1957
fue un año decisivo en Venezuela para la caída de la dictadura de Marcos Pérez
Jiménez. De acuerdo con la constitución de 1953, ese año debía darse el proceso
electoral presidencial. Desde el exilio, Rómulo Betancourt, en nombre de Acción
Democrática, señalaba que "la
oposición no está planeando atentados, ni insurrecciones sino [...] elecciones libres"; el Comité
Central del Partido Comunista luchaba porque "la sucesión presidencial se
resuelva […] mediante la convocatoria a elecciones con el voto directo,
universal y secreto para todos los venezolanos aptos para votar"; Unión
Republicana Democrática, por boca de Jóvito Villalba, también era partidaria de
utilizar el mecanismo electoral para el restablecimiento de la democracia en
Venezuela.
Una
disposición democrática (art. 104) que se le había colado al régimen al
redactar la constitución de 1953, permitía a la oposición la alternativa de
organizarse para enfrentar al régimen en el terreno electoral. Dictadura al
fin, eso no ocurriría. El 4 de noviembre de 1957 el dictador llevó al
obsecuente congreso nacional un proyecto de Ley de Elecciones que contemplaba
la realización de un plebiscito con el propósito de “...determinar si se está
de acuerdo con las ejecutorias del régimen y por consiguiente, si se considera
que la persona que ha ejercido la Presidencia de la República en este período,
debe ser reelegida”, con lo cual se excluía a los partidos políticos de
cualquier participación en la consulta a realizarse el 15 de diciembre.
Con
la conducción de la clandestina Junta Patriótica, estas pretensiones fueron
enfrentadas por estudiantes de los liceos Fermín Toro, Aplicación, Juan Vicente
González, Andrés Bello, Luis Razetti, Caracas y la escuela Miguel Antonio Caro
a quienes se sumaron el 21 de noviembre las Universidades Central de Venezuela
y Católica Andrés Bello con una huelga que, extendida a otras universidades,
fue reprimida brutalmente por las fuerzas del régimen. Entre los principales
organizadores hubo estudiantes que luego serían actores del acontecer nacional
desde toldas políticas contrapuestas: Antonio José Urbina, Hilarión Cardozo,
Ramón Espinoza, Héctor Rodríguez Bauza, Julio Escalona, Héctor Pérez Marcano…
La
censura, la represión, el presidio de estudiantes universitarios, el cierre de
universidades y liceos arreciaron en esas semanas anteriores al plebiscito.
Pero ya el destino del régimen había sido sellado. Con un resultado fraguado
por el dócil consejo electoral de la época, las protestas continuaron y al
final, todo desembocó en la caída de la dictadura el 23 de enero siguiente.
Desde entonces, el 21 de noviembre se celebra en Venezuela el Día del
Estudiante Universitario, en recuerdo de aquella gesta libertaria.
Hoy,
61 años más tarde, otra gesta estudiantil nos llama a la reflexión. El pasado
14 de noviembre los jóvenes de la Universidad de Carabobo (UC) fueron a una
elección de sus cuerpos deliberantes, más de 90 cargos para gobierno y
cogobierno. Ni la muerte en circunstancias extrañas del líder estudiantil y
candidato al Consejo de la Facultad de Ciencias de la Educación de la UC, Celis
Blanco, ni la prisión arbitraria en días precedentes de Iván Uzcátegui,
presidente para el momento de la Federación de Centros Universitarios (FCU) de
la UC, ni las bombas lacrimógenas o los intentos de sabotaje por bandas
delincuenciales en el campus universitario durante el acto comicial,
desmotivaron la participación estudiantil que, por el contrario, fue marcada
por el entusiasmo de la Alianza 23, un conjunto de más de 25 agrupaciones que
pasando por encima de sus diferencias, encontraron el factor común de unidad
que los conduciría a una victoria avasallante, representada por Marlon Díaz en
la presidencia de la FCU-UC.
En
ambos momentos históricos, los estudiantes supieron actuar en unidad, dejando
de lado sus particulares visiones. En 1957, los líderes políticos perseguidos,
en la cárcel o en el exilio, también estuvieron a la altura de las
circunstancias unitarias y electorales del momento, a pesar de la dictadura. No
así en 2018. Allí hay una lección de generosidad, entrega y claridad de
objetivos que los estudiantes ofrecen a quienes quieran ser vistos hoy como
líderes de una transición hacia la democracia.
TUITEANDO
Casi
en tono clandestino, como quien no quiere la cosa, el CNE nos convoca una vez
más a elecciones, ahora para elegir a los concejales que formarán los nuevos
cabildos. Ese silencio tiene como fin desestimular el voto y arrasar con la
mayoría de los cargos sin mover un dedo. Siendo así, aunque solo sea por no
darles el gusto, los vecinos debemos ir a votar y defender nuestra decisión. En
esas condiciones, en mi municipio nunca han podido cambiar la voluntad ciudadana. Y así podría ser en los
334 municipios restantes, para que los comicios representen ese 85% de rechazo
al régimen que está allí en espera de ser refrendado con tu voto y el mío.
Gioconda
San Blas
@daVinci1412
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