martes, 4 de abril de 2017

EGILDO LUJAN NAVA,OSTRACISMO ENCONADO AGONIZANTE (OEA),

FORMATO DEL FUTURO
"Cuando una ley es injusta, lo correcto es desobedecer”    
 Mahadma Gandhi.

Es imposible entender a qué obedece la actual e increíble situación sociopolítica que vive y se vive en Venezuela. Ningún razonamiento lógico le da cabida al hecho.

Porque Venezuela es un país que goza de la ventaja comparativa de disponer de recursos naturales y humanos con los que, sin discusión alguna, hoy debería ser uno de los más desarrollados del Occidente. ¿Cómo no serlo si, adicionalmente, ha dispuesto de ingentes recursos financieros provenientes del negocio petrolero, con los que, desde luego, también pudo haberse convertido en una nación referencial en el Continente a partir del uso inteligente de esa inmensa fortuna en su transformación económica y social?.

Por otra parte,¿ cómo no podría estar hoy diseñando su nueva estrategia competitiva global si dispone de las mayores reservas petroleras probadas del mundo?.  

Porque tampoco más allá de las fronteras de la nación es eso comprensible, inclusive, es por lo que a otros países y sus gobiernos del mundo no se les hace fácil aceptar y justificar que aquí se hable de crisis humanitaria de medicinas y de alimentos. Adicionalmente, que haya la disposición de ”meterse la mano en el bolsillo” para ayudar a un país en donde, por otra parte, es muy poco lo que se hace para emplear eficientemente los ingresos que aún sigue percibiendo diariamente por la venta de petróleo.   

Internamente, nadie duda que, como lo describe la historia venezolana, aquí se han cometido errores, derrochando recursos a manos llenas y han abundado malos manejos económicos. También que de las dificultades se pudo salir, después de actuar acertadamente ante las causas de las mismas, lo cual, desde luego, permitió seguir avanzando con miras a alcanzar un desarrollo positivo.

En otras palabras, salvo por circunstancias de contingencia natural, nunca antes hubo que hacer grandes colas desde altas horas de la madrugada para comprar alimentos o medicinas, ni tener que someterse a la obligación de comprar y consumir lo disponible, ya que  dejó de ser posible la libre escogencia de marcas, tamaño, variedades en general y, mucho menos,  de comprobada y certificada calidad.

¿Quién habría de pensar alguna vez que Venezuela terminaría convirtiéndose en el  país más violento de la tierra y con la inflación más alta del mundo?. Pero a eso se ha llegado. Y esa es la tarjeta de presentación con la que se “compite”. Porque Venezuela es un país sumido en la miseria, en el hambre y en la violencia.
De igual manera, actualmente los venezolanos conforman una sociedad huérfana de justicia. Pasó a ser la expresión terminal de un país en donde la impunidad refleja el alcance de lo que significa ser víctima de  un ostracismo enconado agonizante. Y todo porque, de paso, aceptó como hecho normal y rutinario que ciertas individualidades se permitan dictar normas, impartir sentencias a partir de la subjetiva interpretación de la Constitución. Y también hacer de la arbitrariedad el nuevo espíritu rector de lo que significa pensar y dar pasos en respuesta  a la ventaja de la responsabilidad del cargo que se ejerce, como de la justificación para actuar desde allí en respuesta a argumentos caprichosos.

¿Cómo impedir que desde la Organización de Estados Americanos, y  con el peso propio de las instituciones democráticas en donde votar es la base de su vigencia y proyección, al igual que de las Naciones Unidas, se vea a Venezuela como a un país en calamitosa gravedad y como a un Estado forajido?.

¿Qué decir cuando después de presumir de ser un ejemplo de país en donde todo se subsanaba por vía electoral, ahora se hace necesario que la mayoría de los países del Continente le  esté exigiendo al Gobierno venezolano que permita la celebración de elecciones para dirimir diferencias, y liberar más de un centenar de presos políticos, en demostración de que se pregona y se practica la Democracia?.

¿Por qué hay que agotar discursos y explicaciones legales para demostrar que tales solicitudes no guardan relación alguna con intenciones ocultas de invasión, de injerencia y mucho menos de  intromisión en asuntos internos?.

Por supuesto, lo obvio no necesita ni depende de explicaciones. Porque lo que se percibe es que gritos, ofensas y agravios, en realidad, no pasan de ser argumentos desesperados para justificar violaciones que no se están practicando, y en las que nadie cree.

Es que no es delito ni expresión de intentos ocultos, el hecho de que los ciudadanos nacionales como del resto del mundo estén demandando la posibilidad constitucional de ejercer el derecho a votar, a elegir las autoridades que les garanticen lo contrario de todo aquello  a lo que hoy no tienen acceso, aun cuando la Constitución reza que esa es la responsabilidad que deberían ejercer tales gobernantes.

Hoy es imposible esconder el clamor mayoritario en repudio a la actual situación. Los ciudadanos han demostrado hasta la saciedad que no tienen armas ni tampoco quieren salidas violentas. Esa mayoría ha dicho una y otra vez que  sólo cree en  salidas Constitucionales, en la recurrencia a un proceso de elecciones. Y también ha manifestado que a las Fuerzas Armadas Venezolanas les corresponde actuar en consecuencia con los principios y fundamentos por los que juró al uniformarse y ser garante institucional de lo que está expresamente consagrado en la Constitución: defender la integridad, la seguridad y los derechos ciudadanos.

¿A qué se le teme o a qué se le sirve cuando se guarda silencio sepulcral ante una realidad que exige otras actitudes y conductas?. ¿Acaso a que ruja esa misma mayoría y que explote un torbellino de violencia de impredecibles consecuencias, y sin que  las armas ni la fuerza puedan contener la expansión de más disgusto?. 

Una vez más, el presente llama a la responsabilidad histórica. Hay que dar pasos al frente. Y uno de ellos, sin duda alguna -y que también está contemplado en la vigente Constitución Nacional- es el llamado a una Constituyente que permita avanzar después en la celebración de elecciones generales, promovidas y administradas por un Consejo Nacional Electoral signado por  su imparcialidad.

A la ciudadanía no le pueden seguir escamoteando sus derechos constitucionales y los que la  misma sociedad considera que deben hacerse presentes para impedir riesgos de tragedia, a saber: reformulación de fundamentos constitucionales que permitan honrar los derechos ciudadanos; descentralizar la administración de los estados;  independencia real de  los Poderes Públicos; restitución del proceso bicameral (Diputados y Senadores); reducir el período gubernamental;  eliminación del  presidencialismo; doble vuelta electoral;  descartar la reelección, entre otras.

Hay que actuar ya. Y hacerlo viendo al futuro.

Venezuela no carece de recursos naturales y humanos; tampoco de apoyo internacional. Actuar de esa manera, es lo que permitiría  regresar a una senda de eventual progreso; a la posibilidad de vivir en un ambiente con justicia, equidad y felicidad.

Si eso no se hiciera, el mundo entero, ese mismo que en estos días ha estado haciendo sentir su preocupación por lo que aquí sucede, y que tiene los ojos puestos sobre los factores de decisión en Venezuela, tendría que seguir sin entender por qué aquí se vive como sucede, cuando existen todas la posibilidades para vivir en otras condiciones.
          Egildo Lujan Navas
        egildolujan@gmail.com
        @egildolujan
        Coordinador Nacional de Independientes Por el Progreso (IPP)
        Miranda – Venezuela

        Enviado a nuestros correos por
        Edecio Brito Escobar
        ebritoe@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario