miércoles, 21 de noviembre de 2018

ELIDES J. ROJAS L , EL DÍA DESPUÉS…


La bomba atómica que soltó el chavismo sobre Venezuela no se arregla así no más, con un simple programa de gobierno pensado para un período normal

Sin entrar en el debate de cómo termina la revolución que iba a durar 1000 años, igual que el cuento aquel de la Alemania invasora de los años 30 y 40, hay que despejar lo que serán los primeros pasos del imaginario gobierno de transición. Lo primero, y es una tarea inmensa, es identificar la enorme hilera de desastres dejada por el chavismo en sus diferentes etapas: la del Chávez monarca y la del sucesor por amor de padre. No importa cuál de las dos etapas fue peor. En una nació la ruina y en la otra se concretó.

Y esto asumiendo que de verdad termina la llamada revolución castrochavista, pues es muy probable que los oficialistas menos rayados y menos malucos terminen siendo parte del nuevo gobierno, como ocurrió en Chile con Pinochet y en Sudáfrica con los negreros. Y eso, salvo cambio muy profundo de cabezas, no le gustará a los más radicales de ambas partes de la calle.

Cada desastre tendrá una acción. Para eso hay que apoyarse en los expertos de adentro y de afuera, pues la bomba atómica que soltó el chavismo sobre Venezuela no se arregla así no más, con un simple programa de gobierno pensado para un período normal. Con comisión de enlace y todo. Eso no existe.

La economía, si acaso se le puede llamar así, pasa por quemar todos los bolívares antiguos, fuertes o soberanos que estén por ahí. No sirven para nada. No existen en el concierto mundial. Son tan útiles como el petro y el lingotico. En esta materia el chavismo fue especialmente aniquilador. No hay economía, no hay producción, no hay manufactura, no hay comida. Comenzar de nuevo. Casi que cuando llegó Colón. Ni siquiera existe la gallina de los famosos huevos de oro: Pdvsa. Eso también pasó el páramo en escarpines entre una imbatible corrupción y la incapacidad manifiesta de militantes del proceso cívico militar. No hay nada, pues. Así que a reconstruir todo. Ni siquiera se cuenta con más de cinco millones de venezolanos, la mayoría talentosa y bien preparada, que huyó de la dinamita comunista. Aquí se trata de conseguir una bola enorme de dólares y euros, abrir los mercados, eliminar la fuente de los choros como son los controles de cambio y precios, generar leyes que ofrezcan suficientes garantías a los inversionistas locales y extranjeros, renegociar deudas, pagar a las multinacionales que los maulas matraquearon hasta consumar la estafa: líneas aéreas, productoras agroalimentarias, laboratorios internacionales, proveedores en general. Una quiebra monumental necesitará un trabajo de rescate monumental. Y muchísima plata. Más que la que el chavismo se robó.

Reflotar a Pdvsa, fuente necesaria para poder avanzar con lo anterior, implica otra montaña de plata, inversión extranjera, rescate de pozos asesinados por el chavismo, renovación del cuerpo técnico y gerencial, refrescamiento real del recurso humano y devolver a los militares a sus polígonos de tiro y cuarteles de pueblo. A cuidar fronteras y defender la soberanía de verdad. Está claro que sin la normalización de la macroeconomía no habrá otra Pdvsa fuerte y productiva. Todo está ligado.

Ahora toca el sistema eléctrico nacional. Tampoco sirve para nada. No se trata de iguanas ni terrorismo. El chavismo se robó los dólares para modernizar, adecuar y mantener la red nacional. Y ocurrió lo que tenía que ocurrir: colapsó. Eso no existe. Así que lo mismo. Ayuda internacional técnica y de expertos y, nuevamente, otro camión de dólares. Sin energía eléctrica no hay crecimiento y plan de rescate que valga.

La infraestructura regresó a los años 40. No hay aeropuertos modernos y seguros, tampoco carreteras ni autopistas que aguanten un rebote espectacular de la economía. Ni transporte terrestre ni aéreo. 20 años en retroceso. Muchos años para rescatar las vías, hacer nuevas arterias viales. Mucha plata, la misma que dilapidó Chávez en su época dorada. O más.

Salud y educación. Tampoco deja nada el chavismo. Enfermedades que reaparecieron. Gente que muere por falta de atención o medicamentos. Huida general de médicos y educadores. Cierre de institutos educativos. Años y años para reedificar lo que antes del chavismo, si bien tenía fallas, eran sectores competitivos y relativamente suficientes para la población y más allá.

Seguridad, malandraje, colectivos violentos, paramilitares, pranes, bandas de secuestradores y ladrones de vehículos, guerrilleros metidos a mineros. Eso es trabajo verdadero de policías, organismos de seguridad y militares. Y de políticos y políticas serias y patrióticas. Tendrán que hacerlo. En esa nueva Venezuela, si acaso es posible, no les queda otra.

Un trabajón. De colosos. Y no se sabe cuándo se comenzará. Lo que sí es cierto es que mientras más tarde, más complicado, costoso y largo será.

erojas@eluniversal.com
Twitter: @ejrl

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