El 15 de noviembre de
2017 se pierde contacto con el submarino ARA San Juan (S42), de la Armada
Argentina, con 44 personas a bordo que, evidentemente, no estaba en condiciones
de navegar. Dos días después, la armada inició el protocolo SAR (búsqueda y
rescate) y al tercer día el gobierno aceptó la ayuda internacional activándose
la alerta de la Oficina Internacional para el Rescate y Escape de Submarinos
(Ismerlo), que coordinó la ayuda de 18 países sumando más de 37 naves y
aeronaves y 4000 personas en la búsqueda sobre una superficie del tamaño de
España.
Entre otros muchos
equipos, el gobierno de EEUU aportó su escuadrón de rescate de submarinos, dos
aviones P3 Orión de la NASA y dos Boeing Poseidon. En tanto que el de Francia
envió un sistema de rescate de submarinos de la OTAN y el Reino Unido el buque
HMS Protector, el patrullero HMS Clyde y un Hércules C-130.
El 30 de noviembre el
gobierno dio por terminada la búsqueda, pero los familiares de la tripulación
exigieron que se continuara hasta encontrar al submarino. Finalmente, las
autoridades decidieron la contratación de la empresa privada Ocean Infinity,
basada en Houston, EEUU, operadora de la nave noruega Seabed Constructor
equipada con cinco vehículos submarinos autónomos (AUV) y tecnología de última
generación. El contrato estableció que, solo en caso de ser hallado el
submarino, la empresa cobraría 7,5 millones de dólares.
El 10 de septiembre de
2018 el Seabed Constructor inició la búsqueda y dos meses después, el 17 de
noviembre, encontró al ARA San Juan a 907 metros de profundidad y a 600
kilómetros al este de Comodoro Rivadavia, ciudad de la costa argentina. El CEO,
de Ocean Infinity, dijo "esperamos que… la lección sea aprendida para
prevenir que cualquier hecho similar suceda nuevamente". No creo que
aprendamos la lección, sinceramente, porque son demasiados los intereses
creados alrededor del Estado.
Este accidente pareciera
demostrar que Tomás de Aquino tenía razón cuando decía que las empresas
estatales -los ejércitos en este caso- son altamente ineficientes: a pesar del
monumental despliegue de tantos gobiernos, no pudieron hallar lo que un solo
barco privado encontró en su afán por el lucro. Afán que, claramente, es el
mejor modo de servir a los clientes ya que, precisamente, se trata de servirlos
para obtener su mayor confianza posible.
Así, decía el Aquinate
que en el orden natural que rige al universo creado por Dios "cada uno es
más solícito en la gestión de aquello que con exclusividad le pertenece que en
lo que es común a todos… se administran más ordenadamente las cosas humanas
cuando a cada uno incumbe el cuidado de sus propios intereses, mientras que
reinaría confusión si cada cual se cuidara de todo indistintamente".
Y pienso en los bomberos
estatales que desde el día 8 de noviembre luchan contra las llamas en el
incendio del norte de California, donde ya murieron más de 80 personas, en
tanto que unas 700 están desaparecidas y más de 15.000 edificios fueron
destruidos y 61.100 hectáreas verdes arrasadas. Esperan controlar el fuego el
30 de noviembre y me pregunto, qué sucedería si los gobiernos no desalentaran
la creación de fuerzas privadas de bomberos, financiados por las compañías de
seguros interesadas en que sus clientes pierdan lo menos posible. Pues la
experiencia indica que serían enormemente más eficientes.
Miembro del Consejo
Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California
@alextagliavini
www.alejandrotagliavini.com
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