacios, se hermana en el rechazo –o la lucha- en contra de las restricciones del derecho de ser, sentirse y vivir libremente. En libertad.

Es esta la situación que hoy se plantea en Venezuela; un país -con su población a cuestas- que luce puesto contra la pared, irónicamente por los propios venezolanos, hoy divididos en tres grupos: los que, por voluntad y decisión popular, fueron convertidos en gobernantes; los que interpretando el fracaso estrepitoso de los que gobiernan, se plantean un reemplazo de dicho grupo. Y una mayoría determinante que, sencillamente, considera inevitable que haya un replanteamiento político en la nación, en vista de que esas otras dos partes lucen más dedicadas a disputarse espacios de  mando, y no a garantizarle respuestas satisfactorias a más de 30 millones de personas convertidas en víctimas de esa diferencia cuasivisceral, responsable innegable de que Venezuela sea hoy campo franco para el hambre, la inseguridad, el desempleo, la injusticia, el empobrecimiento, la ruina.
  
Es esa mayoría de supuestos no comprometidos con expresiones sectarias, la que hoy puja por formular nuevas propuestas  dirigidas a ofrecerle respuestas a una población rebasada por la desesperación, luego de que las diferencias políticas terminaron por sepultar las instituciones funcionales  de toda población civilizada, y construir una situación huérfana de estado de derecho, sobrecargada de anarquía, además de una multiplicidad de factores sustentadoras de una violencia que, día a día, se potencia y pone en vilo hasta la posibilidad de verse a los ojos.

Por supuesto, soluciones mágicas no hay. Es verdad. Pero tampoco debe seguírsele haciendo el juego  a la indiferencia, especialmente cuando, dentro de la desesperación creciente, el venezolano de a pie pregunta: ¿Y cuál, entonces, es la solución?. ¿Por dónde comenzar?.¿0 es que la verdad es que ya no hay soluciones porque terminó imponiéndose la cultura del guayuco mental, y Venezuela ha decidido, por voluntad de unos pocos, convertirse en la Corea del Norte del Caribe, o en la China de Latinoamérica?.

Sí hay soluciones, aun cuando ese mismo ciudadano cargado de decepciones y frustraciones insista en afirmar que, como aquí nada sirve ni funciona, no es posible alcanzar respuestas satisfactorias y salidas a la situación que hoy agobia a cuanto venezolano puede pensar y andar.

El rosario de las adversidades lo describe el sometimiento ciudadano a lo que le rodea: Venezuela convertida en la nación del mundo más violenta, con el mayor número de asesinatos por habitante; en el país con la inflación más alta del planeta; en el petroestado que se permitió derrochar la fortuna más grande que ha tenido país alguno en el Planeta; la nación que posee las reservas de hidrocarburos probadas  más grandes del mundo, pero que vive con niveles de empobrecimiento entre los peores de Latinoamérica; un territorio que ayer fue modelo de avance y vanguardia continental, y en donde hoy no funciona con un mínimo de eficiencia un solo servicio público. Además, un supuesto paraíso revolucionario en donde el legado de sus mentores sólo se traduce en crisis alimentaria y medicinal, y en el que más de 3 millones -poco menos del 10% de la población- de sus habitantes debe alimentarse diariamente con los desperdicios de aquellos que tienen la ventaja de echar restos de comida al basurero.

¿Soluciones?. Sí las hay. Pero hay que hacerlas posible. Y el reto del reconocimiento y de la aceptación incluye, desde luego, la obligación política e histórica de convertir la unión en el recurso imprescindible para poder comenzar a recomponer al diezmado país.

Esa unión, sin duda alguna, no puede darse a partir de la falsa creencia de que ella debe depender de lo que pueda aportar el Gobierno actual.  Porque es un Gobierno definitivamente desacreditado, desesperado por reversar el hecho de no gozar siquiera del 15% de aceptación y que, para su peor desempeño, insiste en  monopolizar y eternizarse en el poder. Sin duda alguna, es evidente que su orientación y manejo es culpable de tanta ruina y calamidades. Que todo fue de buena o mala fe, ya eso no puede interesarle a nadie.

En Venezuela, hoy el cambio es obligatorio e impostergable. No hacerlo, implica la posibilidad de que el país, en barrena, entre en un proceso de mayor agravamiento de su empobrecimiento y en un baño de sangre. También en la multiplicación de responsables  y de culpabilidades, más allá de los escarceos simplistas con los que se actúa en templetes populacheros y disertaciones desde redes sociales y medios radioeléctricos.

No es tiempo de aclarar quién o quiénes son los culpables. Se sabrá quiénes son y serán castigados, dentro o fuera del país. Hay que actuar en respuesta al gran compromiso: refundar el país; reestructurarlo desde sus cimientos; reconstituirlo. Y, de ser posible, hacerlo sin violencia.

Sin violencia, equivale  a desarrollar el mayor esfuerzo para que la gran mayoría ciudadana se vuelque  a trabajar en función de la única salida constitucional posible a corto plazo sin sangre y como solución definitiva. Esa no es otra que Convocar y Coordinar, por iniciativa popular del electorado, una Asamblea Nacional Constituyente Originaria, sin intervención de los poderes constituidos.

Hacerlo de esa manera, es actuar en consonancia con lo que contempla la Constitución vigente en sus artículos 347, 348 y 349. Lo que dicho articulado reza, es que esa Asamblea se encargue de elaborar una nueva Constitución cuyo objetivo central sea el de sustituir el Estado Federal Centralizado por un Estado Federal Descentralizado.

Ese nuevo Estado respondería a una  reestructuración de toda su operatividad funcional, garantizando una perfecta independencia de los poderes públicos y de  la descentralización administrativa de todas las regiones, permitiendo su  desarrollo con autonomía y respeto. Asimismo, a una definición con claridad de las funciones y objetivo de las Fuerzas Armadas, además de una descripción clara de los deberes y derechos del ciudadano, y precisión de la garantía de un desenvolvimiento económico, a partir del reconocimiento verdadero del derecho de propiedad. En fin, el establecimiento de que habrá la garantía plena para que Venezuela pudiera desenvolverse en un futuro con posibilidades de  alcanzar un desarrollo integral, en un ambiente en el que predomine el propósito de adentrarse en un un futuro libre y programable, con un proyecto nacional de desarrollo a mediano y largo plazo.

De lo que se trata, en  fin, es de estructurar una propuesta a ser presentada por el poder originario. No la salida, ni la enmienda constitucional para el momento histórico, tampoco una variable de la petición de la Partida de Nacimiento del Presidente, o del Revocatorio, ni la declaración de Ausencia del Presidente. No.  Mucho menos otra antorcha de fuego fatuo. Porque ya se agotaron las propuestas  basadas en la producción de falsas expectativas que terminan multiplicando  desilusiones ciudadanas. Sí de apelar a una alternativa que, sin ser mágica, se corresponda con una forma de responder a necesidades que, si no se atendieran, pudieran terminar convirtiéndose en tragedia.   
                
La alternativa válida, realizable y constitucional es, definitivamente, la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente. Si se quiere, es hoy la única opción que se plantea como posibilidad válida, capaz de servir de soporte para que, sin odios ni violencia, Venezuela pueda reencontrarse con una expedita vía hacia la paz y el progreso.

Egildo Lujan Navas
egildolujan@gmail.com
@egildolujan
Coordinador Nacional 
de Independientes por el Progreso (IPP) 
Gente 
Miranda - Venezuela

Eviado 
Eviado a nuestros correos por
Edecio Brito Escobar
ebritoe@gmail.com
CNP-314

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